El cinco de junio de 1997, Cassandra cumplía su primer año de vida. Y por otra parte de Chicago, Angel también.
Cada fin de semana, desde que Cassandra comenzó a gatear, Seth se quedaba en la casa de los Davis. Muchas veces ayudaba con las cosas domésticas y recibió diversas clases de cocina con Allison Davis. Pasaban bonitos momentos cada vez que tenía el tiempo de verla por aquel par de días, además de que disfrutaba el hecho de que su niña balbuceaba palabras, incluido los nombres de las personas con quienes vivía. «Al» y «Fen» para referirse al agente Davis y a su esposa, pero todavía no mencionaba la palabra «papá», por lo que Seth se ponía a pensar mucho, ¿qué tal si la decía y él no estaba allí? Era probable que el mayor miedo de Seth, en aquellos días, era aquel.
Luego de que el pelinegro terminó una de sus clases, el agente Davis lo llamó a su oficina, quién probablemente había traído a Cassandra a la Base y que no sería la primera vez que lo hacía. O al menos eso fue lo más coherente que se le vino a la mente, porque cuando tocó la puerta y escuchó la voz de Benjamin Davis pidiéndole que pasara, lo que se encontró lo dejó completamente sorprendido.
Al principio se le dificultó reconocerla, pero entonces notó el parecido. El cabello negro, los ojos verdes como esmeraldas gigantes, la estatura y la sonrisa más honesta del universo. Estaba sentada al lado de su padre, con quien parecía haber estado charlando, llevaba unos pantalones clásicos color negro y una blusa de flores, como si aquello no la identificara lo suficiente; el cabello se lo decoraba con una diadema que le echaba todo el cabello hacia atrás. Seth sonrió.
—Lady —cerró la puerta detrás de sí y vio a la mujer levantarse—. Dios, casi que no te reconozco.
—Tampoco yo, muchacho nerd. Estás empezando a usar barba —se acercó para abrazarlo y Seth correspondió a esto mientras se reía por el comentario de la chica—. Que gusto verte.
—Es un gusto verte también —Seth volvió a sonreír y se acomodó las gafas—. ¿Cuándo regresaste? ¿Vas a quedarte? —se atrevió a preguntar mientras le daba la mano al agente Davis para saludarlo y sentarse—. ¿Cómo la has pasado en Australia? Tengo muchas preguntas, lo siento.
—Bueno, llegué anoche. Conocí a Cassie —la pelinegra esbozó una sonrisa suave y también se sentó—. Es hermosa.
—Le conté la historia —intervino el agente Davis, observando a ambos muchachos—. Anoche. Nos quedamos hablando sobre muchas cosas.
—Extrañé mucho eso, papá —murmuró Lady—. Los extrañé a todos.
—¿Has vuelto realmente? ¿O sólo vienes de visita? —preguntó Seth, curioso.
—Visita. Mi graduación está cerca y mi jefe me dio vacaciones del trabajo, así que aproveché eso para venir, visitar a mi familia y bueno —hizo una pausa, sonriendo ampliamente—, presentar a mi novio, George a papá y mamá.
—Vaya —Seth se sorprendió y esbozó una sonrisa hacia la chica—. Tienes un novio.
—Y su nombre es George —comentó Benjamin.
Hubo un silencio entre los tres y de pronto, de la nada, surgieron carcajadas por parte de todos. Lady comentó sobre una cena que planeó para conocer a George, invitó a Seth, pero él tuvo que negarse cuando a su mente llegó el recuerdo de la cena que la familia de Matt tenía preparada para el primer año de su hija. Lady se disculpó, apenada por no recordarlo y volvieron a reírse hasta que Seth tuvo que subir por una nueva clase.
—Nos vemos después, chico nerd —exclamó Lady.
—Por supuesto —Seth sonrió.
Al llegar la noche, Seth llegó a la casa de los Davis, quienes se encontraban listos para marcharse a la cena que tenían pendiente con su hija y su novio. Se fueron justo cuando el pelinegro comenzó a alistar a Cassandra y se despidieron de la niña y de él antes de hacerlo. Así mismo, ambos salieron en su auto hasta la casa de Matt, donde el mismo rubio los recibió con aquella sonrisa que siempre llevaba en el rostro; a su lado estaba Christian, a quien Seth no había tenido la oportunidad de conocer hasta ese momento, era parecido a Robert y al mismo tiempo se parecía a su hermano mayor.
—¡Oh, llegaron! —exclamó Matt, tenía su cámara de vídeo entre las manos, lo que por alguna razón hizo sonreír al pelinegro, él nunca soltaba esa cámara. Cassandra extendió las manos hacia el rubio y Seth se la pasó mientras sonreía—. Bienvenida, cumpleañera. Christian, di hola.