Obligada A Vivir Con El Padre De Mi Hija

Capítulo 04

Maksin

La miro fijo, viendo como por sus mejillas sonrojadas se derraman lágrimas. Es ella, la misma mujer de quien me enamoré, aunque debería de sentirla extraña, porque tiene otro nombre y realmente es otra persona, de igual forma no siento nada extraño cerca de ella. Me siento igual a la última vez que la abracé y después de que llegue de ese viaje.

Sigue siendo la misma mujer de quien me enamoré, sus ojos, sus labios, su cabello y ese perfume al que me acostumbré. Pero no olvido que ella me engañó.

—Ya no tengo nada que ver contigo —refiere entre dientes—. No entiendo por qué decidiste buscarme, Maksim.

—Porque sé que estás embarazada —respondo mirándola.

—No es tuyo —contesta, su expresión es seria.

—No mientas. Lo es —refiero con voz suave.

La veo endurecer el rostro.

—No, no lo es.

Me aproximo a su rostro, sin apartar la mirada de ella.

—Sé que estás embarazada de mí, Vesa Carter. Pero debo avisarte desde este momento, que el niño o niña va a ser mío —demando con una expresión solemne. Decidido.

—¡No te daré a mi hijo! —me grita molesta.

—¿Cómo te atreves a hablarme así? ¿Se te olvida quien soy? —advierto contrayendo la mandíbula.

Si, tal vez debería matarla, me engañó durante todo este tiempo, pero no puedo. Por primera vez en la vida me está costando hacer algo como eso y más a la mujer que amo. Pero todo cambia al ella estar embarazada, no dejaré a mi hijo o hija, sin su madre.

—Te hablo como me provoca, Maksin Endekov —me encara con furor—. ¿Qué se siente tener tanto poder, y ser yo la única persona en el mundo a quien no puedes tocar? —se rio en mi cara.

No me responde, me miro fijo apretando la mano.

—¿Qué se siente estar atada a mí para toda la vida? —arqueo una ceja—. No te veo feliz.

Se queda en silencio mientras me mira. La veo a los ojos, pero la mirada se me desvía a sus labios, esos tentadores y provocativos labios que tanto amo tocar y besar.

—¡Ah! —Vesa grima y baja la mirada al vestido que lleva puesto.

Hago lo mismo que ella y veo como una mancha grande roja empieza a crecer en el vestido, justamente en la parte de sus piernas.

Vesa sube la mirada hacia mí, pálida.

—Necesito un doctor —sin embargo, siento como lentamente su cuerpo va perdiendo fuerza y su cabeza cae a un lado.

—¿Vesa? —agarro su rostro y la miró a sus ojos cerrados—. ¡Vesa! —toco con delicadeza su mejilla, pero Vesa no responde.

No dudó en cargarla entre mis brazos y lo más rápido que puedo salgo de esa habitación en dirección a las escaleras mientras las sostengo entre mis brazos.

No puedo dejar que le suceda nada, ni a mi hijo ni a ella. Debo asegurarme de que ambos estén bien.

Cuando salgo de la casa, todos los hombres de seguridad que están regados por el sitio, ponen sus ojos sobre mí. El chofer no duda en correr hacia la camioneta y abrir la puerta para mí.

—Vamos a la otra casa —le ordeno y entro a la camioneta sujetando a Vesa.

—Sí, señor —cierra la puerta y en cuestión de segundos sube y acelera en esa dirección.

—Llama al doctor, dile que lo necesito en la casa, es una emergencia.

—Por supuesto, enseguida lo hago.

—Vesa… —aparto el cabello que cae en su rostro y la examino, me preocupa el pálido color de sus labios y la sangre ha derramado.

Definitivamente, fui imbécil, no debí exponerla a esa situación, si quería llegar a ella tenía que hacerlo de otro modo.

La camionera va a alta velocidad, por suerte la casa donde se encuentra la habitación hospitalaria y el quirófano está cerca y activa para cualquier emergencia médica.

Cuando por fin llegamos, no dudo en bajar y entrar a la casa donde se encuentra la habitación con todos los aparatos. Empujo la puerta y esta se abre de golpe dando la bienvenida a una habitación de clínica equipada. El doctor se sobresalta cuando me ve y enseguida corre a la cama.

—Está embarazada y derramando sangre —con cuidado acuesto a Vesa completamente inconsciente y con el vestido manchado.

—Bien, me encargaré, señor Endekov, pero necesito que salga.

Trago grueso y asiento.

—Sí, sí —lo miro—. Que no le pase nada a ninguno de los dos, Spencer —exijo.

Spencer asiente.

No digo nada más y decido irme de la habitación. Saco el teléfono mientras me dirijo por el pasillo, marco el número de Erel, quien responde enseguida.

Llamada.

—Te escucho.

—¿Dónde está Giselle? —pregunto de inmediato.

—Aquí está, te estoy esperando —comenta.

—No puedo ir, se me presentó una emergencia. Mañana si iré a la casa a verla —comento.

—Bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.