Se Solicita Esposa

12

Alejandra

El aire fresco de la mañana entra por la ventana mientras me acomodo en la silla del consultorio de la ginecóloga. Siento un ligero nerviosismo en mi estómago, pero trato de calmarme. He decidido cambiar de médico por razones evidentes; no quiero que Ricardo se entere de lo que pase en mi embarazo. Desde nuestro último encuentro, él ha continuado desaparecido, cumpliendo con su palabra, yo era la que deseaba ser madre y para él no tiene importancia. Es como si jamás hubiéramos compartido nada, y esa indiferencia, aunque no quiera, me duele, por cinco años estuve viviendo una farsa, si no me amaba, si no deseaba tener un hijo conmigo, ¿para qué me ilusionó? ¿Por qué aceptó seguir con los tratamientos a los que me sometí?, quiero entender y no puedo.

La doctora entra al consultorio con una sonrisa amable, y eso me brinda un poco de tranquilidad.

—Hola, Alejandra. ¿Cómo te sientes hoy? —pregunta, revisando mis datos en la computadora.

—Hola, doctora. Estoy bien, un poco nerviosa, la verdad. —respondo, sintiendo que la ansiedad se asienta en mi pecho.

—Es normal sentirse nerviosa, especialmente en esta etapa. Vamos a hacer un chequeo completo y asegurarnos de que todo esté en orden. —me dice, y su tono es tranquilizador.

Mientras me examina, me concentro en su voz, intentando distraerme de las dudas que me invaden. La última vez que estuve con Ricardo fue una experiencia confusa y dolorosa. Había tantas promesas y planes, y ahora, él parece un recuerdo borroso que me atormenta.

Al salir de la clínica, me siento un poco más aliviada; el chequeo ha salido bien, y el bebé está sano, podre viajar sin problema. Esa es la única cosa que realmente importa.

Apenas pongo un pie fuera de la clínica, mi teléfono vibra en el bolsillo. Saco el dispositivo y veo que es una llamada de Edward, el socio de Rafael. Me sorprende un poco, pero contesto.

—Hola, Edward. —digo, tratando de sonar tranquila.

—Hola, Alejandra. —responde su voz, clara y directa—. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias. Acabo de salir de la clínica. —le informo, sintiendo que la tensión en mi cuerpo comienza a aflojarse.

—Eso es bueno. Escucha, tengo noticias sobre tu viaje. —dice, y su tono se vuelve serio.

—¿Qué tipo de noticias? —pregunto, sintiendo que la ansiedad vuelve a acumularse.

—Vas a viajar mañana, dos días antes de lo previsto. —me dice, y el corazón me da un vuelco.

—¿Mañana? —repito, sorprendida

—Es precipitado, pero es necesario. —responde Edward, su voz firme—. Rafael está lidiando con algunas cosas y necesita que estés allá.

La idea de viajar tan pronto me pone nerviosa. No solo tengo que enfrentar la situación con Rafael, sino que engañar a otras personas sobre mi relación con él y mi bebé.

—¿Y estaré sola? —pregunto, sintiendo que la preocupación se apodera de mí.

—No te preocupes. Vamos a asegurarnos de que todo esté bien. —me afirma—. Solo necesitas estar lista para viajar.

—Está bien. —respondo, aunque mi mente está llena de preguntas y dudas.

—Recuerda, Alejandra, esto es importante. —dice Edward, y puedo notar la urgencia en su tono—. No dejes que la situación te agobie.

Corto la llamada y me quedo de pie en la acera, mirando a mi alrededor. El bullicio de la ciudad parece distante mientras mi mente se sumerge en pensamientos sobre el viaje. Necesito prepararme, y no solo en lo físico. Hay tantas cosas en juego.

Camino hacia mi auto, sintiendo la presión aumentar, al pensar que por culpa de Ricardo estoy pasando por todo esto. No puedo dejar que su recuerdo se interponga en mi vida. Él ha elegido desaparecer y, aunque la incertidumbre de su ausencia me inquieta, no puedo permitir que eso me afecte ahora. Mi prioridad es el bebé y estar a la altura de lo que se espera de mí.

Al llegar a casa, me siento abrumada por la idea de empacar. La maleta que había ido preparando para el viaje original ahora necesita ser revisada y ajustada.

Mientras empaco, mi mente divaga hacia lo que sucederá una vez que llegue. ¿Cómo será mi relación con Rafael? La idea de ser su esposa en falso me hace sentir un poco incómoda, pero sé que es lo que debo hacer para cumplir con mi trabajo. Sin embargo, no puedo ignorar que hay un vacío entre nosotros, que no sé cómo llenar para que esto funcione; se supone que debe existir amor en un matrimonio, no creo ser capaz de fingir amor.

Cierro la cremallera de mi maleta, un susurro de ansiedad recorre mi cuerpo. He estado empacando durante horas, tratando de asegurarme de que no olvide nada esencial para mi viaje. Cada prenda que elijo parece llevar consigo un peso emocional, como si cada decisión estuviera conectada a la incertidumbre que rodea la situación de Rafael y su familia.

Decido hacer una pausa y me acerco al televisor. Con un ligero movimiento, lo enciendo, y el brillo de la pantalla ilumina la habitación. De inmediato, una voz en off capta mi atención.

—... en las noticias de hoy, un nuevo escándalo sacude a la familia Braganza. —anuncia el presentador, y mi corazón se acelera al escuchar su nombre.

Me quedo de pie, paralizada, mientras la imagen de la familia de Rafael aparece en la pantalla. Su rostro serio contrasta con las sonrisas de las fotos familiares que se despliegan en el televisor. La reportera continúa hablando.

—Las acusaciones de corrupción han llevado a la familia a la cuerda floja, y la atención mediática está en su punto más alto. Fuentes aseguran que la situación podría empeorar en las próximas horas. —la voz de la reportera es grave, y siento que un escalofrío recorre mi espalda.

—No, no, no… —murmuro para mí misma, sintiendo que el pánico comienza a apoderarse de mí.

El presentador sigue hablando, pero mis pensamientos se desvían. ¿Qué estará pasando con Rafael? Justo cuando intento procesar la información, el televisor muestra imágenes de periodistas apostados frente a las oficinas de Rafael y frente a la mansión de su familia. Sus preguntas se mezclan en el aire, y puedo ver a los miembros de la familia entrar y salir, tratando de evitar el acoso.




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