1991.
Seth se tomó todo un año fuera de Chicago luego de su graduación. Había viajado a Sacramento, donde se quedó en casa de sus abuelos y estudió dos semestres de medicina. Siempre le había interesado esa carrera, ayudar a los demás y salvar vidas. Pero ocurrieron ciertos incidentes durante su estadía con sus abuelos maternos, así que tuvo que regresar a su ciudad natal.
Había hecho algunos amigos, pero no habían sido amistades como Isabelle, Bob o Rose. Seth mantenía contactos con ellos, aunque no muy constantes. Sabía que Isabelle estudiaba química y Bob botánica en Chicago, mientras que, por otro lado, Rose estudiaba psicología en Portland, Oregón.
La universidad es genial, Seth. Conocí muchos amigos y los maestros son fantásticos; deberíamos vernos algún día, cuando nos desocupemos cualquier vez, supongo. Estamos a una hora de vuelo y a ocho en auto (sí, señor, conté las horas). El punto es que quiero verte, extraño a mi mejor amigo y a su estúpido rostro paliducho.
Con cariño,
Rose. Portland, OR.
Eso decía una de sus primeras cartas. El resto fueron cosas sobre lo que estudiaba o hablando de algún amigo, Seth las respondía cuando podía, normalmente los fines de semana, sin faltas. La última decía sobre su partida a Chicago, la cual envió unos días antes de partir.
Cuando llegó a la ciudad, sus padres lo recibieron en el aeropuerto con felicidad y cuando estuvieron en su casa, Bob e Isabelle estaban allí, dándole una exclamación de bienvenida. Seth no tuvo otra reacción que sonreír y agradecer todo el tiempo. Isabelle lo abrazó con fuerza y comenzó a decirle que se sentara porque quizá estaba muy cansado, mientras Bob y su padre ponían el equipaje de Seth cerca de las escaleras. Isabelle de pronto se veía más hermosa, Seth la contempló mientras comentaba algunas cosas y Bob se unía, sentándose al lado de ella.
—Entonces, ¿qué tal California? ¿Caluroso? —preguntó, sonriéndole a su amigo. Seth notó que tenía el pómulo con un tono verdoso, como si se hubiera golpeado, o lo hubieran golpeado.
—Estuvo bien, la universidad era genial —Seth se acomodó las gafas y también sonrió, asintiendo mientras hablaba—. Pero nada como la Ciudad del Viento, ¿no es así?
—Tienes razón —dijo Isabelle y echó un vistazo a la cocina, donde se encontraba la madre de Seth preparando algo—. Iré a ayudarle a tu mamá. Hizo tu postre favorito —dijo y se levantó, dirigiéndose a la cocina.
—Tarta de cerezas —susurró el pelinegro a su amigo para cuando Isabelle se fue—. Llevo un año deseándola. No me fascinó mucho su sabor en las pastelerías de Sacramento.
—Qué bueno es estar de vuelta, ¿no es cierto? —Bob sonrió, recostándose un poco en el mueble y poniendo las manos sobre su cabeza.
—Sí… —murmuró Seth, echando un vistazo a la cocina, visualizando a Isabelle, quien hablaba con su madre y le ayudaba sin quitar la sonrisa de su rostro—. Es bueno.
—Entonces, ¿te inscribirás a la UIC? Es fantástica —Bob llamó su atención y Seth lo miró, acomodándose las gafas—. Tengo un amigo en medicina y le va muy bien.
—Eso es lo que mis padres dijeron —respondió, cruzando los brazos y tomando una posición cómoda en el sofá—. Espero poder aprobar el examen.
—Lo harás. Lees mucho.
—Sí, bueno, es cierto.
Ambos soltaron una pequeña carcajada y Abigail Cook avisó que la tarta estaba lista para comer. Todos pasaron al comedor.
Cuando cayó la noche, Bob e Isabelle ya se habían marchado, le parecía sorprendente lo mucho que habían durado siendo una pareja, sabiendo cómo realmente Bob era con las chicas, bueno, todo el mundo se sorprendería. Tampoco había dudas que Isabelle continuaba en algún lugar del corazón de Seth, todavía podía sentir todo de la misma manera, desde que se fijó en lo enamorado que estaba de ella. Y es que no podía evitarlo, podía pensar que lo había hecho, que la había olvidado por completo, pero entonces miraba sus ojos cafés, su sonrisa y escuchaba su voz y todo ese tiempo era algo gastado para nada.
A sus padres no se les acabaron las sorpresas, por lo que tenían una cena especial para su hijo en el restaurante donde solían tener momentos familiares, en King François. Mientras esperaban sus pedidos, Liam comenzó a hablar sobre la nueva Base de Entrenamiento que habían construido el FBI a las afueras de la ciudad y que desde hacía un par de semanas, la agencia se había ocupado de reclutar chicos entre diecinueve y veintiún años para un proyecto.