Seth Cook: La Historia Jamás Contada

24: La graduación.

1998.

A finales de noviembre de 1998, ocurrió uno de los días más emocionantes que Seth tuvo en su vida.

Su graduación.

El día donde tanto esfuerzo en las clases, en los entrenamientos y en su forma de ser, se convertía en la realidad que él comenzó a esperar desde el momento en que tomó la decisión de quedarse a servir a la nación.

La ceremonia ocurrió en la tarde de aquel día de noviembre y todos los reclutados se encontraban alistándose para aquel acontecimiento. Faltando un par de horas para que comenzara, Seth se quedó en su habitación, terminando de empacar sus cosas. Sus padres asistirían a la graduación, así que claramente iba a marcharse a Houston con ellos y Cassandra. Para cuando terminó, se puso la toga, se sentó en su cama y miró a la ventana, el atardecer empezaba. Entonces un suspiro se le escapó y se levantó, caminó hasta la gran ventana —a la que alguna vez le tuvo mucho miedo— y miró, por primera vez, desde muy cerca de ella. Posó la mano sobre el vidrio y sonrió con nostalgia, pensando en que no sólo iba a marcharse de la Base, sino también de la ciudad que lo había visto crecer. Cerró los ojos y respiró hondo, soltando aire con lentitud, cuando entonces escuchó el sonido de un vidrio quebrándose.

Al abrir los ojos, alarmado ante aquello, quitó la mano de la ventana, observando, respectivamente, el vidrio quebrado. El sonido volvió a escucharse y la fina línea que traspasaba la ventana empezó a extenderse, creando varios caminos desde el vidrio. Seth observó, casi que paralizado en cómo parecía que la ventana estaba a punto de explotar.

—Ese eres tú. La ventana —la voz se escuchó detrás de Seth—. La gente alrededor puede ver que estás bien y feliz, pero es como si fueras a explotar. Y al parecer, soy el único que lo sabe.

—¿Y hay alguna razón para que me lo recuerdes?

—Te conozco. Muy bien. He visto tus momentos más vulnerables, incluso los que Matt no sabe —entrecerró los ojos, acercándose a paso lento hacia Seth—. Luego de todos estos años y la gran cercanía que tienes con Matt, no has podido contarle tu peor pesadilla. No has podido hablarle de Philip y de cómo eso aún te carcome por dentro hasta desintegrarte, ¿no es así?

—¿Has terminado? —el pelinegro tomó un tono irritado, mirándolo con furor.

—¡Wow! Mecanismo de defensa —Él se echó a reír, le dio la espalda a Seth y miró hacia la ventana—. Te avergüenzas de ello, lo sé. Yo también. Lo recuerdo como si fuera ayer. Apesta —un suspiro se le escapó, los hombros se le levantaron involuntariamente—. Y luego de todo lo que pasó después de eso también, porque, ¿sabes algo, Seth? Sé todo sobre ti. Y sé que a veces no ves otra salida —puso la mano en la ventana y esta explotó frente a Él, los vidrios volaron dentro y fuera de la habitación—. Sólo quieres… lanzarte. Así que —volvió a voltearse para ver al pelinegro y señaló al vacío— hazlo. Lánzate.

—¿Qué…?

—Lánzate —repitió—. Acaba con esto. Acaba conmigo. Acaba con tu sufrimiento.

—Estoy bien. Soy feliz al lado de mi hija. Soy feliz al lado de Matt… —hizo una pausa, apretó la mandíbula y tomó aire para tranquilizarse—. Al lado de Alex, mi familia. No tienes derecho sobre mi vida, ni tampoco sobre ellos.

—No estás bien, ambos lo sabemos —exclamó con fuerza y le tomó del brazo, llevándolo hacia la ventana ya rota, el aire sopló fuerte en el rostro de Seth y sintió algo raro en su estómago—. Veamos si eres lo suficientemente valiente como para saltar y acabar con todo. O si eres lo suficientemente fuerte para continuar sin importar qué, para permanecer juntos y vencer lo que alguna vez nos aterrorizó.

Seth se mantuvo callado, mirando hacia abajo, su cuerpo había comenzado a temblar. Cerró los ojos.

—Tienes una decisión. Aprende a tomar la correcta.

La puerta se escuchó y de un sobresalto, Seth abrió los ojos, sintiendo como su corazón latía con rapidez y su cuerpo temblaba. Se encontraba acostado en la cama, con la toga puesta, por instinto miró a la ventana y vio el atardecer. Sentía que temblaba, pero no se podía explicar a sí mismo el por qué lo hacía. Se levantó de la cama, soltando un suspiro y tomó el birrete.

—Adelante —tartamudeó mientras ejecutaba aquella acción.

—Seth, estamos listos —Alex entró a la habitación, sonriendo con alegría, como siempre lo hacía, aunque esta se desvaneció cuando observó el rostro de su amigo—. ¿Te encuentras bien?



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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