Seth despertó en el asiento de una buseta, lo primero que sus ojos encontraron fue la arbolada avanzando rápido frente a ellos. Aún estaba oscuro, por lo que su mente de inmediato procesó que podría ser de madrugada. Se removió en el asiento y giró el rostro a su derecha, encontrándose con Gabriel.
—Oh, genial —dijo el muchacho de ojos zafiro, ofreciéndole una sonrisa al pelinegro—. Has despertado. ¿Cómo te sientes?
—Como se deberían sentir las personas que se golpean la cabeza —respondió con la voz ronca y medio se levantó—. ¿Dónde estamos? —le preguntó con el ceño fruncido mientras Gabriel buscaba algo en la mochila que tenía frente a él—. ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde nos llevan? ¿Está Matt aquí? ¿Alex?
—Haces muchas preguntas —Gabriel se rio suavemente y le extendió una botella de agua junto con una píldora—. Ten. Para el dolor.
—¿Qué ocurrió? —volvió a preguntar Seth luego de que tuvo aquellos objetos en sus manos.
—¿Qué es lo último que recuerdas?
Seth frunció el ceño, intentando pensar en lo que podría haber ocurrido. Se tomó la píldora, pasándola con el agua de la botella. Tenía pequeñas imágenes de él caminando por los pasillos de la Base, del sonido de una alarma, del color rojo, de Matt y Alex.
—Desperté… había una alarma —susurró—. Creo que eso es todo.
—Wow —exclamó Gabriel, sorprendido, aunque no con mucha fuerza por los otros que dormían—. Te diste un golpe fuerte.
—¿Qué demonios ocurrió, Gabriel? —Seth tomó un tono serio.
El castaño suspiró y comenzó a contarle, le explicó sobre la simulación, los grupos, le dio la gran noticia sobre que su equipo ganó gracias a él, porque Seth había tomado la bandera.
—No sé exactamente qué pasó después, tal vez te desmayaste por la altura. Quizá olvidaste tenerles miedo por la misma adrenalina —Gabriel levantó los hombros—. A algunos les pasa. Por suerte hubo alguien que te ayudó a amortiguar la caída, aunque no impidió que te golpearas la cabeza.
—Sueno como el héroe de la noche —murmuró el pelinegro, riéndose, pensando en cómo rayos había hecho para escalar un árbol sin sentir vértigo, temblar o gritar.
—Lo fuiste —respondió Gabriel—. De alguna manera, para nuestro grupo lo fuiste.
—¿Y cuál resultó ser el premio?
—Un día de descanso en la casa del agente Davis —Gabriel tomó la botella de agua que Seth tenía entre sus manos con cuidado y bebió un poco de ella—. Dijo que había habitaciones suficientes, su esposa está quedándose con su madre y bueno, tiene una piscina… y nos llevará a montar caballos. Matt fue el que empacó las cosas en tu mochila.
—Oh, se escucha genial —dijo Seth y se recostó de nuevo en la silla, observando que el cielo estaba sólo un poco más claro que antes—. Dormiré un poco más, ¿tú lo harás?
—Ahora que sé que estás bien —el chico le sonrió—, lo haré.
Probablemente no pasó mucho tiempo luego de que Seth agarró el sueño, cuando de pronto sintió que alguien lo movía.
—¡Cook! ¡Ya hemos llegado! —la exclamación de lo que parecía la voz de Gabriel se escuchaba a lo lejos, como un eco.
Seth abrió los ojos con lentitud y buscó a tientas sus gafas colgadas en el cuello de su camiseta, el sol matutino fue lo primero que recibió y luego, de nuevo, el rostro de Gabriel. Cuando Seth lo divisó, le sonrió.
—¿Tienes hambre? —le preguntó.
Seth asintió y se levantó del asiento. Gabriel le hizo una seña para que lo siguiera y cuando el pelinegro le obedeció, salieron de la buseta, el muchacho de ojos zafiro cerró la puerta corrediza y continuaron con su camino. La casa del agente Davis era bastante grande y parecía acogedora. Cuando entraron, la decoración clásica llamó toda su atención, toda elegante y sofisticada, con muebles de seda, flores y lleno de colores crema.
—Seth, estás despierto —Charlie Whitemore se acercó a ambos chicos con una sonrisa, había salido de un pasillo, probablemente que dirigía hacia el comedor—. Eso es bueno.