Rafael
El ambiente en la oficina es tenso. La prensa está al acecho, y cada vez que me asomo a la ventana, puedo ver a los periodistas congregándose frente al edificio, cámaras en mano, listos para captar cualquier cosa que se les ocurra. Es un caos total, y la última cosa que necesito ahora es esta atención no deseada.
Mi socio, Edward, entra en la oficina con una expresión grave.
—Rafael, tenemos que hablar. —dice, cerrando la puerta tras de sí. Su tono es serio y me prepara para lo peor.
—¿Qué ha pasado ahora? —pregunto, sintiéndome abrumado por la presión que ya recae sobre mis hombros.
—El escándalo ha escalado. —responde, pasando una mano por su cabello—. Hay acusaciones de corrupción y evasión de impuestos que involucran a algunos miembros de la familia. La prensa está enloquecida.
Siento que el nudo en mi estómago se aprieta aún más.
—Genial. —murmuro, sintiendo la frustración crecer—. Justo cuando necesito que todo esté en calma, esto sucede.
Edward asiente, comprensivo.
—Y no solo eso. —continúa—. Te están buscando a ti también. Quieren una declaración, quieren saber cómo esto afecta a la firma.
Eso me molesta aún más.
—Como si no tuviera suficientes problemas. —respondo, sintiendo que la presión se acumula—. Estoy a punto de viajar con una mujer que se hará pasar por mi esposa. No puedo lidiar con esto ahora.
Edward frunce el ceño, claramente preocupado.
—Lo sé, pero no podemos ignorarlo.
A medida que la mañana avanza, la presión se vuelve casi insoportable. La sensación de que el tiempo se está agotando me empuja a actuar. Decido que necesito más información sobre el escándalo que ha estallado en torno a mi familia. Tomo un respiro profundo y me dirijo a mi oficina, donde hay un ordenador que me espera. La pantalla brilla ante mí, y no puedo evitar sentir un escalofrío al pensar en lo que podría encontrar.
Me siento y comienzo a buscar en línea, tratando de encontrar cualquier noticia relacionada con la situación actual. Las palabras "escándalo de corrupción" y "familia de Braganza" se convierten en los términos que más busco. A medida que navego, los titulares son cada vez más alarmantes. Los medios no escatiman en detalles, y cada artículo parece estar lleno de especulaciones y acusaciones. Mi corazón se acelera mientras leo sobre las implicaciones legales y las posibles consecuencias para la firma y la familia.
Con cada nuevo artículo que aparece, la frustración crece dentro de mí. La prensa está teniendo un festín con esto, y no puedo evitar sentir una punzada de indignación. Pero a medida que sigo indagando, hay un nombre que aparece con más frecuencia: mi hermano mayor, Nicolás. La revelación me golpea como un puñetazo en el estómago. Nico ha sido una fuente constante de problemas para nuestra familia, pero nunca imaginé que pudiera llevar la situación a este extremo.
Recuerdo todos los años que hemos pasado juntos, desde la infancia hasta la adultez. Siempre ha sido el rebelde, el que no se conforma con las expectativas familiares. Mientras yo luchaba por mantenerme en el camino correcto y asumir el rol que se esperaba de mí, Nicolás se sumía en un estilo de vida despreocupado, lleno de excesos. Era el hermano mayor, el que debería ser mi modelo a seguir, pero, en cambio, solo se convirtió en una carga.
A medida que sigo leyendo, descubro que implica inversiones arriesgadas en negocios oscuros, conexiones con personas cuestionables y decisiones que han puesto en peligro el legado familiar. Cada nuevo detalle que aparece solo intensifica mi frustración y mi decepción. Siento que el peso de las decisiones de mi hermano cae cada vez más sobre mí, y es insoportable. ¿Por qué tuvo que llevar su vida de esa manera? ¿No se dio cuenta de que sus acciones afectarían a todos nosotros?
La indignación me consume mientras pienso en las reuniones familiares, en las discusiones en torno a la mesa, donde siempre intentábamos mantener las apariencias. Mientras yo trataba de ser el hijo responsable, Nicolás se deslizaba entre las sombras, haciendo lo que le plazca, sin pensar en las repercusiones. Ahora, el escándalo está aquí, y todo el mundo está mirando. Todas las miradas están puestas en mí, como si yo tuviera la culpa por las decisiones de un hombre que debería haber asumido el liderazgo en lugar de dejarme cargar con su desorden.
Siento que mi mente se acelera mientras pienso en cómo manejar esto. ¿Debo confrontarlo? ¿Debería ir a buscarlo y exigir respuestas? Pero la verdad es que no sé dónde está ni cómo podría encontrarlo. Su vida es un torbellino de fiestas, excesos y escapadas. Nunca se preocupa por las consecuencias, y ahora, esa falta de responsabilidad nos está costando a todos. Me siento atrapado en una red de decisiones que no son mías, y la ira comienza a burbujear desde dentro.
El teléfono en mi escritorio vibra, sacándome de mis pensamientos. Es un mensaje de Edward, mi socio. Pregunta si he encontrado algo nuevo sobre la situación. Respondo rápidamente, diciendo que estoy investigando. Pero en el fondo, el verdadero problema no es solo la prensa o el escándalo en sí. Es mi hermano, y su incapacidad para ser lo que se esperaba de él.
Con cada nuevo artículo que leo, me siento más impotente.
Decido que necesito hacer algo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi familia se desmorona a mi alrededor. Me levanto de la silla y comienzo a caminar por la oficina, sintiendo la tensión acumulándose en mi cuerpo. No es solo una cuestión de orgullo familiar; se trata de mi propia reputación, de mi futuro, y de la imagen que tengo que proyectar como abogado.
La presión aumenta a medida que el tiempo avanza. Cada minuto que pasa me acerca más al viaje, y la idea de llevar a Alejandra a medio camino de un escándalo no me deja en paz. ¿Cómo voy a explicarle todo esto? ¿Cómo va a reaccionar al ver a la prensa acechando en cada esquina? La verdad podría salir a la luz y dejar en claro que no es mi esposa y que Clara está en un hospital en coma.