Seth Cook: La Historia Jamás Contada

5: El baile de graduación.

1990.

Los meses pasaron y llegó la graduación, finalmente. Seth no toleraba poner un pie más en aquella escuela, no con Philip Palmer dentro de ella. Se esforzó lo que pudo con sus estudios, sacando buenas notas para no tener que repetir, continuó dándole sus apuntes a Philip y David y escapaba de ellos las veces que podía antes de que pudiera pasarle algo más.

No habló acerca de lo que Philip le hizo. A nadie.

A veces eso le causaba pesadillas, los primeros días no pudo ni dormir porque podía ver aquellas horrorosas imágenes y la ira se acumulaba en él. Pensaba en muchas cosas, en que, si no fuera tan débil, hubiera logrado impedirlo, en que, si no fuera inteligente, también. Estuvo más nervioso de lo normal durante esos días, tenía más miedo que antes. Bob le había preguntado muchas veces qué era lo que pasaba, Seth no solía salir de casa, prefería quedarse leyendo un libro a salir a comer con su mejor amigo. Isabelle también se había preocupado, Rose no lo presionaba para hablar, sólo lo apoyaba cuando era necesario, y con el tiempo, cuando Seth se dio cuenta de que el final de año se acercaba, sus ánimos subieron un poco más.

Era el último día de clases, cuando toda la escuela estaba lista para el baile de graduación. Bob había pasado hablando toda la semana sobre eso, tanto que había llegado a irritar a Seth.

—¡El baile va a ser asombroso! —exclamó—. Ahora sí no puedo esperar.

—Sí, bueno, ese eres tú. Sabes que no le presto demasiada atención a ese tipo de cosas —murmuró el pelinegro mientras caminaban hacia el aula de su siguiente clase.

—Tengo ganas de verte con Rose en el baile.

—¿Y quién dice que iré con Rose al baile? —preguntó, entrecerrando la mirada—. Creo que ella ya tiene una pareja.

—¿Quién dice que Rose Sanders tiene una pareja? —Bob frunció los labios y en cuestión de segundos sonrió—. Hace un año que llevan siendo amigos, la escuela se termina hoy, nos graduaremos, iremos a la universidad. ¿Qué pasaría si pierden el contacto? Aprovéchala. Le gustas. Ella te gusta.

—Me gusta Rose como una amiga, Bobby. No pongas otros subtextos en la amistad que mantengo con ella —murmuró.

—¿Por qué todo tiene que ser tan complicado contigo? —Bob soltó una ligera carcajada—. Por el amor de Dios, Seth Charles Cook. Invítala al baile. No importa que te guste alguien más, este evento no es necesariamente para los enamorados.

Seth no respondió nada, aunque se lo pensó.

—Te guste Rose o no, sigo pensando que ella es la indicada para ti —confesó su amigo, Seth lo miró, no formuló palabras, sólo se sorprendió ante la repentina oración—. No lo sé, hermano. Salí con muchas chicas antes de darme cuenta de lo mucho que amo a Isabelle. Si para ti Rose no lo es, quizá ella es una de las chicas con las que debes empezar para descubrir a la que de verdad robará tu corazón.

Seth tensó la mandíbula y frunció el ceño. Bob sabía lo que decía, él pensaba que tenía razón, pero sabía que Rose no lo iba a llevar hasta Isabelle, la chica que ambos deseaban y que su amigo logró conseguir. Él no tenía idea y Seth no lo culpaba, había guardado ese secreto por años.

—Es sólo que… no quiero herir sus sentimientos —susurró Seth, acomodándose las tiras de su mochila—. Sé lo que ella siente, sé que no ha dejado de sentirlo. No quiero confundirla.

—No lo harás —Bob parecía muy seguro de lo que decía. Miró a Seth y sonrió, señalándole el rostro con el dedo índice—. Porque te vas a enamorar de ella.

—Muy bien, señor Conquistas. Es suficiente —dijo el pelinegro, riéndose con suavidad.

—Al menos dime que la vas a invitar al baile —insistió. Seth esbozó una sonrisa y bajó la mirada—. Vamos, Cook. Sé que no tardará en aceptar.

—Está bien, lo haré.

 

 

Cuando llegó la noche, Seth comenzó a alistarse para el baile. Se puso un esmoquin y los zapatos clásicos que su madre organizó para él. Se colocó las gafas y se miró en el espejo de su baño, suspirando. Había invitado al baile a Rose y ella había aceptado, justo como Bob le dijo.

—Prometo no hacer nada que tú no quieras —le había dicho ella.

Su amigo tenía, en parte, algo de razón, pero continuaba incómodo por Rose. Seth sabía perfectamente que lo que ella más deseaba era que alguien la quisiera de verdad, no como un amigo. Alguien que la hiciera feliz todo el tiempo, que la hiciera reír, que la llevara a picnics y a tomar batidos para compartir toda una tarde juntos. Seth no podía darle todo eso, no como ella lo deseaba y eso era lo que temía, romperle el corazón. Pero a Rose nunca pareció importarle.

Fue a buscarla en la Ford de su padre, quien se la había prestado para esa noche. Para cuando llegó a la casa de la chica, se bajó del auto y llamó a la puerta, ella salió. Tenía un vestido de encaje rojo y largo que combinaba con su pálida piel y sus ojos color miel, se le soltaba un poco desde la cadera hacia abajo, la fina tela de seda cayendo con suavidad al suelo. Seth la encontró muy atractiva, sobre todo por el color del vestido, siempre había sido su favorito.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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