Maeva.
Al descender del avión me coloque mis gafas de sol. Camine un par de pasos y para mi mala suerte el señor Schoweizer compareció ante mí.
Genial, lo que faltaba.
—Me alegra saber que te redimiste Maeva.
—Schoweizer.
—Maeva, déjate de cosas y sube al auto.
—Subiré al auto si me deja estudiar lo que verdaderamente me gusta. Subiré si me deja elegir al hombre con el que desee casarme.
—Tú tienes que estudiar administración de empresas Maeva.
—No señor Schoweizer.
—Entonces no quiero verte. -ante esas palabras me encogí de hombros. —Hasta que no desistas de estudiar bellas artes, no quiero volver a verte, Maeva.
—Entonces, que así sea.
Los ojos de mi padre se clavaron en los míos, y por un minuto pude ver como los de él se cristalizaron.
—Espero que no se arrepienta después, señor Schoweizer.
—Nunca me arrepiento de nada, Maeva.
Eso lo sé. Quise agregar, pero me mantuve en silencio porque mencionarle a mi hermana a esta altura de juegos le provocaría un infarto.
—Siendo así, fue un gusto volver a verlo señor Schoweizer. Recuerde no exponerse mucho al sol y espero que sea feliz.
Tras esas palabras seguí mi camino y cuando estaba a medio camino la voz de mi hermana se alzó por encima de todo.
Oh, no.
—¡Maeva…!
Por un momento giré mi cabeza y al colocar mis ojos en mi padre hice una mueca.
Schoweizer perdió a sus dos hijas por su necedad.
—Hermana.
Antes de que pudiera reaccionar, la voz de papá nos dejó totalmente heladas.
—Así que seguirás los pasos de tu hermana, Maeva. Ahora que veo que es verdad lo que dicen: Dios las crea y el diablo las junta.
—Señor Schoweizer. -espetó Pía con voz ahogada.
—Pía, ya está bueno.
—Él no dará su brazo a torcer, Maeva. Lo conoces muy bien.
Después de decir esas palabras Pía se alejó de nosotros.
—Aun viviendo en la miseria, ella no se redime y acepta su error al preferir irse con ese fulano, que a su familia.
—Señor Schoweizer, Pía es igual o peor que usted. Así que no espere que se redima a si por así.
—Maeva, acepta tus responsabilidades.
—No, padre. Si no vas a aceptar que estudie bellas artes, no volveré.
—Me dejaras solo Maeva. ¿Harás lo mismo que hizo tu hermana?
—Si mal no recuerdo usted fue quién dio un ultimátum, señor Schoweizer.
—Maeva…
—Volveré cuando aprenda a respetar mis decisiones, papá.
Tras decir esas palabras empecé alejarme de él
El señor Schoweizer no aceptará nunca que estudie bellas artes, así que estoy cien por ciento segura de que pasará mucho tiempo antes de que vuelva a encontrarme con él.
Después de caminar un par de pasos me encontré con Pía sentada en el suelo llorando.
—Pía.
—No, Maeva.
—Le quieres, y por eso te duele.
—Perdí a mi familia por alguien que no valía la pena. Perdí el amor y confianza de mi padre por un pene corto que no vale ni un cacahuate.
—Todavía puedes levantarte e ir con papá.
—¿¡Estás loca…!?
Ya lo dije, Pía y el señor Schoweizer, son tal para cual.
—Entonces levántate y vamos a por una buena cerveza.
—Tendré que hacerlo.
Le extendí mi mano izquierda para ayudarla a levantarse y antes de que Pía pudiera tomar mi mano, se fijó en cierto anillo.
—¿Y esto? No me digas que te casaste.
—¿Casarme yo? No me hagas reír.
—Entonces como explicas que llevas ese anillo en tu dedo anular.
—Ayude a un conocido a darle una lección a una perrita del mal, y ahora no puedo quitarme el anillo. Eso es todo.
—¿Estás segura?
—Claro, ¿Qué más podría ocultarte?
Pía acepto mi mano y una vez sobre sus pies, me miró fijamente a los ojos.
—Te conseguí un lugar en el ancianato, Maeva. Pero te voy a advertir algo… Roger es mío.
—¿Eh?
—Mas adelante lo entenderás, hermana. Ahora vamos a por un par de cervezas porque está situación me dejo con un mal sabor de boca.
—Estás loca, Pía.
—Las Schoweizer, estamos loca de naturaleza.
—Ex-Schoweizer, querrás decir.
—No me jodas, Maeva.
Pía tomó mi maleta entre su mano y empezó a arrastrarla.
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Editado: 19.08.2025