A menudo, tengo que reflexionar sobre mis comienzos.
Me pregunto por qué escribo, y cuando no logro encontrar una respuesta, como suele ser habitual, me siento en mi cama, observo la pared y me cuestiono una y otra vez por qué me siento tan patética.
Ninguna de mis preguntas recibe respuesta, así que me coloco frente a mi libreta y cojo un bolígrafo, jugueteando con este hasta que logro hilar más de tres palabras. No voy a mentir; la mayoría de las veces no consigo nada, y termino sintiéndome aún peor, preguntándome si merezco ser llamada «escritora». Y la respuesta a esa pregunta llega con tal rapidez que me asusta.
No merezco ser llamada escritora, porque no lo soy. Para mí, la escritura es un medio de desahogo. Por mucho que me esfuerce, eso es algo que no cambiará.
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Editado: 26.06.2024