Por nuestra hija.

5

Laureano se fue adentro de la casa, alcanzó a María Clara y a la niña.

—Tenemos qué hablar. —Sus ojos parecían que se saldrían de sus órbitas. María Clara miró a Maite y le dijo:

—Lleva a la niña arriba y me esperan en la sala de descanso.

—Está bien. —Maite se llevó a Sofía. María Clara y Laureano volvieron al estudio, él cerró la puerta y se aseguró que las ventanas también estuvieran cerradas.

—Ahora sí, explíqueme ¿qué significa esto? ¿De dónde sacaste esa niña?

—Es nuestra hija. —Él apretó los dientes y señaló a María Clara con el dedo.

—No es cierto.

—No espero que me creas, el examen de ADN es el que dirá la verdad y no dejará dudas en ti.

—En caso de que fuera cierto, de que no estás mintiendo, ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Te dije que estaba embarazada cuando me echaste del pueblo.

—También me dijiste que era hija de Humberto y que ibas a interrumpir ese embarazo.

—Tú me obligaste a decirte eso… ese día me prometí a mí misma que mi bebé jamás iba a conocerte.

—¿Entonces por qué ahora dices que es mi hija?

—Sofía es la razón por la que tu padre agregó esa cláusula al testamento, no se trata de mí, se trata de Sofía, tu padre hizo por ella lo que tú jamás hiciste… porque eres un cobarde. —Laureano negó con la cabeza.

—¿Estás mintiendo verdad? Sólo quieres consternarme, jugar con mi la vida, para luego reírte cuando vea los resultados de esa maldita prueba de ADN.

Ella lo miró fijamente a los ojos.

—Te aseguro que no estoy mintiendo, si quieres, mira la marca que hay en la espalda de la niña, es la misma marca de nacimiento que tú tienes. —hubo una pausa en la conversación, Laureano comenzó a caminar de un lado para otro. Después María Clara agregó:

—Sólo te pido que no mires mal a la niña, ella no tiene la culpa de nuestros problemas, de los resentimientos que existen entre los dos. —él alzó la voz.

—¡Ha, qué sorpresa! me tienes resentimiento. Yo soy el que debo sentirlo, porque jamás te di razones para odiarme.

—Tengo muchas razones para odiarte, me hiciste mucho daño, pero eso ya no me importa. Sólo no te desquites con Sofía, ella tiene años deseando conocer a su padre.

—Si es así debiste traerla hace mucho tiempo.

María Clara sintió que sus ojos se estaban llenando de lágrimas, no quiso mostrar debilidad, se dirigió a la puerta y abrió, antes de marcharse le dijo:

—Trata bien a tu hija, ella se quedará a vivir contigo de ahora en adelante, cuando se cumpla el plazo de esa cláusula me iré.

—Te llevarás la fortuna que papá te dejó, supongo, eso es más importante que tu hija, la dejarás aquí conmigo.

María Clara estaba dándole la espalda, suspiró en silencio Y responde a sus palabras:

—Piensa lo que quieras, soy como el pingüino, tus palabras me resbalan.

Ello no era cierto, Laureano con palabras eran tan hiriente, con cualquier cosa que saliera de su boca tenía el potencial de clavarse como una estaca sobre su pecho, es que las heridas del pasado jamás sanaron, María Clara tenía el corazón herido desde que la difamaron y él la echó de su vida, a pesar de los años, no lo había superado, recordaba cada segundo sus insultos, sus amenazas, la manera como la sacó de su propia casa, por dentro sentía que no podía soportarlo. Pero recordaba la importancia de que su hija se uniera con su padre, eso la hacía callar.

María Clara fue a buscar a la niña en la sala de descanso, respiró hondo para no llorar, se contuvo, por dentro sentía muchas ganas de tirarse al piso y ponerse a llorar.

Maite estaba con la pequeña, mirando las fotos que se encontraban en un aparador.

—Mami, mira esta foto. —agarró un portarretrato, foto estaba Laureano cabalgando sobre un caballo negro.

—¿Ese es Destino? —María Clara fingió una sonrisa.

—Sí, ese es el caballo favorito de tu padre.

—Quiero conocerlo.

—Más tarde cuando se vayan todos los invitados, iremos a las caballerizas y podrás conocer a Destino. ¿Qué te parece si vamos a darnos un baño de agua tibia, debes estar exhausta por el viaje.

—Sí, vamos.

Maite se dio cuenta de que María Clara estaba triste, lo notó en su mirada.

—¿Qué sucedió?

—Vamos a preparar el baño.

—Yo me encargo, mejor acuéstate, sabes que debes guardar reposo, no debiste conducir hasta este pueblo.

Maite preparó la tina con agua tibia, y dejó a Sofía con sus juguetes de baño y fue a la habitación, María Clara estaba sobre la cama sosteniendo un cojín entre sus brazos. Tenía aflijo del rostro.

—¿Qué te dijo Laureano de la niña? —A María Clara se le aguaron los ojos.

—Él está cómo era de esperar, tiene dudas acerca de la niña.

—Es lógico, él no tenía idea acerca de la existencia de Sofía. ¿Por qué estás tan consternada? —María Clara agachó el rostro por un momento, luego se secó las lágrimas.




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