María Clara detuvo a Jimena en el jardín.
—Si armas un escándalo no volveré a contarte nada. —Jimena respiró hondo de madera dramática.
—¿Cómo puedes callar tanta injusticia? Laureano te hizo mucho daño.
—No regresé a vengarme, ya conoces la razón por la que estoy aquí. —Jimena la miró compasiva.
—No mereces el daño que te han hecho, sobre todo él. Me da tanta impotencia, Laureano y tú pudieron ser muy felices.
—También siento impotencia, pero no puedo cambiar las cosas, Laureano eligió no creer en mí, pero han pasado muchos años desde entonces, aprendí a vivir con mi dolor y con él corazón roto. Si no sobrevivo a esa operación, me iré así como estoy, pero no voy a mover un dedo para hacer que él crea en mí, de ese modo, mantengo algo de dignidad conmigo misma.
***
Maite fue al parque infantil y no vio a Sofía, le preguntó a otros niños, pero ninguno le dio respuesta oportuna.
“Seguro está con María Clara.”
Se dijo en sus adentros, fue a dónde estaban todos, vio a María Clara, pero la niña no estaba con ella, recorrió todos los rincones del lugar, pero Sofía no estaba. Una mucama la buscó en la habitación pero no estaba.
Maite se acercó a María Clara.
—¿Sabes en dónde está Sofía
—No. ¿No estaba contigo?
—La dejé con los demás niños en el parque infantil.
Debe estar jugando en algún rincón, voy a buscarla. —Jimena agregó:
—Voy a decirle a Domingo que nos ayude.
Jimena fue a donde estaba Domingo con Laureano.
—La niña de María Clara no está en el parque infantil, hay que buscarla.
Laureano le dijo:
—A lo mejor entró a la casa.
—La mucama ya buscó pero no está.
Laureano fue a buscar adentro mientras los demás estaban en el jardín, María Clara subió a buscarla en la terraza y en todos los lugares donde suponía que la niña podía estar. Al rato bajó a la sala, allí estaban los demás, incluyendo a Barbara y a Fátima.
—No está por ninguna parte.
María clara con desespero les dijo:
—Pero debe estar en la casa.
—No señora, hemos buscado en todas partes, dentro y fuera de la casa. —dijo la mucama. María Clara negó con la cabeza,
—No, no.
Laureano estaba mirándola, vio su desespero, se acercó a ella y le habló con un tono de voz apacible.
—La seguiremos buscando, la casa es grande, aparecerá, es imposible que una niña tan pequeña se haya ido sola.
—Eso es lo que me da miedo. ¿Y si de verdad la guerrilla se la llevó? —Laureano la agarró de los hombros.
—Te aseguro que no es así. Yo mismo iré a buscarla, aunque me toque remover todas las piedras que hay en esta hacienda.
Laureano sintió angustia por la niña, aunque había dudas en su corazón acerca de si era o no su hija, pero en ese momento no había tiempo para pensar en esas cosas, sabía que encontrar a la niña.
—Mamá, por favor que todos los invitados se vayan, necesitamos buscar con tranquilidad.
—Sí hijo no te preocupes.
De repente María Clara sufrió un desmayo, Jimena la sotuvo en sus brazos.
—Ayúdenme.
Domingo la ayudó a sentarla. Maite se acercó.
—Hay que llevarla a la habitación.
—Espere a qué despierte. —Dijo la madre de Laureano.
—Ella está muy conmocionada, necesito atenderla cuando despierte.
Fátima y Barbara observaban la escena de reojo y calladas.
—Ella tiene razón —dijo Jimena—. Hay que llevarla a la habitación.
Domingo se ofreció a llevarla, pero Laureano intervino.
—Yo me encargo.
Se acercó a ellas, tenía el rostro serio, se quedó mirando a María Clara por un momento, dio un suspiro silencioso, luego inclinó su cuerpo y la cargó en sus brazos, después les pasó por él lado a Barbara y a la madrina, como si ellas no existieran y se marchó escaleras arriba.
Barbara y Fátima fueron a encerrarse en la habitación.
Barbara con amargura le dijo:
—Viste tía, ni siquiera me miró, ahora sólo tiene ojos para esa.
—No seas tonta, está preocupado por la mocosa, en vez de enojarte, finge que a ti también te preocupa.
—¿Entonces voy con él ahora?
—Ni se te ocurra, mantente al margen cuando él esté con esa mujer, no olvides que ahora están casados. Pero cuando tengas oportunidad de estar a solas con él, muéstrate comprensiva.
—¿Ves? Cómo lo dices me haces sentir como un cero a la izquierda, Laureano solo tiene ojos para ella. —Fatima arqueó las cejas.
—Eso sólo será por el tiempo que él necesita para recibir su fortuna, yo me haré cargo de que ese odio que él siente hacia ella, se intensifique aún más. —apretó los puños y sonrió maliciosa.