Vesa
Libero un suspiro suave mientras me miro al espejo, terminando de acomodar el cómodo vestido amarillo que llevo puesto. Estoy lista para irme a mi primera cita con el obstetra. Corrijo: la obstetra, porque el señor de la casa prohibió que fuese un hombre. Por supuesto, reclamé, porque da igual si es hombre o mujer; lo importante es que el bebé sea tratado por un buen doctor.
Agarro mi teléfono y salgo de la habitación para ir a desayunar. Cuando llego al comedor, al primero que veo es a Maksin. Esta sentado en la mesa, la cual esta llena de comida, y al sentir el aroma y ver los colores, definitivamente mi estómago ruge.
Maksin de inmediato voltea a mirarme, me observa de arriba abajo.
—Buenos días, Vesa —levanta la mano y señala la silla vacía que hay a su lado.
Lo miro fijamente con el rostro contraído mientras rodeo la mesa alejándome de él.
—Buenos días, señor Endekov —acomodo la servilleta sobre mis piernas.
—¿Ahora que me tienes miedo?
—Pues, más lejos de ti, mejor, Maksin —hago una pausa mientras miro qué elijo para desayunar.
—Mmm —me mira fijamente con el rostro contraído—. Como quieras, Vesa.
No pierdo el tiempo y empiezo a elegir mi desayuno para luego comer tranquilamente, ignorando a Maksin, quien está a unos metros de mí.
—Por favor, avisa cuando estés lista para irnos al doctor.
Dejo los cubiertos por un momento y enfoco mis ojos en él.
—¿Qué acabo de escuchar? —levanto las cejas.
—Que avises para irnos al doctor, Vesa —vuelve a repetir.
—¿Tú vas a ir conmigo? —levanto las cejas.
Con una expresión suave y tranquila, agarra la copa que tiene jugo de naranja y se toma su tiempo para tomar un trago. Después la deja sobre la mesa y vuelve a mirarme.
—Sí, yo voy a ir contigo, Vesa.
—¿Y en qué momento yo te dije que podías ir conmigo? —levanto las cejas y parpadeo.
—No me interesa lo que tú digas, Vesa. El niño que tienes en el vientre es mío también y, por lo tanto, como su padre, tengo derecho a estar en el control y en cada uno de los momentos importantes en los que un padre debería estar. No tengo que pedirte permiso. ¿Te queda claro?
Lo miro fijamente con una línea en los labios.
—Suficiente con verte todos los días en la casa, Maksin, como para que también me tengas que acompañar a cada cita con el doctor.
—¿Qué? ¿Ahora me odias? Se te olvidó todo lo que… —lo interrumpo enseguida.
Levanto el mentón.
—Eso fue un error. Al final, uno nunca sabe con quién se enamora, ya que nunca termina de conocer a la persona. Soy un ejemplo de eso.
—Si, yo también —recalca.
—Tendré que buscar a un obstetra que esté en China y tener mi control con ese obstetra chino. Supongo que así podré ir yo sola a la cita.
Me observa fijamente.
—Vesa, adonde sea que vaya mi hijo para la cita del doctor, necesito ver que él esté bien.
—¿Tú necesitas tenernos controlados, Maksim? —elevo una ceja.
—Tengo todo el dinero suficiente y puedo tomarme el tiempo que a mí me plazca para ir contigo a China y asistir al control con el doctor, Vesa. No hay nada más que discutir como para que estemos intercambiando palabras tan temprano. Mejor sigamos nuestro desayuno en silencio. Debes estar bien, deja de discutir.
Rueda los ojos, liberando un suspiro cansado, y baja la mirada a mi plato, el cual ya estoy por terminar. Simplemente me esmero por comerme el último bocado.
Cuando Max termina su desayuno y luego lo hago yo, los dos salimos de la casa y subimos a la camioneta. El chofer no duda en acelerar en dirección a la clínica donde nos van a atender.
Me muevo quedando del otro lado del asiento y lejos de quien no ha hecho más que mirar su teléfono y hacer llamadas sobre, ¿quién? No me interesa.
Luego de varios minutos totalmente en silencio y mirando por la ventanilla, pensando y totalmente nerviosa porque no sé qué va a pasar en esa consulta con el doctor, simplemente me mantengo quieta mientras acaricio suavemente mi vientre.
Entre autos, personas, caminando, yendo a sus trabajos, la camioneta entra en el estacionamiento de una clínica. La camioneta se detiene al igual que las demás, que siempre han estado detrás siguiéndonos custodiando el vehículo en donde va su jefe.
Abren nuestras puertas y yo bajo al igual que Maksin, después junto con tres hombres nos encaminamos hacia él elevador y ambos subimos. Maksin marca el piso y en silencio esperamos. Cuando las puertas del ascensor se abren, dan la bienvenida a un pasillo largo con paredes blancas y piso gris, varias habitaciones a los lados y asientos de salas de espera. No hay nadie está todo solitario, sin embargo, no me sorprendo de nada, ya que obviamente si Maksin iba a pisar este lugar, era necesario que solamente estuviera disponible para él.
Los dos nos acercamos a una puerta y uno de los hombres se encarga de dar dos toques, y la puerta se abre con cuidado. Una hermosa mujer rellenita, rubia y con una sonrisa cálida y amable nos recibe, lleva puesta una bata con estampados de figuras en formas de chupetes para bebés en distintos colores.
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Editado: 14.10.2025