Maksin
Cuando la camioneta se detiene delante de las puertas principales, veo a Irenka de pie y de brazos cruzados esperando en la puerta. Conozco perfectamente bien su rostro de molestia y la expresión que ahora tiene en su cara es totalmente amargura y enojo.
Sé a qué se debe.
Sé que ha estado molesta porque ahora Vesa va a vivir con nosotros, pero su opinión me da igual. Es mi hermana, la amo, la adoro, pero quién manda aquí y quien toma las decisiones, soy yo. Y si quiero que la madre de mi hijo esté aquí conmigo, protegida y sin que no le falte nada en el embarazo, se va a quedar.
Los escoltas no dudan en bajar y abrir la puerta de Vesa, mientras que otro abre la puerta para mí. Cuando nos acercamos a la puerta, Irenka no se mueve, su mirada busca a Vesa quien se detiene a mi lado y también la observa con mucha seriedad.
—¿Me puedes decir qué hace Vesa Carter aquí? —pregunta Irenka observando a Vesa con una expresión solemne y despreciable.
—Qué más crees tú que hace Vesa aquí. Si está aquí es porque vive aquí, Irenka —expreso con voz grave.
—Después de todo lo que te hizo, ¿vas a tenerla aquí en la casa? —se queja, mirando a Vesa de arriba abajo.
—Primero que nada, no me veas de esa forma que no soy un bicho. Y segundo, ¿algún problema? —Vesa se cruza de brazo ya a la defensiva—. Si hay algún problema es mejor que de una buena vez, se lo digas a tu hermano frente a mí.
—Sí —expresa Irenka a la defensiva—. No tienes nada que hacer aquí, estuviste todo este tiempo, burlándote de nosotros, de mi hermano, de la familia, ahora, ¿piensas que después de todo te vamos a tener demasiado cariño y te vamos a recibir en la casa, como si nada hubiese pasado?
Vesa se ríe con amargura.
—Pero nunca me has tenido cariño, Irenka.
Irenka voltea a mirar a Maksin.
—No quiero verla aquí, no deseo que viva bajo el mismo techo conmigo.
Vesa voltea a mirarme con una expresión endurecida.
—Yo no voy a compartir el techo de una casa donde me desprecian y donde no voy a estar en paz. Me voy —refiere Vesa decidida.
—¡Ja! Es lo mejor.
—Silencio las dos —cruzo miradas con Vesa e Irenka—. Escuchen bien; van a entrar a la casa, se van a sentar en el comedor de la sala familiar conmigo —paso por el lado de Irenka y cruzo el umbral de la puerta.
—Pero… —me volteo de inmediato y miro a mi hermana.
—No lo voy a repetir —miro a Vesa, quien todavía sostiene esa molestia en su expresión—. Por favor —me giro y continúo mi camino.
Las escucho a las dos en total silencio caminar detrás de mí. Después de cruzar el umbral llego a la cocina, en donde veo a las chefs de la casa empezando a preparar todo para el almuerzo.
—Karina —miro a una de más chef—. Por favor, lleva tres vasos de malteadas. Fresa para Irenka, Vainilla para Vesa y los dos sabores para mí.
Karina mirándome, asiente.
—Sí, señor. Enseguida las llevo.
Abro el refrigerador y agarro tres botellas de agua.
—Te espero —refiero abriendo una de las botellas, mientras camino hacia la sala familiar y tomo agua.
Al llegar veo a Vesa, sentada en uno de los largos sofás de la sala mientras que Irenka está sentada en una de las sillas del pequeño comedor mientras fuma un cigarrillo. Ambas en silencio y mirando sus teléfonos.
—¿Tengo que poner un cartel de no fumar en los lugares cerrados de la casa? —me siento en una de las sillas al lado de ella y le quito el cigarrillo de las manos para apagarlo contra la piedra de mármol de la mesa—. Está embarazada, ¿no piensas que es una estupidez inmadura fumar mientras Vesa está?
—No la quiero aquí.
—¿Si escuchaste lo que dije antes de entrar? —levanto una ceja.
—Sí.
—¿Entonces por qué insistes en un tema que ya cerré, Irenka? —cuestiono con voz severa.
Apretando los labios, los frunce, mirándome furiosa.
—¿Quieres un castigo? —le planteo con una mirada severa.
No responde, sigue en silencio.
—Señor —escucho la voz de Karina, quien llega sosteniendo una bandeja con copas llenas de malteadas y una bandeja con distintos tipos de toppings para agregar—. Que lo disfruten.
—Gracias, Karina.
—A su orden, señor —se retira.
Miro hacia Vesa.
—Por favor, acompáñanos.
Baja el teléfono y voltea a mirarme. Se levanta del sofá y toma asiento en una de las sillas.
—Las pedí de su sabor favorito —agarro mi batido—. Ten, por si tienes sed —abro la botella y la pongo en el lugar de Vesa.
—Gracias —Vesa la agarra y no duda en tomar un trago.
—Gracias, hermanito —Irenka agarra su malteada.
—Me gusta la vainilla, pero ¿no había de chocolate? —me observa con atención.
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Editado: 14.10.2025