Relatos sin desidia

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Hace algún tiempo, en una conversación con una amiga, sus palabras me hicieron reflexionar.

Ella dijo: «El atletismo, correr, para mí, es una sensación indescriptible. A veces solo quiero salir y despejarme corriendo, correr sola, me da igual dónde sea, solo quiero correr y pensar en lo mío».

En ese momento, sus palabras me emocionaron, pero no las entendí del todo hasta que las comparó con algo que a mí me apasiona: escribir.

«Es como lo que tú sientes cuando escribes y te sale solo», dijo.

Fue una frase breve, pero resonó en mí de manera significativa.

Al principio, pensé que era una tontería comparar el atletismo con la escritura. Sin embargo, después de pensarlo mejor, me di cuenta de que tenía razón. Pero, en el momento en el que formuló la frase, sus palabras me llevaron de vuelta a mis inicios como escritora.

Cuando comencé a escribir, lo hice con la esperanza de liberarme de los pensamientos que me atormentaban. Cada letra que plasmaba en el papel parecía ser una cadena que me ataba a los recuerdos que deseaba olvidar.

¿Por qué recordé mis inicios? Quizás fue porque disfruto contradiciendo a la gente. Sin embargo, esta vez, ella tenía toda la razón.

Cuando ella corre, solo con sus pensamientos como compañía, se siente libre, como un pájaro al alzar el vuelo.

Y cuando yo escribo, con miedo de ser incapaz de cumplir las expectativas que tienen sobre mí, también me siento como un pájaro al alzar el vuelo. Sin embargo, en mi caso, es como si fuera su primer vuelo: bajo, torpe y asustado.

 
 
 
 
 
 




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