Alejandra
El día de la reunión ha llegado, y la mezcla de nervios y expectativa me acompaña mientras me dirijo al lugar acordado. La dirección que tengo anotada me lleva a un barrio elegante, donde las calles están adornadas con árboles frondosos y edificios que parecen sacados de una película. A medida que me acerco, la sensación de misterio se intensifica. Este no es un lugar cualquiera; se siente como si estuviera a punto de entrar en un mundo diferente, uno donde las reglas son distintas y la realidad se distorsiona.
Finalmente, llego a un edificio que destaca entre los demás. La fachada es imponente, con grandes columnas y ventanales que reflejan la luz del sol. Hay algo en el aire que me hace sentir como si estuviera cruzando el umbral hacia un lugar oculto. Respiro hondo y subo las escaleras, sintiendo que cada paso me acerca a lo desconocido. La entrada está custodiada por un portero que, con un gesto de cortesía, me permite pasar.
El vestíbulo es aún más impresionante. El suelo de mármol brilla, y las luces de cristal cuelgan del techo, creando un ambiente de opulencia. Sin embargo, no hay mucha gente. La soledad del espacio me hace sentir como si estuviera en un sueño. Al fondo, hay una puerta que parece llevar a un espacio más cerrado, y me dirijo hacia allí, mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Un hombre me recibe al abrir la puerta. Su aspecto es formal, con un traje oscuro y una sonrisa profesional. Me hace un gesto para que entre, y lo sigo, sintiendo que cada paso me lleva más adentro de este mundo inusual. La habitación es pequeña, pero está decorada con elegancia. Un gran escritorio de madera oscura ocupa el centro, y detrás de él, hay un hombre que parece ser el abogado del cliente misterioso.
El abogado se presenta con un tono cordial, pero su mirada es intensa, como si estuviera evaluando cada uno de mis movimientos. Me invita a sentarme, y aunque me siento un poco incómoda, me esfuerzo por mantener la calma. La tensión en el aire es palpable, y no puedo evitar sentir que estoy en una especie de juego.
Después de un momento de silencio, el abogado comienza a hablar. Su voz es clara y firme, y explica que el contrato que voy a firmar es crucial para el acuerdo. Me habla sobre la naturaleza del trabajo, y aunque ya tengo una idea de lo que implica, no puedo evitar sentir que hay más de lo que se dice.
—Como parte de este acuerdo, tendrá que firmar un contrato de confiabilidad —dice, y aunque sus palabras son tranquilizadoras, hay un trasfondo de seriedad que no puedo ignorar—. Esto es para proteger tanto a usted como a nuestro cliente.
La idea de firmar un contrato de confiabilidad me hace sentir aún más nerviosa. Me pregunto qué tipo de cláusulas podría incluir, pero trato de mantener la mente abierta. Es una oportunidad, y necesito enfocarme en eso.
A medida que el abogado continúa explicando, menciona la suma de dinero que recibiré por este "trabajo". La cifra es tan elevada que me deja sin aliento. En mi mente, empiezo a calcular lo que podría hacer con ese dinero, cómo podría utilizarlo para asegurar un futuro más estable para mi hijo. Pero al mismo tiempo, la naturaleza de este acuerdo me hace dudar. La idea de ser la esposa falsa de un desconocido es desconcertante.
—El contrato es por tres meses —continúa, y su tono es profesional—. Durante este tiempo, se espera que actúe como la esposa embarazada de nuestro cliente en diversas funciones y eventos sociales.
Mientras escucha sus palabras, la realidad de la situación se asienta en mí. Tres meses pueden parecer un tiempo corto, pero en este contexto, se siente como una eternidad. Me pregunto cómo será mi vida en esos tres meses, cómo me sentiré al asumir un papel que no es el mío.
El abogado me mira, y en su mirada hay una mezcla de comprensión y expectativa.
—Es una suma considerable, y estoy seguro de que esto le proporcionará el apoyo que necesita en este momento —dice, y aunque su tono es amable, hay algo en su forma de hablar que me hace sentir incómoda.
La idea de aceptar este trabajo me abruma. Por un lado, la necesidad de dinero y la presión de cuidar a mi hijo son innegables. Pero, por otro lado, la idea de ser parte de un juego en el que no tengo el control me aterra.
A medida que el abogado prosigue con los detalles, mi mente comienza a divagar. Pienso en lo que significa ser la esposa de alguien que no conozco, en cómo me sentiré al actuar en un papel que no me pertenece. La incertidumbre me consume, y aunque la oferta es tentadora, el temor a lo desconocido pesa en mi corazón.
Finalmente, el abogado me pasa una copia del contrato para que la revise. Al sostener el papel en mis manos, siento el peso de la decisión que estoy a punto de tomar. Mis manos tiemblan ligeramente, y aunque quiero leer cada palabra con atención, la ansiedad me hace dudar.
Mientras reviso el documento, me doy cuenta de que este contrato no solo implica dinero, sino que también conlleva un compromiso emocional. La idea de estar en una relación falsa y tener que actuar frente a otras personas me resulta aterradora. Sin embargo, la realidad es que necesito este ingreso, y el tiempo corre.
Con cada palabra que leo, la confusión se intensifica. La suma de dinero es tentadora, pero el costo de este acuerdo es incierto.
El ambiente en la oficina del abogado es tenso, y la luz que entra por las grandes ventanas apenas alivia la presión que siento en el pecho. El contrato está frente a mí, sus palabras parecen cobrar vida, desafiándome a tomar una decisión. No puedo permitir que el miedo me paralice, así que, con una mezcla de nerviosismo y determinación, decido que necesito aclarar mis dudas antes de seguir adelante.
—Disculpa, pero tengo algunas preguntas —digo, tratando de sonar firme a pesar de la incertidumbre que me inunda.
El abogado me mira, y su expresión es seria, como si supiera que esto es un momento crucial.