Hay instantes en la vida en los que quisiéramos realmente desaparecer. Como cuando tu madre cuentas tus penosos accidentes a todas sus amigas chismosas, cuando eres el blanco de una broma en el salón de clases, cuando tu jefe descubre que has estado haciendo cosas como entrar al facebook en horario laboral y se pone rojo del coraje porque le debes un reporte. O cuando descubres que esa persona te ha dejado de amar y tú has arruinado su boda. Si, en ese instante me encuentro ahora.
Aunque lo nuestro estaba acabado, una parte de mí, se resistía a admitirlo. Dicen que no hay peor ciego, que el que no quiere ver. Y creo que es verdad. Todos estos años espere una explicación, algo que pudiera justificar lo que hizo. Por mucho que repitiera que lo odiaba, guardaba una pequeña esperanza. Pero eso no pasara, no hay una explicación, no hay vuelta atrás. No sé porque he venido, soy una idiota.
―Necesito ir al baño ―murmuró en cuanto cruzamos la puerta, zafándome de su mano y echando a caminar por el lugar.
―¿Cómo es que ella sabe dónde está el baño? ―cuestiona el hombre que nos acompaña.
¡Ja! Si supiera que recorrí este lugar muchas veces, incluso desnuda. ¿Cómo podría olvidarlo? Pero claro, Dominick no parece tener intensiones por contarle y quizás sea mejor así. Justo ahora soy una mujer despechada y loca.
Entro y pongo seguro. Levanto el velo y observo mi aspecto. Mis ojos están rojizos y mi nariz también. Soy un desastre. Abro el grifo y lavo mi cara, intentando ocultar los rastros de lágrimas. Suspiro al ver con detenimiento mi aspecto de novia. Esto es tan irónico. Aquí era donde se suponía estaría aquel día, justo a esta hora, aquí pasaríamos nuestra noche de bodas, aquí comenzaría nuestra vida como marido y mujer.
Niego y retrocedo, dejándome caer sobre la tapa del excusado. Esto ha sido un error garrafal. Todas mis ganas de fastidiarlo han desaparecido. No tiene sentido, voy a morirme y él vivirá, posiblemente muchos años. Debería sentirme bien porque he conseguido lo que quería, pero no me siento nada bien. De hecho es peor ahora que sé que la ama. Dominick no es de los que se enamoran fácilmente, nunca tuvo relaciones serias antes de mí y lo sé de buena fuente. Sin embargo, se enamoró de esa plática y ahora lo ha dejado por mi culpa. Es bonita, más que yo y eso duele. ¿No se supone que las rivales son más feas? ¿Quién dijo esa mentira? ¡Qué va!
Busco mi móvil en el bolso y marco el número de Mani. No puedo quedarme de brazos cruzados. Esa no soy yo.
―¡¡Silvia!! ―Sonrió divertida al escuchar la urgencia que su voz trasmite. No porque me guste alterarlo, sino porque me hace saber que al menos a alguien le importa lo que me pase.
―Hola, Mani ―susurro intentando no llorar de nuevo.
―¿Dónde demonios estás?
―…pasajeros… abordar la puerta 4…
―¿Dónde estás tú? ―pregunto sorprendida por la voz de fondo.
―¿Pues donde crees? Acabo de llegar al aeropuerto.
―¿Por qué?
―¿Cómo que “por qué”? No puedo dejarte sola. ―Quizás esto era lo que necesitaba, un ángel, como lo ha sido él desde que nos encontramos. Tal vez es la oportunidad de remediar lo que he hecho.
―Necesito un favor.
―¿Qué? Silvia…
―¿Has escuchado de Michel Bali?
―¿Eh?
―Solo contesta.
―Por supuesto. ¿Quién no? Salió en la última revista del conejito…
―¿Tú lees eso? ―Eso sí que es inesperado. No me lo puedo imaginar mirando a esas mujeres con poca ropa.
―No tiene nada de malo… deja de reírte… espera ¿Por qué lo preguntas eso?
―Necesito que averigües donde se encuentra en este momento.
―¿Qué? ¿Por qué quieres saber eso?
―Porque necesito encontrarla.
―¿Para qué? Tú no estás en condiciones de perseguir a una modelo, para que te de clases de sensualidad. ―Rio con ganas ante su ocurrencia. ¿Clases de sensualidad? Eso ni naciendo de nuevo y seria lo último que haría en estos momentos.
―Mani ―digo sin poder evitar reírme―. No la quiero para eso. Solo…
―Si no me dices que pasa, no voy a ayudarte. ―Resoplo. No me pondrá las cosas fáciles, pero no tengo más opciones.
―De acuerdo. ―Suspiro resignada―. Ella se fue de la iglesia…