Maeva.
Tres semanas después.
—Maeva, tienes que buscar algo que hacer. Porque no te puedo tener aquí friendo y comiendo.
—¿Soy una carga verdad?
Pía rodo sus ojos.
—No, pero no quiero que te quedes en casa sin cumplir tus sueños.
—¿Qué más puedo hacer, Pía? No ves que me sacaron el ancianato, sin darme tiempo a explicar lo que sucedió con ese anciano.
—Solo a ti se te ocurre seguirle el juego a un anciano pervertido.
—Yo no sabía que él se infiltraría en mi habitación a observarme desnuda. Así que hice lo que tenía que hacer.
—Hacer que tuviera un infarto ya es ir demasiado lejos, hermana.
Me arrope con mi cobija e intente pasar de Pía, pero ella me arranco la cobija, dejándome al descubierto y con frío.
—Roger te consiguió una entrevista de trabajo.
—Si es de ese promiscuo al que te coges, no quiero nada.
—Si no quieres quedarte en la calle es mejor que levantes tu culo de la cama, busques tus mejores trapos y vallas a por ese puesto de trabajo, querida. Porque de que tienes que generar dinero, tienes que generar dinero.
Rodé mis ojos, e intenté hacer caso omiso a las palabras que Pía me había dicho.
—Tienes tres segundos para levantarte, Maeva Schoweizer. Porque de lo contrario tendrás que irte a vivir debajo de un puente.
—No eres tan malvada como para dejar a tu pobre hermano vivir debajo de un puente.
—A la buena, soy buena. Pero a la mala, soy mala.
Y eso que dice que no se parece tanto a papá.
—Está bien iré, pero que te quede claro que sí no consigo el trabajo no me molestaría más con el tema.
—Si no consigues el trabajo, buscarás otro. Pero de que buscas algo que hacer, buscas algo que hacer.
Tras decir esas palabras Pía salió de la habitación.
—Me cayó la sal. -espeté con desgana, pero aun así me levanté de la cama. —Vamos a por esos millones Maeva.
¿Millones?
Claro que millones porque yo no venderé mi cuerpo por una chilata de dinero. Quién decida tenerme tendrá que ofrecerme mucho dinero, porque de lo contrario no le daré mi cueva del gozo casi virgen.
—¡PÍA…! -exclame a gran voz.
—¡¿QUÉ?!
—¿¡CON O SIN ROPA INTERIOR…!?
Ante esa pregunta mi hermana ingreso a la habitación, con una ceja enarcada.
—¿Qué clase de trabajo piensas que Roger te está buscando?
—Dama de compañía, o algo por el estilo. Porque nada bueno puede estar buscando un promiscuo como él.
—No todo es iniquidad, hermana.
—Y me lo dices a mí, Pía Schoweizer.
Mi hermana me mostró su dedo corazón.
—Iré a trabajar, y cuando regrese quiero escuchar que tienes un trabajo, Maeva.
—No te prometo nada, hermana.
—Más te vale que tengas un trabajo para cuando regrese Maeva.
—Perro que ladra no muerde.
—Esta perra va a ladrar y a morder, querida.
Las cartas están echadas para mí, y para mi mala suerte tengo las de perder.
—No tenemos que llegar a ese extremo, hermana.
—Más te vale, Maeva. Más te vale.
Una vez lista coloqué la dirección del lugar en el GPS, y empecé a caminar, porque no tenía ni un quinto para un taxi.
La vida de pobre es algo que nunca pensé en vivir, pero ahora que me ha tocado es algo totalmente frustrante, porque pasé de tener un auto último modelo, a andar a pie. De tener un clóset abarrotado de ropa, a tener como mucho veinticinco pares de ropa, y ni se diga de los zapatos, antes jugaba con los calzados y ahora tengo un solo par de ellos. Mi vida es un desastre, pero aun así no quiero someterme a los deseos de mi padre. Estudiar lo que a él le salga del Ricardo, y casarme con quién le ofrezca una alianza beneficiosa. No, eso sí que no. Así que prefiero gastar las suelas de mis zapatos caminando.
A tan solo unas cuadras de la casa de Pía, mis dos zapatos perdieron el tacón.
Ven… les dije que las cartas estaban echadas en mi contra.
—Genial, ahora tendré que caminar descalza, porque a ustedes le dieron la gana de dejarme en medio del mar, sin un salvavidas.
Me retiré ambos zapatos y empecé a caminar. Pero a tan solo un par de pasos, me cayó encima un balde de agua helada.
En ese momento me quede totalmente tiesa en mi lugar, sin saber que hacer o a quién maldecir.
—Oye, eso te pasó por estar en el lugar incorrecto, a la hora incorrecta.
Ahora resulta que yo tengo la culpa de todo.
Apreté con fuerza ambos zapatos en mi mano, y tras pensarlo mucho, decidí tomar acción por lo que acaba de pasar.
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Editado: 19.08.2025