Maeva.
Dos semanas después.
Acaricié mi vientre todavía plano e intenté sonreír, pero lo que logré hacer fue una mueca.
—Maeva, hija.
Levante mi cabeza y mis ojos detallaron al abuelo, quién llevaba entre sus brazos a Jackson.
—Abuelo.
—En unas horas te convirtieras en mi nieta política.
—¿Su vuelo llegó?
Estas dos semanas no las he pasado del todo bien, y eso tiene nombre y apellido.
—Roger me dijo que aterrizaría en una hora. -hice una mueca. —No preocupes, hija. Él va a llegar.
—Si no llega, no me importa.
El abuelo tomó asiento a mi lado.
—Maeva, se que la lejanía de Johan te sienta mal. Pero debes entender que…
—Abuelo, me casaré con él, pero esto no va a ser un matrimonio, nunca lo va a ser.
—Intenta buscar el amor, Maeva.
—Johanser usted sabe que Johan y yo nos casaremos por ustedes, por ende en nuestro matrimonio no existira ese sentimiento.
Tras decir esas palabras me coloque sobre mis pies y tomé a Jackson entre mis brazos.
—Ire a relajarme antes de que el mundo empiece a arder. -le guile un ojo. —Si ve a mi madre, no le diga donde estoy porque me hará perder la cabeza con tantas cosas.
—Melissa Schoweizer, quiere volver loco a todos.
—Todos los Schoweizer, están cortados con la misma tijera.
El abuelo sonrió.
—Tu padre me comentó de tu deseo de estudiar bellas artes, Maeva. Si quieres puedo a ayudarte a lograr tu sueño.
—Por el momento quiero centrarme en mi bebé, abuelo.
—Como quieras, linda.
Después de decir esas palabras tomé camino hacia el jardín.
Hoy no solo sería mi boda, sino que también es el día en que Mauro regresa para llevarse a Jackson.
—Te voy a extrañar, mi amor.
Deje un beso en la mejilla del bebé, y este sonrió.
—Le dire a tu padre que te lea cuentos para dormir, y que te encantan las canciones infantiles.
Jackson recargo su cabeza contra mi pecho.
En estas dos semanas Jackson ha sido mi lugar seguro, el único que evitaba que sobrepensara las cosas.
Tomé asiento en una de las sillas reposeras del jardín. Y acomodé a Jackson en mis piernas.
—Te prometo que te voy a visitar, mi amor. Porque dejaré que la distancia sosegue el amor que siento por ti.
Jackson sonrió.
Y esa sonrisa fue una cura para mi alma.
—Eres hermoso, Jackson.
Por primera vez en estas dos semanas me permití llorar a lágrima tendida.
—¿Y sí te quedas conmigo? Y sí le decimos a tu padre que no puedo estar sin ti, bebé?
El pequeño abrió su boca y empezó a balbucear dejándome perpleja.
—Ma…ma.
¡Oh…! Las lecciones que Pía le había dado dieron frutos porque Jackson me había llamado mamá.
Me llamo mamá…
—Oh, cariño. Me harás morir de amor.
¿Cómo es que un bebé puede balbucear antes de que de salirle su primer diente?
Cosas de la vida…
Pero he de decir que estoy más feliz que una lombriz.
—Esta decidido, te quedarás conmigo, mi amor. Y juntos haremos el verdadero desmadre.
Deje un beso en la mejilla de mi niño y este sonrió.
—Maeva, ¿qué rayos haces?
Hice una mueca después de escuchar esas palabras porque estoy segura de que mi madre me volverá totalmente loca.
En esta casa no se puede tener un minuto de paz.
—¿Se puede saber que haces aquí, Maeva Schoweizer?
—Madre, estoy cansada de escucharte hablar de la boda, tenía que tomar un respiro antes de volverme más loca de lo que ya estoy.
—¡Es tu boda, por Dios…! Viéndolo desde un punto de vista la que parece que se va a casar soy yo.
—Si quieres casarte, haya tú.
Intente pasar de ella, pero mi madre se colocó al frente de mi cruzada de brazos.
—No me toques los pelos, Maeva.
—Que asco, eso se lo dejo a mi padre.
—Maeva.
—Mamá tómate un descanso, y déjame ser feliz aunque sea por esta vez.
—¡Te vas a casar…!
—No te afanes mucho, porque te aseguro que el novio en cuestión, se divorciará de mi a pensás nazca nuestro hijo. Cuando eso pase, quedaré libre para casarme con alguien que no me culpe de los acontecimientos y me deje botada por dos semanas. Así que lleva las cosas con calma, porque esto no sera para siempre.
Se que destile un poco de veneno, pero en mi defensa necesito sacar todo lo que llevo en mi interior porque si no lo dreno soy capaz de lanzarme a por Johan y cometer varias locuras. Entra las que destacan, golpearlo por ser un idiota, amarrarlo, desnudarlo y divertirme largo y tendido, hasta que me de la gana de soltarlo.
Estoy loca por desearlo como lo hago, pero me es inevitable.
Mamá abrió su boca para hablar, pero antes de que pudiera hablar mi hermana se acercó a nosotras.
—Maeva, mamá. Si quieren que participe en esta farsa díganle a Mauro Schoweizer que deje de mirarme como si fuese su enemigo.
Esas palabras fueron suficientes para que rodara los ojos porque se avecinaba un inminente drama.
Como había abvertido papá se acercó a nosotras. —No puedo compartir lugar con una traidora que reniega de ser una Schoweizer. Busquen una solución antes de que esto se valla a la mierda.
Ver para creer.
El correcto señor Schoweizer perdió la clase que lo caracteriza, solo porque su pequeña hija no se sienta en su regazo y le dice que es su hombre favorito.
—¡Se callan los dos…! Pía, te pido que te evites pelear con tu padre.
—¡Qué no es mi padre…!
Papá abrió sus ojos como platos y trago saliva.
—Yo no soy tu padre, porque no tengo una hija traicionera. -auch, eso debió doler. —Una mujer que prefirió un hombre en vez de su familia, no es digna de ser una Schoweizer.
Madre mía.
Ante esas palabras Pía se quedo sin decir nada, para después girar sobre sus pies y empezar a caminar con rapidez.
—¡Mauro Schoweizer…! Así es que piensas arreglar las cosas con tu hija.
Papá observo a Pía marcharse y fue inevitable que no se reflejara el dolor en su rostro.
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Editado: 18.10.2025