Seth despertó inhalando aire con dificultad. Abrió los ojos lentamente, todo se encontraba lleno de escombros y polvo, por un momento no tuvo idea de qué había pasado, pero luego recordó las granadas que tenía escondidas en la bodega.
Continuaba vivo. Inhaló una vez más. No entendía por qué continuaba vivo.
Trató de levantarse, aunque con dificultad, deteniéndose cuando sintió un pinchazo espantoso en su pierna, el hombre gimió, observándose la extremidad. Lo habían herido, no recordaba eso. Sangre manaba del rasguño como un pequeño río y Seth la retuvo con un pedazo de tela que arrancó de su pantalón. Hizo un nudo, apretándolo en la herida, mordiéndose el labio para evitar quejarse.
Expulsó aire con lentitud, preparándose para levantarse de nuevo. Le dolía la cabeza y mucho, aunque él reconocía por qué. Una rápida imagen de Angel luchando con él atravesó su mente y el dolor de cabeza se intensificó. Seth gimió de nuevo, poniéndose las manos en el cabello, jalándolo un poco.
—Detente ya —susurró para sí mismo entre dientes—. Detente.
Sintió como su cerebro parecía palpitar dentro del cráneo, como si quisiera explotar. Y cuando todo se calmó, el hombre intentó levantarse una vez más, esa vez lográndolo. Cojeó hasta el centro de la bodega, decidido a esperar. No había mucha luz aparte de las que pudieron sobrevivir a la explosión, varios de los hombres que contrató —probablemente la mayoría— estaban muertos. El polvo, había comenzado a disiparse. Se detuvo cuando sus pies pisaron algo, entrecerrando los ojos, apenas y había podido caminar hasta el centro de la bodega, estaba prácticamente a ciegas; se agachó con cuidado, buscando a tientas en el suelo y encontrándose con sus gafas circulares.
Por alguna razón sonrió cuando las tomó. Aquellos lentes jamás lo dejaban. Se los colocó, uno de los vidrios estaba roto, probablemente porque lo pisó erróneamente. Ya podía ver con claridad. Podía verlo a él, se acercaba, silbando y se detuvo cuando sus ojos se encontraron.
Apretó la mandíbula, mirándolo en silencio. Matt se encontraba frente a él, el cabello rubio, largo y ondulado era como lo recordaba. ¡Oh, había pasado tanto tiempo! Pero finalmente había vuelto, había regresado para cumplir el deseo de Seth.
—Sabía que volverías por mí… —susurró el hombre de ojos azules, cojeando lentamente hacia su amigo—. Sabía que lo harías. Por fin —una sonrisa se le escapó y le echó una mirada de arrepentimiento al rubio—. Has venido a vengarte. Por lo que te hice, porque sí… me lo merezco. Me lo merezco —lo golpeó en el pómulo con fuerza, tenía que avivar la ira de su compañero, Matt se balanceó y cuando se recuperó, le devolvió el golpe.
Seth se rio, de verdad estaba pasando. Había llegado el momento.
—¡Sí! —exclamó—. ¡Sí! ¡Continúa haciendo eso! —lo tomó del chaleco con fuerza y se acercó a su oído, sonriendo de lado—. Es momento de tu venganza, Matty. Por favor.
Y le hizo caso. Matt siguió golpeándolo y todo se volvió cada vez más intenso. Lleno de golpes y patadas, caídas, gemidos y gruñidos. La sangre entre ambos compañeros era derramada en pequeñas gotas sobre el suelo, hasta que ambos terminaron allí y Seth tenía a su compañero agarrado del cuello, estrangulándolo con la fuerza que le quedaba; lágrimas se acumularon en sus ojos y una risa se le escapó.
—¡¿Eso es todo lo que tienes?! —exclamó y lo golpeó contra el suelo, Matt gruñó y Seth continuó presionando su cuello.
Podía ver como el rostro del rubio se volvía rojo y como se quedaba sin aire. Una parte de él tenía ganas de soltarlo, pero la otra sólo continuó presionando. Matt pataleó y con una mano logró alcanzar una piedra, con la que golpeó a Seth en la cabeza. El hombre lo soltó, cayendo de lado, algo mareado. Podía escuchar como Matt intentaba recuperar el aire y cuando abrió los ojos, vio doble. Se levantó, tambaleándose por el mareo y cuando se recuperó, vio como Matt le apuntaba con su arma.
Las lágrimas eran más visibles en los ojos de Seth, quien caminó con tranquilidad hasta el arma, presionándola contra su frente.
—Por favor… —susurró, mirándolo fijamente. Matt empezaba a respirar con regularidad—. Por favor, termina esto. Tú eres el único que puede hacerlo.
El rubio no apartó la mirada tampoco, su expresión fría se transformó en el amable y pasivo rostro que Seth recordaba con claridad, el hombre de ojos azules suspiró y cerró los ojos. Donde pudo ver toda su vida atravesar su memoria.
Su niñez, su adolescencia, el rostro de Isabelle, sonriéndole, invitándolo a su fiesta de cumpleaños en su casa, a Bob, dándole pequeños golpecitos en sus delgados brazos. Vio a Rose, recordando aquellos ojos que parecían oro apagado, escuchándole decir que su amistad jamás acabaría. Vio a Alex y a Matt, ayudándolo a entrenar, a Alex haciéndolo reír, a Matt salvándole la vida, vio a Benjamin Davis, diciéndole que tenía siempre su apoyo. Apareció Lady, abrazándolo con suavidad, diciéndole que todo estaba bien. Vio a sus dos hijos, Angel y Cassandra, ambos en sus brazos y luego en momentos distintos, riéndose de alguna cosa divertida. Finalmente vio a Simone, sus ojos azules, su cabello rojizo y aquella sonrisa que rara vez ella mostraba.