Alejandra
El nerviosismo corre por mis venas mientras me preparo para la reunión que cambiará el rumbo de mi vida. Cada movimiento que hago está impregnado de una mezcla de ansiedad y anticipación. Voy de un lado a otro en mi pequeño apartamento, buscando el atuendo adecuado que me haga sentir segura, aunque en el fondo, la inseguridad me abruma. La idea de convertirme en la esposa falsa de un desconocido es un desafío que me genera un torbellino de emociones.
Me detengo frente al espejo, observando mi reflejo. No soy una mujer que se destaque por su belleza; nunca lo he sido. Mis facciones son ordinarias, mi piel es pálida y mis ojos, aunque oscuros, carecen de ese brillo que alguna vez pensé que podría tener. Me veo como una mujer sin gracia, una sombra que pasa desapercibida en un mundo donde la apariencia lo es todo. Pero hoy, en este momento crucial, necesito encontrar algo en mí misma que me dé confianza.
Busco en mi guardarropa, intentando encontrar algo que me haga sentir bien. Elijo un vestido negro que me llega a las rodillas. Es sencillo, pero creo que con los accesorios adecuados podría dar una impresión más elegante. Mientras me visto, no puedo evitar que mi mente divague hacia la situación que me llevó a este momento. La necesidad de dinero y la desesperación me han llevado a aceptar esta propuesta extraña y, en muchos sentidos, aterradora.
Cada vez que pienso en lo que está por venir, mi corazón late más rápido. Me pregunto quién es este hombre. ¿Qué tipo de persona será? ¿Seré capaz de engañarlo, de ser convincente como su esposa? La presión de cumplir con las expectativas me hace sentir como si tuviera un peso enorme sobre mis hombros.
Mientras me coloco el vestido, me doy cuenta de que mis manos tiemblan. Intento calmarme, respirar profundamente y recordar por qué estoy haciendo esto. Necesito el dinero, y esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Pero, a la vez, el miedo a lo desconocido me consume. ¿Qué pasará si no puedo cumplir con el papel que se espera de mí?
Al mirar el reloj, me doy cuenta de que el tiempo se me escapa. Debo apresurarme. Busco en mis joyas y elijo unos pendientes sencillos que complementan el vestido. Al final, me veo en el espejo y, aunque no me siento completamente satisfecha, me doy cuenta de que debo hacer lo mejor que pueda con lo que tengo.
Mientras termino de arreglarme, mis pensamientos vuelven a un lugar doloroso. Desde que Ricardo me dejó, mi vida ha estado llena de incertidumbres. La tristeza que me dejó su partida es una carga que llevo conmigo. Me obligué a no pensar en el bebé, en su sexo, en el futuro. Había decidido que no quería saber nada hasta que naciera, hasta que pudiera sostenerlo en mis brazos. Pero la verdad se cierne sobre mí como una sombra.
Busco distraerme, así que reviso el cajón de la mesa. Entre papeles y objetos olvidados, encuentro un sobre sellado. Reconozco la escritura del médico. La curiosidad me pica, y un impulso me empuja a abrirlo. Dentro, hay una nota que revela el sexo de mi bebé. En ese momento, el mundo a mi alrededor se detiene. El conocimiento que he evitado durante tanto tiempo ahora está al alcance de mi mano. Pero no quiero saberlo.
El dolor me inunda, recordándome el vacío que dejó Ricardo. No sé si estoy lista para enfrentar esa verdad. La idea de que estoy a punto de convertirme en madre, de que un nuevo ser está creciendo dentro de mí, me llena de miedo y emoción. Pero también me recuerda la ausencia de su padre, el hombre que prometió estar a mi lado.
La mezcla de emociones me abruma, y con manos temblorosas, guardo el sobre de nuevo en el cajón. No estoy lista para lidiar con eso. No hoy. No mientras me preparo para ser la esposa falsa de un hombre que no conozco.
El nerviosismo vuelve a apoderarse de mí. La reunión se acerca, y aunque mi mente está repleta de pensamientos contradictorios, debo concentrarme en lo que tengo que hacer. Quizás este hombre sea la respuesta a mis problemas. Tal vez, al asumir este papel, encuentre una forma de reconstruir mi vida.
Salgo de casa, la ansiedad me acompaña. Cada paso hacia la reunión es un recordatorio de los riesgos que estoy tomando. ¿Seré lo suficientemente convincente?
El nerviosismo se apodera de mí mientras camino por las calles de la ciudad. Mis pasos son rápidos, casi frenéticos, y cada vez que el tacón de mi zapato golpea el pavimento, siento que el eco de mi inseguridad resuena en el aire. Hoy es el día. El día en que me encuentro con el hombre que se convertirá en mi compañero de engaño, el hombre que no conozco y que, sin embargo, tendrá un papel crucial en mi vida durante los próximos meses.
La dirección del restaurante se dibuja en mi mente, y a medida que me acerco, la fachada elegante me recibe con su brillantez. El nombre del lugar está grabado en letras doradas, y el ambiente emana sofisticación. Algo en el aire, la combinación de aromas y la música suave que llega desde adentro, me hace sentir un poco fuera de lugar. No pertenezco a este mundo de lujo, pero hoy no tengo opción. Debo ser convincente.
Al ingresar, un anfitrión me recibe con una sonrisa y me guía hacia una zona privada del restaurante. Mis manos están frías, y aunque trato de mantener la compostura, la ansiedad se siente como un nudo apretado en mi estómago. La mesa está dispuesta con elegancia, velas encendidas y copas de cristal que brillan bajo la luz tenue. Es un lugar íntimo y acogedor, perfecto para una cena romántica, y eso añade una capa de incomodidad a la situación. No estoy aquí para una cita, sino para representar a alguien que no soy.
Me siento en la mesa, mis pensamientos girando en torno a lo que estoy a punto de hacer. Debo actuar como si fuera la esposa de este hombre, como si todo esto fuera parte de mi vida normal. Pero la realidad es que todo se siente extraño y artificial. Mientras espero, me repaso mentalmente lo que debo hacer: sonreír, hablar, jugar el papel que me han asignado. Pero, ¿seré capaz de hacerlo?