No comprendo lo que ocurre, su rostro luce pálido, sangra y su amigo no deja de gritarle al conductor de la ambulancia que acelere. Mantengo su mano entre las mías, cada segundo parece más fría. «¿Qué ocurre?», pregunto varias veces sin obtener una respuesta.
El vehículo se detiene y las puertas se abren, bajo intentando no soltar su mano y corro al interior del edificio.
―No puede pasar. ―Me detiene uno de los paramédicos. Miro con desespero al amigo de Silvia, pero él niega con la cabeza y empuja la camilla que desaparece detrás de las puertas blancas.
¡Esto no puede estar pasando! No ahora, no sin que le diga porque he venido.
****
Los minutos trascurren, nadie me da razón de ella. Estoy desesperado. Ella lucia bien ayer, un poco pálida, pero era la Silvia que conocí. ¿Qué ha pasado? ¿Qué está mal?
―¿Dominick Becher? ―pregunta una enfermera con urgencia.
―¡Yo! ―exclamo poniéndome de pie.
―Sígame. Deprisa. ―Corre por un pasillo y sigo su paso, a pesar de no entender nada.
―¿Qué sucede? ―No responde. Sacude la cabeza sin detenerse.
―Ahí ―dice señalando la puerta. Tira de la palanca y entonces la veo. Su amigo tiene el rostro sobre la camilla y llora. ¿Llora?
Silvia esta sobre la cama, parece tan tranquila, tan serena, podría jurar que está dormida, pero la maquina a su lado me dice algo distinto.
Con paso lento me acerco a la cama y tomo su mano. Ahora está completamente helada.
¡No! ¡No! ¡No! ¡Esto no puede ser! ¡Silvia! No me hagas eso… ¡No!
Ahora no es un hombre quien derrama lagrimas sobre su cuerpo inerte, sino dos.
¡No puedes dejarme, Silvia! No ahora.
****
Su funeral es algo sencillo. No he podido contactar con su madre ni tampoco con su hermana. Solo su amigo, otro médico, un par de enfermeras, así como 2 mujeres que no conozco asisten. Esto es deprimente. ¿Adónde fueron todos sus amigos? ¿Todos esos conocidos que siempre se jactaban diciendo cuanto la querían? ¿Dónde están?
No puedo expresar todo el dolor y culpa que siento. Me atreví a decirle que había destruido mi vida, cuando fue al contrario. Fui yo quien la destruyó. No debería ser ella quien este en ese ataúd. No debería acabar de esta forma.
―Toma. ―Miro a su amigo, quien me ofrece un sobre―. Es de Silvia. ―Con un nudo en la garganta lo acepto.
Una carta. Seguramente la ha dejado para hacerme saber cuánto me odia. No, ella no haría eso. No mi Silvia.
―Lo siento ―dice captando mi atención―. Por no dejar que entraras.
―Son las reglas ―respondo conteniendo las ganas de gritarle.
Si me hubiera dejar ir, si no me hubiera separado de ella habría podido decirle todo. Pero es tarde para eso. Ella se ha ido y nunca volveré a verla. Si no me equivoco, quizás no deseaba que la viera así, pero no puedo dejar de lamentar no haberle dicho nada. Ni siquiera “perdóname”. Eso es algo que siempre llevare acuestas.
****
Cierro la puerta del auto y abro el sobre. Me muerdo los labios y aspiro con fuerza antes de comenzar a leer.
“Hola, Dominick.
Si estás leyendo esta carta, es porque seguramente he tenido que rogarle a Mani para que te la entregue. En realidad, no estoy segura si lo hará, quizás nunca llegue a ti. Tal vez ni siquiera la leerás, puede que simplemente la rompas. De todos modos, necesitaba hacerte saber algunas cosas. Tenías razón. Fui para vengarme, ese era el plan original. Pero sabes que siempre he sido mala para eso y esto ha ido fatal. Comenzando por el vestido de novia que me queda horrible y los zapatos que me matan. Aunque no lo creas, llevo 3 años sin usar tacones, así que fueron un suplicio. Fue extraño volver a verte y saber que estabas tan bien. Si te soy sincera, sentí un poco de envidia, pero no viene al caso. Tengo varias quejas, si, puede que no te importe y prometí que no lo haría, pero no quiero dejarlo pasar. ¿Por qué la misma iglesia? ¿Eh? ¿Por qué usaste un traje parecido? ¿Por qué escogiste llevarla ahí para la noche de bodas? Eso me dolió y te odie. Porque yo escogí todas esas cosas y no fue justo de tu parte. Pero, si te soy sincera, han sido las mejores horas de mi vida. Puedes creer que estoy loca, yo pienso lo mismo. Porque a pesar de que ha pasado el tiempo, sigo pensando que eres igual de guapo que la última vez que te vi. Fue divertido volver a hacer cosas juntos. Como compartir una tarde contigo, viendo programas de variedades, aunque no hayas reído como me gustaba. También fue divertido escapar como si fuéramos ladrones. ¡Eso fue lo máximo! Incluido que me tocaras el trasero, con o sin intensión. Que me llevaras en tu espalda y escuchar tu risa descarada por mi torpeza. Tomar el transporte y verte dormir. Jamás creí que podría hacerlo de nuevo. Y aunque la última parte no fue la mejor, me dio gusto verte. Solo me arrepiento de algo, haberte hecho sufrir. Si, solo de eso, porque la plástica esa no te merecía. Sé que es la típica frase de perdedores, pero es verdad. Esa tipa no vale la pena y ojala que no pienses en rogarle y volver con ella, porque juro que iría a tirarte de los pies todas las noches… Me conoces, soy capaz.