Johan.
La conversación con mi abuelo terminó cuando la fresa desabrida se unió a nosotros y como siempre fue el centro de atención.
Tomé mi tasa de café y me alejé los más que puede de ella, porque su sola cercanía me provocaba deseo de matarla.
—Abuelo, ¿quieres acompañarnos al acuario?
Enarque una ceja y espere con paciencia la respuesta de mi abuelo.
—Me encantaría, pero tengo que atender un par de asuntos que me aquejan, pero en una buena representación mia, Johan los acompañará.
Si no me hubiese tragado el café de seguro se lo abría lanzado a la cara a mi abuelo.
—No sé si sea buena idea, abuelo.
—No puedes comprometerme a ir con ella, porque no sabes si tengo planes.
—Tus planes los fines de semana son los mismos siempre, Joan. Así que no vengas con cuentos de que tienes algo más importante que hacer.
—Saldré con Roger. -espeté como último recurso.
—Sí, claro. A otro perro con ese hueso, Johan.
Le di otro trago a mi café.
—¿Dónde está el príncipe de casa? -cuestiono el abuelo.
Ese renacuajo no es y nunca será el príncipe de esta casa, porque hoy mismo se larga con la loca de su madre y espero no tener que recurrir a traerlos nuevamente.
—Durmiendo.
—Si tuviera un bisnieto desearía que fuese tan hermoso como ese bebé. Johan, deberías cumplirme el sueño de acunar entre mis brazos a tu hijo.
—Con lo agrio que es. No dudo que las mujeres huyan de él. -la fresa desabrida sonrió. —Pobre de aquella ingenia que obliguen ser tu esposa.
Como siempre ella tiene una moneda de cambio para contestar. Pero yo tengo otra.
—Si supieras la vueltas de la vida, no dirías esas palabras, hija.
—Conozco las vueltas de la vida, por ello me compadezco de la pobre indefensa que le toque mi vivir bajo el mismo techo, porque con semejante limón no le quedará que hacer una limonada, con tanto agrio.
—Pobre del loco que desgraciadamente le toque lidiar contigo porque eres una fresa desabrida y sin chiste. -le devolví el ataque, con más veneno de que ella había utilizado. —Contigo hacen un batido y tienen que vertirle medio bol de azúcar.
Ante tal ataque, la fresa desabrida se hizo la desentendida y paso de mi.
—Ire a buscar al amor de mi vida, para que amenice el lugar, porque tanto agrio hace daño.
¿Ven por qué digo que ella siempre tiene una moneda de cambio para responder?
—Ve, hija.
—Con su permiso, limón agrio.
La muy descarada me guiño un ojo.
—Si fueras un hombre más considerado, tendrías esta casa llena de limoncitos corriendo por todo el lugar.
—Abuelo.
—Maeva ha hecho más por mi felicidad que tu, Johan. Debería darte vergüenza.
—Esas manipulaciones no van conmigo, deberías saberlo.
—Cuando regreses del acuario pondre las cartas sobre la mesa, y otra cosa también.
—¿Por qué no me lo dices ahora?
—Cuando regreses, Johan. No comas ansías.
El abuelo me dejo a solas en al cocina y al estar solo devele la dolorosa incomodidad que me causo la loca tan solo ingresar a la cocina.
—¿Por qué tuve que verla? ¿Por qué reaccionas a ella? -regañe a mi miembro. —Te jodes porque no hare lo que quieras. Tendrá que bastante con una ducha fría, traicionero.
(***)
Para mi desgracia, el abuelo me obligó a ir con al fresa desabrida y el renacuajo al acuario. Y he de decir que me gustó la experiencia —aunque eso nunca se lo diré a Maeva. Porque sería como darle un arma para el próximo.
—Detén el auto. -pidio ella.
—¿Ahora qué?
—Si no quieres que adorne tu auto carísimo con vómito de la mejor calidad, es mejor que detengas el auto, limón agrió.
Ante esa amenaza detuve el coche en la esquina de la carretera. Y ella se bajo con rapidez y empezó a vomitar.
Mire al bebé por el retrovisor, y al verlo tranquilo en su silla, rodé mis ojos.
—El mundo puede estar pasando por los ojos de tu madre y tu ni cuentas te das.
El renacuajo llamado, Jackson sonrió mostrando sus encías.
—No seré tu amigo, ni nada por el estilo.
Maeva ingreso al auto con cara de pocos amigos.
—Vamos.
—¿Estás bien?
—¿Cómo crees que estaré bien, después de vaciar mi estómago…? Ahora tengo hambre.
La loca se cruzó de brazos, mientras bufaba.
—Te llevaré a comer.
La fresa desabrida giró su cabeza hacia mi, y distingui sorpresa en su rostro.
—¿De verdad?
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Editado: 04.10.2025