Por Siempre en tus Brazos

Capítulo 5

Otro doctor. Murphy está bien

 

Dana (Presente, más de cinco años después de la graduación)

 

Al día siguiente, después de mi episodio de angustia, me fueron a visitar mi mamá y mi hermana. Las notaba extrañas y distantes entre ellas, como nunca las había visto. Yo me había desligado de mi familia y de todo, cosa que lamenté porque al final, en mi mundo derrumbado a los únicos que tenía era a ellos. Yo había refugiado en el silencio y la distancia todas mis angustias de la guerra. No sabía muy bien qué había pasado con ellos, pero sin duda algo ocurría entre Abby y mamá.

Terminé sintiendo que me hacía falta aquella acción. En mis tiempos fuera de servicio no quería ir a casa, ni quería encontrarme con Jack, y estando en mi casa, con mi familia, verlo sería inevitable. Sabía que no era la misma, estaba más ensimismada, absorta, extrañando la adrenalina del combate y esa angustia que te mantenía alerta. Tenía pesadillas. Dana estaba desapareciendo y no quería que mis padres me vieran así, ni que compartieran este dolor que cargaba.

Sin embargo, ahora, en este estado, era casi obligatorio que me vieran, que me reconocieran, y descubrieran que estaba desnuda ante ellos en cuerpo y alma, incluso delante de Jack, que era mi médico. Mi mundo estaba de cabeza y era horrible.

Me dormí un rato.

<<Cuando abrí mis ojos… estaba en medio de una tormenta de arena. Vi a Murphy ser arrastrado por el viento. Yo lo sostuve tomando su mano, pero el viento lo alzaba ante mí, agitaba mi largo cabello y nuestras manos se comenzaban a separar lentamente.

Él gritaba pidiéndome que no lo soltara y yo le decía que jamás lo soltaría. Nos obstante el viento lo arrancaba de mi mano y Murphy se desvanecía en el aire devorado por la arena. Luego el ventarrón me arrastraba a mí, pero Jack me sostenía y yo le gritaba que me soltara, que me dejara ir, pero no lo hacía, me retenía.

La tormenta pasaba y quedaba suspendida en el aire hasta que Murphy caía frente a mí con el cráneo destrozado>>.

Me desperté gritando su nombre en mi mente ¡Murphy!, porque su nombre jamás salió de mis labios, más que gruñidos y gritos extraños ahogados en mi trastorno.

Reconocí a mi mamá que se acercó corriendo y a Jack. Supuse que Abby se había ido ya. Detestaba encontrarlo a él allí, que me viera así y sintiera lástima, quería que se fuera. Mi mamá me abrazó calmándome y Jack acarició mi cabeza, no quería que me tocara. Odié ese sueño lleno de pérdida y malos augurios. Tenía mis ojos llenos de lágrimas.

—Fue solo un sueño, Dana —dijo Jack tomando mi mano.

Con un descoordinado movimiento logré hacer que me soltara.

—¡Dana! —dijo mi mamá con la mirada triste—. Queremos ayudarte, eso es todo.

Usando el aparato de comunicación que me había dado Jack, escribí y reprodujo la palabra:

“Murphy”. Necesitaba saber que estaba bien

—¿Quién es Murphy? —cuestionó mamá.

—Es el cabo de su pelotón —respondió Jack—. Creo que son muy amigos, que se cuidan.

Volví a escribir:

“Murphy bien”

—No sé si está bien, Dana, pero puedo preguntar —profirió Jack.

“Habla so mamá”. Reprodujo el aparato a mi orden.

—¿Abrazo? —dijo mi madre— ¿Quieres un abrazo?

—Oh —gruñí.

Y sentí un enojo infinito que me llenaba porque ni siquiera podía escribir bien lo que quería decir, comencé a llorar y a sacudirme llena de ira. Mi mamá me intentó retener.

—Dana, te puedes hacer daño, mi amor.

Yo era fuerte, hacía flexiones como loca con mis hombres y largos recorridos, así que mamá no pudo conmigo, por lo que tuvo que intervenir Jack, abrazándome con fuerza, tratando de contenerme. Y percibí de nuevo esos aromas que me llevaron a mi juvenil primer amor, vinieron sin aviso aquel montón de memorias agridulces. Su hombro firme me hizo evocar aquellas tardes entre sus brazos. Su olor me hizo recordar nuestros besos de alientos enlazados.

Sentí aquel dolor de nuevo que no había podido vencer aún. Así que me rendí cerrando mis ojos. Se me salían las lágrimas y noté que Jack lloraba conmigo al verme así.

Decidí calmarme, traté de pasar mi cara por la almohada para limpiarme los ojos. Él entendió lo que trataba de hacer y tomó mi rostro entre sus manos limpiando mis lágrimas, y de nuevo tuve miles de memorias con él y sus manos, sobre mi piel, su tacto.

Tomé de nuevo el aparato y comencé a escribir más calmada.

“Habla sola mamá”

Jack me miró extrañado.

—¿Qué quieres decir, mi niña? —preguntó mamá.

“Habla sola co mamá”

Tenía que concentrarme para no desesperarme.




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