María Clara salió al jardín un rato a saludar a los invitados, pues Inés le dijo que no dejará en ridículo a Laureano delante de todo el pueblo.
Maite llevó a la niña a jugar con otros niños en un área del jardín donde había un pequeño parque infantil, esa tarde, Sofía conoció a varios niños de la familia y otros que eran hijos de los invitados.
Sofía subió a un columpio y comenzó a balancearse, de repente, una niña de nueve años, Esperanza, quien era sobrina de Barbara, la empujó con fuerza.
—¡Ay! ¿Qué haces? —preguntó Sofía cuando cayó del columpio.
—Es mío, tú lárgate.
—Pero yo lo agarré primero.
—Esta es mi casa, vivo aquí y tú sólo eres una intrusa, lárgate.
German, el hijo de Domingo, se acercó a ellas.
—Esperanza, ¿qué estás haciendo?
—Quiero que ella se vaya, me cae mal.
—Es una invitada, ¿Por qué la tratas mal?
—No te metas, eres un idiota.
—Llamaré al tío Laureano.
—Llámalo si quieres, él me dará la razón y sacará a esta intrusa.
—Voy a decirle a mi papá.
—Tu papá no es nadie en esta casa.
—El tuyo tampoco, él ni siquiera existe.
—Cállate mocoso.
Sofía se marchó del parque y se fue hacia donde estaban los invitados, caminó en medio de todos buscando a su madre, pero no la vio por ninguna parte, pensó en ir a buscarla dentro de la casa.
De repente miró hacia las caballerizas, recordó el caballo de su padre, del que su madre siempre le había hablado. En su rostro se dibujó una tierna sonrisa. Sofía determinó que ya era el momento de conocer a Destino. Giró su cabeza y miró de nuevo a todos lados buscando a su madre, pero ella no estaba por ninguna parte, tampoco vio a Maite.
Sofía se fue por la parte trasera del jardín, buscó la salida que le permitirá dirigirse a las caballerizas.
***
María Clara estaba conversando con Jimena, la esposa del domingo, ella la abrazó al verla. Fueron a hablar a solas en otra parte del jardín donde no había invitados que pudieran interrumpir su conversación.
—Han pasado tantos años desde que te fuiste del pueblo. No lo pude creer cuando me dijeron que ibas a casarte con Laureano, es que creí que él iba a casarse con Barbara.
—¿Tiene una relación con ella? —A Jimena le extrañó su pregunta.
—¿Por qué me preguntas eso? Tú eres su esposa. Domingo me dijo que ellos terminaron hace tiempo, que solo son amigos.
—Lo dudo, solo quieren ocultar la verdad.
—¿Qué verdad?
—Este matrimonio es una farsa, Laureano y yo en realidad no estamos juntos.
—No entiendo —dijo Jimena con cara de extrañeza. María Clara le contó todo acerca de lo que había sucedido y lo del testamento.
—No lo puedo creer, me extraña mucho que don Alberto agregue la cláusula ¿por qué lo hizo? Todos aquí pensaban que tú le habías sido infiel a Laureano con Humberto.
—Don Alberto descubrió que tengo una hija con Laureano.
—¿La niña está hace rato contigo en el jardín? ¿Es tu hija?
—Sí, es ella.
—Vaya, regresaste con muchas sorpresas, ¿Laureano sabe que es su hija?
—Ya se lo dije, pero para que no tenga ninguna duda y no diga que sea de Humberto, mañana mismo llevaré a la niña para que se haga el examen de ADN.
—Qué injusta ha sido la vida contigo, verdad me dio mucha alegría cuando vi que iban a casarse, creo que Laureano y tú merecen ser felices, deberían darse otra oportunidad, el destino los unió por una herencia, pero quizás es una oportunidad de comenzar de nuevo y dejar el pasado tormentoso atrás.
—Laureano y yo jamás seremos felices, al menos no juntos, yo jamás seré feliz con él… Jimena, voy a morir, es lo más seguro que puede pasar. —Jimena se puso de pie.
—¿Qué estás diciendo?
—Tengo un tumor en el cerebro que me está matando.
—¡No! Ahora que has regresado no puedes simplemente morir, existen tratamientos, o podrás operarte, debes luchar. —María Clara con una voz afligida respondió:
—Si me operan, existen pocas probabilidades de que sobreviva, el tumor se encuentra en un área muy difícil del cerebro, no pienso operarme, tendría que hacerlo muy pronto, si lo hago y muero, dejaré sóla a Sofía, pero si no me opero, tendré algunos meses de vida —Le brotaron lágrimas de sus ojos—. Podré estar con ella mientras se adapta a su nueva casa, y desarrolla una relación con su padre, con su abuela, y los demás. Por favor no se lo digas a nadie.
—Viniste a despedirte de Laureano, viniste a pasar los últimos días con el hombre que amas.
—No, no me interesa despedirme de Laureano ni estar con él, ese hombre no me interesa, Laureano me hizo mucho daño, le tengo mucho rencor; pero es el padre de mi bebé y necesito que la cuide.