—¡Hora de despertar, novatos! —el grito y el ruidoso sonido de un silbato despertó a Seth de un salto. La puerta se abrió de golpe y un hombre con bigote apareció, haciendo sonar el silbato de nuevo—. ¡Levántate, muchacho! ¡No tengo todo el día! Ponte en la entrada, ahora.
Seth se levantó con rapidez para cuando el hombre se marchó a la siguiente puerta y seguía gritando, se paró en la entrada y frente a él vio a Matt, quien le ofreció una sonrisa y en la puerta de al lado estaba Alex, quien le dio un saludo militar.
—Espero que hayan tenido una buena noche, porque si no la tuvieron, considerarán este día el peor de sus vidas —habló el hombre de bigote para todos los diez jóvenes que estaban en la entrada de sus habitaciones—. Mi nombre es Alan Rogers. Soy uno de los entrenadores y créanme —soltó una ligera carcajada—. Preferirían estar muertos antes de trabajar conmigo. Así que, en lo que sea que ustedes crean, será mejor que le recen.
Seth tragó en seco, apretando la mandíbula. El sonido del elevador se escuchó y pasaron segundos para que otro hombre apareciera en el pasillo.
—Deja de asustarlos tanto, Alan —dijo con voz tranquila, tenía una sonrisa amigable y llevaba un traje puesto, el rostro un poco barbudo, el cabello negro y los ojos cafés—. No han cumplido ni siquiera sus veinticuatro horas en la Base.
Alan Rogers soltó una sonrisa cómplice hacia el hombre recién llegado y asintió, tomando una posición firme. El hombre alto de traje caminó hacia la mitad del pasillo, observando a cada uno de los muchachos.
—Soy el agente Benjamin Davis, director y creador del proyecto B-01. Tanto el agente Rogers, como otros docentes que la agencia me ha facilitado serán capaces de brindarles el mejor adiestramiento y educación para convertirlos en los mejores agentes del FBI a nivel nacional —otra sonrisa se asomó por su rostro y un suspiro se le escapó—. Pasarán por una prueba hoy. Eso garantizará su estadía en la Base. Los escogimos con detenimiento, pero, aun así, algunos deben marcharse.
—¿Y si realmente no queremos esto para nuestras vidas? —preguntó Seth, algo desafiante. El agente Rogers lo miró con una ceja arqueada.
—¿Cómo te atreves a interrumpir al…? —comenzó a hablar, dejando un ambiente de tensión entre todos los presentes.
—Alan —lo interrumpió Benjamin con la misma tranquilidad que había mantenido durante ese tiempo—. Está bien. Ellos tienen derecho a hablar —el hombre caminó hasta donde estaba Seth, parándose frente a él—. ¿Cuál es tu nombre? Completo.
—Seth Charles Cook, señor —respondió.
—Seth, luces como una buena persona —comenzó a hablar el agente Davis, sonriéndole, el pelinegro no apartó la mirada del hombre, esperando por su respuesta—. Pero, como todos aquí, considero que has pasado por cosas que realmente te hacen sentir inferior a las personas que te rodean. Que te hacen sentir miedo. Te has subestimado toda tu adolescencia porque crees que eres débil, que la inteligencia que aplicas ni siquiera sirve, que la gente se aprovecha de ti —Seth apretó la mandíbula, tomando un respiro hondo y pensando en cómo aquel hombre tenía toda la razón—. Dime, ¿no estás cansado de eso?
El pelinegro no respondió, pero aun así no apartó la mirada. El agente Davis sonrió de lado y levantó las cejas.
—Créeme, después de un tiempo, no querrás marcharte de este lugar —finalizó y caminó hasta ponerse al lado del agente Rogers—. La prueba que todos realizarán será a las siete en punto, en la Sala de Audiovisuales del piso uno. Nos veremos allí. Dúchense y encárguense de ponerse los uniformes que se encuentran en los armarios de sus habitaciones. Siete en punto, ¿entendido?
Hubo un silencio en el que todos asintieron.
—Respondan como se debe —replicó el agente Rogers—. Su director acaba de preguntar si entendieron. ¡¿Han entendido, novatos?!
—¡Sí, señor! —exclamaron el coro los jóvenes presentes.
El agente Davis asintió y le pidió a su compañero que se calmara un poco de vez en cuando mientras volvían a caminar por el pasillo para dirigirse al elevador. Entonces todos se dirigieron a realizar lo que debían hacer.
En las duchas, Seth se sintió incómodo. Los cubículos no eran trasparentes, pero las personas podían ver su sombra y realmente no se sentía bien rodeado de hombres desnudos. No con lo que le pasó. Si tuviera posibilidades de usar algo que borrara cosas de su memoria, el primer recuerdo que borraría, sería lo que Philip le hizo. No sentía más nada que enojo por él, lo odiaba por golpearlo y por abusarlo sólo porque podía hacerlo.