Serendipia.

Capítulo 20.

Maeva.

Me lleva quién me trajo.

—Maeva, no se va a acabar el mundo porque Mauro te haya besado.

—¿Estás loca? ¿Es que no ves la gravedad del asunto…? -Pía negó. —Le fui infiel a Johan.

—Por favor, hermana. Deberías divertirte con Mauro y dejar que Johan se unda en su propia miseria. No seas tan dramática.

Ya sabía yo, que Pía tenía un noventa y nueve porciento de descarada.

—Pía, no estoy para tus malos consejos, así que ahorratelos. -acote, para después dirigirme hacia la careola de Jackson.

—Si te escandaliza tanto el hecho de que Mauro Lewis te haya besado es porque escondes algo, pequeña. ¿Será que te gusta el idiota?

¿Gustarme Johan? No que va.

—Ahora que lo pienso todo tiene razón.

—No sé dé que hablas. -intente hacerme la desentendida.

—Por eso el empeño en llevarte su camiseta de viaje. Y también el empeñó en ocupar su habitación. Te lo tenías bien guardado hermana.

—Pía, deja de ver pájaros donde no los hay.

Tomé a Jackson entre mis brazos e intente escaparme de la habitación, pero Pía frustro mi intento de escape.

—Te gusta tu esposo. No esperaba eso de ti, pequeña.

—Pía.

—Esta bien. Haya tú sino lo quieres aceptar, pero se que te mueres por tu esposo. Porque si no fuese así, no habrías marcado territorio de la forma en que lo hiciste. La perrita del mal como dices, salió como lo que e,s de aquella oficina y tu querido esposo, se gano un buen regaño de parte de su abuelo.

—Pía, no es nada de lo que piensas.

—A otra perra con ese hueso, hermana. Cuando quieras abrir tu corazón, estaré aquí.

Hice una mueca ante esas palabras.

Pía dejo un beso en la mejilla de Jackson, y este aplaudió.

—Ire a ver si Roger está disponible.

—Mucho cuidado con profanar este lugar.

—Profanado ya está, hermana. Y bien que disfrutamos.

—Pía.

—Preguntale a Johan.

¿Qué le tengo que preguntar a Johan? ¿Será que él fue participe de…?

No. No quiero ni pensar algo como eso.

—Prometo que me portaré bien, Maeva.

—¿Tú portandote bien? Solo con un milagro de Dios.

Posterior a esas palabras salí de la habitación. Y me encaminé hacia las escaleras.

—Jackson, ¿ahora que haré con Pía? Tú eras el único que sabía la verdad y ahora la arpía de mi hermana ato los cabos.

El pequeño ladeo su cabeza.

—Se que son problemas de adultos, pero necesito tu ayuda, mi amor.

—¡Qué no…! Ella no es mi amante abuelo.

Detuve mi andar después de escuchar esas palabras provenientes de Johan.

—¿Cómo justificas que ella estuviera en el mismo hotel que tú, Johan? Dime la verdad, hijo. Antes de que esto pase a mayores.

—No se que hago aquí si no me quieres creer, abuelo.

—Johan, no me dejes con al palabra en la boco.

La puerta de la habitación se abrió dejandome visualizar a un enojado Johan, quién soltó una maldición al verme.

—Felicidades.

Enarque una ceja y adopte el papel que estoy interpretando con él.

—Es justo y necesario, Rivas Santander.

Para adornar la situación con un listón de oro. Jackson extendió sus brazos hacia Johan. Y como por arte de magia, el rostro de él se ilumino.

—Hey, renacuajo. ¿Cómo has estado?

Johan se acercó a mi, y sin previo aviso tomo a Johan de mis brazos.

—Sabes no pensé que te iba a extrañar, pero veme aquí. -Jackson aplaudió. —Tengo algo que mostrarte, renacuajo y espero que te guste.

—Hey, ¿quién te dio permiso de tomarlo?

—No necesito permiso para cargar al renacuajo, señora Rivas Santander.

Es que… ¡Ay…! ¿Por qué me parece tan atractivo?

¿Será qué…?

No. Es muy pronto para aceptar la derrota. Antes de caer en sus encantos tengo que hacerle pasar un mal trago por todo lo que me hizo.

—Por si se te olvida, Jackson es mío.

—¿No que lo tuyo es mio, y lo mio es tuyo? Deje se ser egoísta, señora Rivas Santander.

Posterior a esas palabras el descarado giro sobre sus pies y empezó alejarse de mi.

¿De cuándo a dónde lo de él es mio y lo mío es de él? ¿No qué firmamos bienes separados?

Cuando esa pregunta empezó a comerme la cabeza, lo seguí para que me la aclarara.

—¡Hey, tú…! Detente.

Como era de esperar Johan hizo caso omiso a mis palabras y continuo bajando laa escaleras. Y solo se detuvo cuando se encontró en el primer piso.

Baje con cuidado la escalera y al estar al frente de él lo fulmine con la mirada.

—¿Qué es eso de lo tuyo es mío y lo mío tuyo? ¿No qué cada quien tenía lo suyo?

—Al principio esa era mi idea, pero al fin y al cabo llevas a mi hijo en tus entrañas, así que no existe ninguna separación de bienes, señora Rivas Santander.

Antes de que pudiera agregar alguna palabra, el timbre de la puerta sono y una de las empleadas se encargó de abrir la puerta.

Johan, Jackson y yo colocamos nuestros ojos en el recién llegado.

Mauro le brindó una sonrisa a la chica del servicio y se encaminó hacia donde me encontraba.

—Maeva, vengo a invitarte a cenar. -tras decir esas palabras me extendió un ramo de rosas rojas. —¿Qué dices, pequeña?

Antes de contestar mire a Johan. Y al verlo apartar sus ojos de él, acepte.

—Cenare contigo. -esa palabras atrajeron al mirada de Johan, quién me brindo una mirada fulminante. —Y con nuestro hijo.

Si con lo de antes Johan me fulminó, con lo que acabo de decir me desapareció con mirada.

Madre mia.

—¿El renacuajo es suyo?

—Sumas dos más dos, Rivas Santander y te aseguro que tendrás la respuesta.

—No dije perro, para que ladraras.

—Sin ellos no me marcho.

—Despeja la incógnita antes de que me de por resolver el problema a mi manera.

Llegó al hora de darle una cucharada de su propia medicina.

—Saldré con Mauro, Rivas Santander. Y para que te quede claro, no te lo estoy preguntando, lo estoy informando.

—Estas casada. ¿Acaso lo has olvidado?




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