2001.
Un año después, Seth y Simone comenzaron a llevar una vida juntos. Ambos todavía acostumbrándose a las mañas de cada uno, pero llevándolas de buena manera. Se habían empezado a conocer poco a poco, durante el trabajo, de un momento a otro, Seth contaba una historia sobre sí mismo, cuando era un niño, un adolescente, incluso historias recientes. Simone se había acostumbrado a eso, tanto, que ella también había comenzado a hacerlo.
Seth descubrió qué pasó cuando ella era niña y no quería ser la única de su grupo que no comía chocolate, descubriendo así que era alérgica a este. Descubrió lo bien que la pasaba con su hermano, John, cuando eran jóvenes. Descubrió que sus padres se divorciaron luego de la muerte de su hermano y a causa de eso tuvo que trabajar para pagar sus estudios y ayudar a su madre. Descubrió que su madre era una mujer muy independiente y que, por eso, ella también lo era.
Simone descubrió que Seth no había tenido una infancia tan bonita como la de ella, descubrió que había sido hijo único porque sus dos hermanos no sobrevivieron más allá de un día fuera del mundo, descubrió que había sido un niño que se refugió en los libros y en el amor de sus padres y luego un adolescente que experimentó de la peor manera el amor. También descubrió que Matthew Morgan y Alex Thompson eran mejores amigos que Bob Jones y pensaba que Isabelle Jones era una estúpida por escogerlo a él en vez de a Seth. Descubrió que sufría bullying en la escuela, todo por obra de Philip Palmer y que su ayuda incondicional era una chica llamada Rose Sanders. Descubrió que Cassandra, la niña más adorable que había conocido jamás, tenía un hermano gemelo y que la madre había resultado ser Isabelle.
Y descubrió, no porque Seth se lo hubiera dicho, si no por ella misma, que su pareja era la persona más paciente y amable que conocía. Siempre analizaba esas historias e intentaba ponerse en su lugar. Simone jamás hubiese podido seguir adelante con todo ese peso sobre su espalda.
—No dije toda la verdad sobre Philip Palmer —había dicho, de repente, mientras estaban trabajando en un caso sobre homicidio.
—Está bien —ella asintió y lo miró—. Es normal.
—No estaba listo —apretó la mandíbula—. Es decir, incluso hasta el día de hoy, mis padres no tienen ni la menor idea de lo que pasó realmente. Nadie la tiene. Sólo Philip y yo.
—No tienes por qué decirme —Simone le tomó de la mano, sonriendo mansamente—. Puedes mantenerlo como tu propio secreto si eso te hace sentir mejor.
Seth se quedó callado, tal vez pensando. Simone conocía sus expresiones tanto como él lo hacía con las suyas, pero aún estaba aprendiendo a descifrarlas correctamente. Giró a la izquierda en el auto, bajando por una nueva calle y carraspeó la garganta.
—Fui víctima de abuso sexual. Como la niña a la que asesinaron —dijo, finalmente.
Simone no supo qué decir.
—Ese es el recuerdo permanente que tengo de Philip Palmer —se relamió los labios—. Nunca hablé de eso hasta este momento. Ocurrió en 1989. Lo recuerdo como si hubiese sido ayer… tenía clase de biología, Rose esperaba por mí. Philip me pilló en mi casillero, no había nadie alrededor. Luego me llevó al baño en contra de mi voluntad —se detuvo por unos momentos, Simone notó en la mirada de Seth el cómo parecía estar reviviendo las escenas de, quizás, el peor día de su vida—. Traté de defenderme cuando pasó. Lo golpeé en la nariz, recuerdo que dolió harto. Recuerdo que para hacerlo tuve que sacar fuerzas de la nada porque era muy delgado en ese entonces —amagó una sonrisa y negó—. Nunca dije nada. Tenía miedo… así que me lo tragué, como pude, lo hice.
Hubo otra pausa, Simone continuaba sin poder decir algo.
—Fui un niño estúpido.
—Maté a una mujer —dijo ella, casi al mismo instante en el que Seth terminó su oración—. También ocurrió en 1989. Era la amante de mi padre… se llamaba Joan.
Seth miró por unos segundos a su compañera y regresó la mirada a la carretera. También se quedó callado mientras esperaba a que ella continuara hablando. Nunca había pasado el hecho de que ambos contaban una historia a la vez.
—Tenía… diecisiete y descubrí que mi padre engañaba a mi madre con una mujer llamada Joan. En nuestra casa… en su cama. Donde ambos dormían —soltó un suspiro—. Él nunca supo que yo lo había pillado, mamá nunca se enteró de su aventura y mi hermano tampoco. Yo sólo pensaba en una manera silenciosa de deshacerme de ella, porque estaba furiosa… no quería que alejara a mi padre de mi madre —tragó en seco y se mordió el labio—. Así que memoricé las noches en las que él la llevaba a casa y las horas. Siempre preparaba dos tipos de bebidas cuando eso sucedía. Ron y vino. Ella prefería el vino. Una noche, mientras él la esperaba afuera, me escabullí en la cocina, y eché veneno en su bebida —hubo un breve silencio y Simone comenzó a jugar con sus manos—. Esa noche pasaron un tiempo en la terraza de nuestra casa porque se suponía que estaba vacía, pero no era cierto. Era la única presente allí… como un fantasma. La vi… atragantarse, sacar espuma por la boca, vi a mi padre sosteniéndola sin saber qué hacer. Como un fantasma. Él llamó a una ambulancia y se la llevaron, habló con la policía y yo escapé por la ventana de mi habitación. No sé qué pasó después, pero mi madre y mi hermano nunca descubrieron lo que ocurrió… y cuando regresé a casa, me lo tragué. Lo fingí todo, pero nunca dejé de pensar en lo que hice.