Olvídame, Hey

Capítulo 4

No me da tiempo a sonreír a todos y responder a los cumplidos. Parece que hoy todos se han confabulado. Comenzó po el vecino en el semáforoб que conducía un Ford blanco: mientras estábamos parados uno al lado del otro esperando la luz verde, se las arregló para pedirme mi número de teléfono y averiguar si tenía novio.

— ¡Tengo a Robin Hood! — le dije riendo. El hombre todavía me siguió por un tiempo, hasta que se desvió en el cruce, parpadeando con los faros para despedirse. Y yo le soplé un beso.

Y solo después me di cuenta de lo extraño que eso sonaba. Me pregunto, ¿qué pensó?. Realmente espero que el conductor del Ford no piense que se trataba de un juguete de una tienda erótica. Sonreí el resto del camino, imaginando la cara que pondría mi inquilino si se lo contara... ¿tal vez deba contárselo realmente?

Yo acabo de aparcar el coche y ya él me hizo una llamada. Un guardia conocido me hizo un cumplido, e inmediatamente suena el timbre.

— ¿Ya estás en la oficina? ¿Quién es el tipo ese que está a tu lado?

Incluso miré a mi alrededor, tenía la impresión de que me estaba mirando con unos prismáticos.

— Es el servicio de seguridad, estoy en el estacionamiento. ¿Te sorprende que  aquí haya hombres?

— No me sorprende, sino que me exaspera, — no trata de negarlo — ¿no tienen otra cosa que hacer además de dar vueltas a tu alrededor? Te pedí que te cambiaras de ropa y no te pusieras esos zapatos...

— Ahora entraré en el ascensor y la comunicación se interrumpirá, — le advierto, y la comunicación realmente se interrumpe.

Nuestra oficina está en el último piso del centro de negocios. Me encanta la vista panorámica del río y la ciudad que se abre desde las ventanas de la oficina. Siento el olor del café, me exita con su aroma espeso y amargo. Me sirvo una taza y voy a dar un sorbo cuando el conocido número vuelve a aparecer en la pantalla.

— ¿Ya llegaste? — otra vez la voz de un comandante insatisfecho, y no puedo creer que esté tan preocupado por la próxima operación

Llamé al banco: la bóveda está abierta hasta las cinco de la tarde, ahora solo son las doce. Según el propio Robin Hood, no tardará más de media hora, incluyendo el cumplimiento de las formalidades. ¿Está realmente celoso? Qué tontería, no puede ser…

Pero enseguida recuerdo el "Sí, celoso" totalmente serio, las miradas apreciativas, que me tantean de pies a cabeza. Una onda caliente rueda desde el interior, llegando directamente a las mejillas, haciéndolas arder como calentadores infrarrojos.

Todos en la oficina me admiran como si antes viniera a trabajar en trapos viejos, con las uñas comidas y la cabeza sin lavar. Incluso resulta un poco ofensivo. Pero cuando Anna me ve, inmediatamente me toma de la mano y me arrastra a la oficina.

—  Cuéntame, Alexandra, ¿quién es él?

Me quedo paralizada, con los ojos saliéndose de las órbitas. Anna me mira de arriba hacia abajo y sonríe misteriosamente.

— ¿Te has visto en el espejo? Estás toda iluminada, y en la frente brilla la inscripción: "¡Estoy enamorada!”

— Tonterías, — murmuro confundida, — no me he enamorado, sólo estoy de buen humor…

— ¿Y por qué te brillan los ojos? — Anna sigue sonriendo.

— Porque el traje es hermoso, gracias, por cierto, desde por la mañana todos me hacen cumplidos. Y por eso, el estado de ánimo es bueno, — intento desentenderme, pero Anna no me cree ni por un segundo.

— Está bien, si no quieres, no me cuentes. Lo importante es que a ti te guste. Hiciste bien en teñirte el pelo, a los hombres les gustan las rubias.

En lo adelante hablamos sobre el trabajo. Hice mi trabajo a tiempo, Anna me elogia y me da una tarea nueva y me permite hacerlo de forma remota. Y no deja de sonreír de manera amplia y misteriosa.

Todo esto es una tontería, Anna acaba de comenzar un romance con el jefe del servicio seguridad, Andrei, por lo que ahora ve amantes por todas partes.

— El pedido es urgente, los clientes son importantes, así que no me falles, — dice Anna al final, y cuando ya voy saliendo, me llama. — ¡Alexandra! Me alegra que te estés convirtiendo en quien realmente eres.

— ¿En quién? — pregunto, deteniéndome. — ¿Qué usted quiere decir?

— En una hermosa mujer joven, no una adolescente en jeans.

Solo suspiro — una belleza como Anna puede darse el lujo de venir a trabajar incluso en pijamas, porque de todas formas se verá elegante. A veces, mi jefa incluso me sacaba de quicio cuando me regañaba por parecer somnolienta y tener las uñas rotas. Pero ahora le estoy muy agradecida.

Robin Hood llama de nuevo. Acabo de organizar los papeles que llenan la mesa, el orden en el lugar de trabajo y yo no somos conceptos compatibles.

— ¿Cuándo volverás a casa?

— Todavía tengo que ir al banco, — respondo, presionando el Teléfono contra la oreja y metiendo la carpeta en el armario, — luego, tal vez, vaya a ver a mi amiga. Volveré por la tarde.

— No hay necesidad de ir al banco. Ve a casa, no tienes por qué andar sola así por las calles.  Soy un tonto por haberte dejado ir sola, vuelve ahora mismo, no voy a llegar vivo hasta la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.