Vesa
En silencio miro como se filtran los rayos del sol por los cristales de la ventana, sigue acostada en la camilla donde el doctor Spencer me ha estado cuidando. Según lo que él me dijo no tengo ningún peligro aunque llegue a tener una amenaza de aborto, me encuentro bien. No lo contradigo, ya que me siente mejor.
En ese momento veo como abre la puerta de la habitación. Observo el rostro amable del doctor Spencer, quien me dedica una sonrisa y sosteniendo un vestido, unas zapatillas y también ropa interior, por supuesto qué sé quién se ha encargado de comprar todo eso.
—Buenos días, Vesa, ¿cómo amaneces? —él se detiene a mi lado.
—Muy bien, gracias por todo y por estar al pendiente de mí, doctor Spencer —le sonrío.
—Es mi deber, señorita Vesa. El señor le ha traído esto, como ya está bien y hoy te daremos de alta, puede vestirse para que se vaya. Dentro de unos minutos llega su desayuno.
Asiento.
—Muchas gracias, doctor Spencer
El doctor Spencer deja la ropa que me voy a poner sobre la camilla Justo a un lado, luego con una sonrisa se marcha de la habitación.
Mirando todo el lugar libero un suspiro suave, pensativa. Después con cuidado me levanto de la cama, agarro la ropa que me han traído y decido ir al cuarto de baño para darme una ducha y vestirme.
Después de un largo rato en el baño y tomándome mi tiempo salgo a la habitación y me encuentro con una mesa pequeña en donde reposan lo que al parecer es mi desayuno el cual se encuentra cubierto por una campana para servir. La verdad es que el hambre me está atormentando. Anoche solo me comí unas galletas, pero hoy realmente deseo comer una gran porción de comida. Sin perder el tiempo me siento en la pequeña silla y empiezo a revisar la comida hay variedad, frutas, pan, jugo, jamón y hasta un trozo grande de pastel de chocolate. No pierdo el tiempo y empiezo a disfrutar mi desayuno con tranquilidad, porque podré estar en descontento con Maksim, pero comer para mí es importante y ahora que estoy embarazada, es sagrado.
Luego de varios minutos termino con mi estómago lleno y de alguna manera mi humor ha mejorado, pero que cuando vea a Maksim, mi humor cambiará, sin embargo, no sé si está aquí o vendrá por mí, pero de todos modos me voy a encontrar con él.
Liberaron suspiro imaginándome nada más ese momento y me preparo para lo que sea que me venga y que me vaya a decir o preguntar sobre mi vida real. Porque sé que lo hará.
Ya lista con mi vestido cómodo y ligero de flores, salgo de la habitación. En el pasillo me encuentro a un hombre que al ver su vestimenta sé que es uno de los rusos encargados de la seguridad de Maksim el hombre me mira como siempre, con su expresión dura.
—Señorita Vesa, por favor, necesito que me acompañe, la camioneta está esperando por usted.
La observo en silencio de la misma forma en la que él a mí.
—Está bien, y buenos días —paso por su lado y por supuesto que no duda en seguirme.
Los dos salimos de aquella casa que obviamente fue el lugar en donde atendieron a Maksin aquella vez que le dispararon y donde me quedé por varias noches cuidándolo, ya que él no quería quedarse solo y la única persona que quería era verme a mí, sin embargo, sé que eso ya no vale la pena porque en ese tiempo yo era Giselle para él.
Subo a la camioneta y el chofer no duda en acelerar en dirección, a quién sabe dónde esté Maksin, porque sé que me llevará a donde está él.
En silencio miro por la ventanilla los árboles y un otro auto que se cruza por nuestro camino, sé que estoy en Chicago en qué parte, no tengo idea, pero me han traído Chicago.
Después de casi una hora en la carretera, entramos a esa casa, sí, esa casa que dejé la última vez cuando él descubrió que Giselle estaba saliendo con Florida. Cuando todo se acabó.
Después del recorrido corto por el camino de asfalto, la camioneta se detiene delante de las puertas principales de la mansión, allí espera otro hombre que no es Maksin ni Erel, y gracias al cielo no es Irenka.
El chofer abre de la puerta y yo bajo con cuidado, el hombre que espera no duda en acercarse a mí.
—Buenos días, señorita Vesa. Necesito que me acompañen, el señor en Endekov la espera en el despacho.
—Sí, está bien.
Junto con el hombre entró a esa casa que la verdad ya es conocida para mí, ya sé dónde queda su despacho, sé donde quedan todos los lugares, sin embargo, es como si no perteneciera a este lugar.
Cuando nos encontramos frente a la puerta del despacho, el ruso abre la puerta, dando la Bienvenida al lujoso despacho del señor Endekov.
Entro escuchando como el ruso cierra la puerta detrás de mí y diviso la alta figura de Maksin de espaldas a mí, mirando por el ventanal. Sin ningún tipo de miedo camino con tranquilidad hacia él y me detengo delante de su escritorio, se gira y me mira, su expresión es imperturbable, sus labios se mantienen en una fina línea, y su mirada se posan en mis ojos.
—¿Te sientes bien? —es lo primero que pregunta—. ¿Cómo amaneciste?
—Por los momentos estoy bien, Maksin.
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Editado: 14.10.2025