Se Solicita Esposa

3

Alejandra

—¿De verdad? ¿Así que me vas a mentir en mi cara? —digo, sintiendo que la frustración me consume—. Te vi salir con ella. ¿Cómo puedes ser tan insensible?

—No era lo que piensas. Estaba trabajando, y ella solo es una colega —intenta explicarse, pero su justificación me enfurece aún más.

—No quiero escuchar más mentiras. Esto no es solo un juego para mí. Estoy aquí, con nuestro bebé, y tú… tú no estás.

Ricardo me mira, y por un instante, parece que algo se quiebra en él. Pero lo disimula rápidamente.

—Desearía que me hubieras dejado explicarte —dice, pero no puedo soportar sus palabras.

—No quiero tus explicaciones. Quiero que te vayas —le ordeno, sintiendo que el dolor y la traición me abruman.

Él se queda en silencio por un momento, y luego asiente, dándose la vuelta para salir, Pero Leonardo abre la puerta de la habitación.

—¿Qué haces aquí, Leonardo? —pregunta Ricardo con desdén.

—Estoy aquí por Alejandra, no por ti —responde Leonardo, su voz firme y desafiante.

—¿Y qué? ¿Acaso crees que tienes derecho a involucrarte en mi vida y la de Alejandra? Yo soy el padre de ese bebé —Ricardo le responde, su tono cargado de arrogancia.

—Tu vida, tu bebé, ¿eh? —dice Leonardo, dando un paso hacia adelante—. ¿La misma vida que has estado arruinando? ¿La misma vida que has estado compartiendo con otra mujer?

Ricardo se ríe con desprecio, tratando de desestimar las acusaciones.

—No tengo que darte explicaciones. Ella es mi pareja, y tú solo eres un amigo que se entromete —dice, intentando desviar la atención.

—Un amigo que se preocupa por ella, algo que tú claramente no haces —le lanza Leonardo, su voz elevándose—. ¿Cómo puedes ser tan egoísta? La has hecho sufrir.

—¿Y tú qué sabes de sufrimiento? Siempre has estado ahí para aprovecharte de su vulnerabilidad, ¿verdad? —Ricardo responde, y la rabia se siente en cada palabra.

—No me hables así. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras lastimas a Alejandra —le dice Leonardo, su mirada fija en Ricardo como si quisiera atravesarlo con su determinación.

Ricardo se encoge de hombros, pero puedo ver que se siente acorralado.

—No necesito que te entrometas y tú no eres su salvador —responde, pero su voz ya no tiene la misma seguridad.

—Tus acciones son las de un cobarde —replica Leonardo, su tono cortante.

La tensión en la habitación es palpable, y siento que el aire se vuelve espeso. Ricardo, al ver que no tiene salida, da un paso atrás.

—Esto no ha terminado —dice, finalmente, antes de girarse y abandonar la habitación.

Después de la confrontación entre Leonardo y Ricardo, intento dormir, sintiendo una mezcla de caos y preocupación. Aunque la tensión en el aire se disipa lentamente, pero el eco de sus palabras aún resuena en mi mente. Me pregunto cómo se sentirá Leonardo después de haber estado cara a cara con Ricardo, ese hombre que había prometido ser mi compañero y que, en cambio, me ha traicionado de la forma más dolorosa. Sé que la amistad entre ellos es complicada, y me inquieta pensar en cómo esta situación podría afectar a Leonardo.

Leonardo ha sido una constante en mi vida desde que éramos adolescentes. Nos conocimos en la secundaria, donde nuestra amistad floreció entre risas y secretos compartidos. En aquel entonces, éramos jóvenes e inseguros, y la idea de ser una pareja nos parecía emocionante. Aunque nuestra relación como novios duró poco, siempre supe que había algo especial entre nosotros que iba más allá de lo romántico. Después de separarnos, nos convertimos en amigos inseparables. Fue un alivio para mi saber que, a pesar de la ruptura, podíamos contar el uno con el otro.

En este momento, mientras miro por la ventana del hospital, me doy cuenta de cuánto valoro a Leonardo. Su apoyo incondicional ha sido un pilar en mi vida, especialmente ahora que estoy viviendo esta montaña rusa de emociones. A lo largo de los años, hemos compartido momentos de alegría y tristeza, y su presencia siempre ha sido un refugio seguro.

Mientras pienso en todo esto, no puedo evitar sentir una punzada de culpa. Ricardo puede haberme herido, pero Leonardo no merece ser arrastrado a esta tormenta. Él es gay y siempre ha sido honesto conmigo sobre su orientación, pero a nadie más se lo ha confiado y he respetado eso; su lealtad hacia mí es inquebrantable. Me doy cuenta de que, aunque nuestra historia juntos como pareja fue breve, nuestra amistad ha crecido y evolucionado de formas que nunca imaginé. Su capacidad para amarme y apoyarme, incluso cuando ya no éramos pareja, es algo que valoro profundamente.

La noche avanza, y el silencio del hospital se hace pesado. La incertidumbre me rodea, y la ansiedad por mi futuro se mezcla con el dolor por la traición de Ricardo. Miro mi vientre, sintiendo una conexión profunda con el pequeño ser que crece dentro de mí. En medio de esta confusión, me aferro a la esperanza.

El sol entra por la ventana del hospital, iluminando la habitación con una luz cálida que me hace sentir un poco más esperanzada. Hoy me darán de alta, y lo que era un día fueron dos estando internada, por una parte, me sentí tranquila porque estaban enfocados totalmente en mi salud y la de mi bebé, y aunque estoy emocionada de salir de aquí, el nudo en mi estómago no desaparece. Ricardo no volvió a aparecerse.

Ángela llegó poco después, su rostro reflejaba preocupación y amor al mismo tiempo.

—¡Alejandra! —exclama, entrando en la habitación con una sonrisa que rápidamente se convierte en un gesto de alivio—. ¡Qué bueno que ya te dan de alta!

—Sí, gracias. Estoy lista para irme, en realidad —respondo, sintiendo que la ansiedad me recorre de nuevo.

—¿Tienes todo listo? —me pregunta mientras empieza a ayudarme a recoger mis cosas.

—No sé. Solo quiero salir de aquí y enfrentar lo que venga —digo, sintiendo que la lucha con Ricardo se avecina.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.