Yo estaba parada en el semáforo cuando la puerta de mi auto se abrió y un hombre herido irrumpió en mi auto y se desplomó en el asiento delantero.
—¡Vamos, amiga, acelera! — gimió él recostandos al respaldo del asiento. — Sálvame y yo no me quedaré en deuda. Vamos, rueda, ¡nena...! — el chico gimió y se apretó el hombro.
— A usted hay que llevarlo al hospital, — fue lo único que pude decir yo.
— Ni se te ocurra. ¿Tú vives sola? — yo afirmé confusa — Llévame a tu casa.
Con mucho trabajo logré arrastrarlo hasta el apartamento, con manos temblorosas marqué el número de mi amiga, ella es enfermera.
— Hola, Galina. El asunto es el siguiente, — pongo el modo de manos libres y empiezo a dar pasos por la habitación, el Robin Hood herido sigue sentado tranquilo contra la pared. Observa.
— Estoy escribiendo un libro. En mi historia, un hombre herido irrumpe en el auto de la heroína, ella lo lleva a casa y empieza a curarlo.
— ¡Vaya! ¿Y harán el amor?
— ¿Qué dices, ¿cómo hacer el amor? ¡Él apenas respira!, — desde la pared se escucha una risa ahogada, gemidos y crugir de dientes.
— Oye, ¿y es apuesto?
— No tengo ni idea, — su cara está echa una chuleta, murmuro y vuelvo a taparme la boca con la mano, al comprender que había hablado demasiado.
— Estás escribiendo un libro extraño, — dice mi amiga preocupada, — pero te diré algo. Si no hacen el amor, nadie leerá tu libro.
— De acuerdo, harán el amor, pero al menos deja que se recupere un poco.
Me despido apresuradamente, tomo el botiquín y comienzo cumplir las recomendaciones de Galina...
***
Hace siete años, le salvé la vida a un desconocido herido que irrumpió en mi auto. Luego él desapareció y me dejó en una celda bancaria 60 000 dólares y una nota: "Ovídame, Hey". Y yo supe que estaba embarazada.
Hoy, mi hija y yo paseamos por el centro comercial y encontramos a un niño pequeño que se ha perdido. Y que resulta ser su hijo...