Seth Cook: La Historia Jamás Contada

25: Ella es como un poema.

2000.

Los primeros dos años de Seth en Houston fueron como un gran respiro para él en su vida. Mientras trabajaba en las oficinas de aquella ciudad, consiguió sin mucho problema varios compañeros, sobre todo en su recibimiento, ya que parecía novedoso el hecho de que fuese uno de los hombres que se graduaron del proyecto del agente Davis. De resto, fue acostumbrándose a la rutina usual que tenía; levantarse temprano, cocinar para él y su hija, prepararse para el trabajo, preparar a Cassandra para la guardería, luego de eso, llevarla a clases y hacer todo lo posible para llegar a tiempo a su oficina —lo cual hacía, por suerte—, luego sólo debía trabajar, tomar su descanso para buscar a Cassandra, llevarla a casa de sus padres, almorzar, regresar al trabajo y, al terminar, finalmente llegar a casa, leerle un libro a su hija antes de dormir y esperar a que el próximo día fuera mejor que aquel.

A veces, Seth se ponía a estudiar casos antiguos, ayudaba a sus superiores con papeleo y muchas veces a descifrar códigos, ya que, al parecer, era mejor que muchos allí. También hubo muchas veces en que fue escogido de apoyo en alguna misión para descubrir a un sospechoso, también participó en la observación de interrogatorios y de vez en cuando ayudaba con asuntos médicos cuando salían casos de personas fallecidas por asesinatos o incluso suicidios.

Pero habían pasado dos años y a Seth no le habían asignado un caso propio.

Claro, él no reprochaba, le gustaba hacer parte de todas las cosas en las que su superior decidía ponerle, pero llevaba esperando tener un caso propio desde muchos meses atrás.

Y ese era su año.

—Agente Cook. Buen día —el agente Hayes tocó a la oficina del pelinegro y pasó cuando este le pidió. Se acercó con una carpeta y la posó en el escritorio de Seth—. Felicidades. Tiene su primer caso —habló con su habitual voz ronca—. Hemos descubierto una nueva línea de tráfico de drogas. Sospechamos que la fuente es de Rusia y la camuflan de manera líquida, en botellas de cerveza a la que le llaman Podsolnukh. Están usando la empresa de cervezas para ocultar el tráfico. Esa es toda la información que pudimos recolectar con un poco de ayuda de la DEA.

Podsolnukh, ¿eh? —murmuró Seth, acomodándose las gafas mientras abría la carpeta frente a él—. Es girasol en ruso.

—¿En serio? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Hayes, curioso.

—Leo mucho —Seth sonrió y asintió, poniendo una mano sobre la carpeta abierta y mirando al agente Hayes frente a él—. Muchas gracias, agente. Me pondré en marcha con esto de inmediato.

—Así debe ser, Cook —dijo este, dándose la vuelta para marcharse.

—Oh, agente Hayes, olvidé una cosa —le llamó y el hombre se asomó desde la puerta de su oficina—. Tengo un compañero, ¿no es así?

—Ah, claro. Cómo pude olvidarlo —el agente Hayes bufó y señaló a la carpeta—. Es la agente Simone O’Connors —su rostro mostró una mueca que Seth no pudo identificar—. Te deseo suerte, hombre.

Y entonces se marchó.

—¿Suerte? —susurró Seth para sí mismo, confundido.

No había escuchado o visto alguna agente llamada Simone O’Connors durante sus dos años de trabajo. Pero la expresión indescifrable del agente Hayes dejó a Seth bastante curioso. Sin embargo, decidió averiguar quién era la agente O’Connors después y comenzó a escrutar la carpeta. Había información de la ubicación de los lugares donde fabricaban la droga y luego se encontraban sospechosos que tenían por investigar, pero que resultaban ser difíciles de hallar. Eran muchos, pero no demasiados como para no resolver el caso a un ritmo lento. Seth continuó hojeando la lista de los sospechosos y entonces, se detuvo cuando creyó reconocer a alguien.

—Oh, no puede ser —mencionó Seth con una media sonrisa en sus labios, leyendo lo que había en el expediente del sospechoso—. Philip Palmer, veintiocho años. Cuatro órdenes de captura por robo, extorsión y posible tráfico de drogas —una risa se le escapó al pelinegro y por alguna razón se sintió gozoso de tener ese caso en sus manos—. Esto se va a poner interesante.

 

 

—Alguno podría decirme, por favor, ¿dónde se encuentra la agente Simone O’Connors? —cuando Seth culminó de estudiar el caso y analizar las suficientes cosas como para entenderlo, consideró que era momento de conocer a esa tal Simone y sacar de su cabeza aquella curiosidad.



#4574 en Novela contemporánea
#12426 en Joven Adulto

En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.