15 de mayo, 2003.
Luego de su graduación, a Alex le fue bien desde el momento en que entró a trabajar. Su trabajo era lo más importante que había en su vida, luego de haber decidido dejar de ser un «adolescente desordenadamente hormonal». Se había enfocado tanto en eso que, en una gran parte, por su mente no pasaba la palabra «familia» o todos los acontecimientos que venían de esta.
Mientras Alex crecía, siempre pensó en que quería una familia mejor que la de él. Por supuesto que no se quejaba de sus padres, Michael Thompson era muy gracioso, siempre los hacía reír y Alex lo admiraba; por otro lado, Jane Thompson también era una madre increíble, se esforzaba en su trabajo y daba lo mejor para su familia. El único problema que había en ellos dos era que, no importaba lo que dijeran, tenían un hijo favorito y definitivamente no era Alex. Xavier Thompson, su hermano, siempre era el halagado por todos.
Al parecer, Xavier era el más inteligente, el más pulcro, el más educado y todo lo bueno que sus padres pudieran sacar de él. Eso lo volvió el hombre más egocéntrico que Alex pudo conocer jamás. Y lo odiaba, por lo que le hizo durante la infancia; golpearlo, usarlo como marioneta, tratarlo de inútil, rechazarlo como hermano… si Xavier odiaba a Alex, él lo odiaba mucho más. Michael y Jane no vieron todo el potencial de su hijo menor hasta luego de los cinco meses que le vieron después de ser reclutado y así sucesivamente con todos sus logros durante su estadía en la Base, pero, aun así, todavía no resultaba ser suficiente. Cuando Xavier terminó su carrera de Derecho y luego consiguió una mujer y mucho después de eso, se casó, Alex apenas y finalizaba sus estudios.
En 1997, tuvo que ir a la boda por obligación, porque se trataba de su hermano. Pero no fue nada más que un desastre. Había bebido varias copas de vino durante el viaje, luego, durante la ceremonia, siguió bebiendo de una petaca que había comprado cerca. Y así mismo, cada vez que veía la oportunidad de pedir más y más whiskey, lo hacía. Hasta que el desastre resultó ser cuando se subió al escenario para decir algunas palabras para la feliz pareja.
—Damas y caballeros, niños y niñas… y otros —su voz sonaba arrastrada y se aguantó de una columna que había cerca para mantenerse recto—. Mi nombre es Alex Thompson, más bien conocido como… umm… rey Alex, ¡pero eso no importa! —se rio, podía notarse como Xavier quería levantarse y detenerlo con un golpe en la cara—. Lo que importa hoy es la maravillosa pareja que tenemos aquí. Lo que importa es nuestra perfecta Samantha y… —señaló a su hermano, quitando la sonrisa de su rostro— mi desgraciado hermano, Xavier.
La gente comenzó a murmurar y Xavier miró alrededor de sí con una expresión enojada y a la vez avergonzada.
—Sí, no me equivoqué de palabra. Es un desgraciado, ¡y esa no es la única que lo describe! —soltó suaves carcajadas mientras hablaba—. No… hay otras. Egocéntrico, maltratador, un total idiota, el peor hermano que puedas tener —hizo una pausa y se volvió a reír—. Podría seguir diciendo palabras, pero realmente no acabaríamos en un día.
—¡Alex! —su padre tuvo que subir al escenario y tomarlo del brazo, parecía enojado, pero intentaba disimularlo—. Ven, hijo. Bajemos al escenario.
—No, padre… estoy hablando con estas buenas personas, ¿que no lo ves? —dijo, agitando el brazo para zafarse del agarre—. Déjame.
—Estás avergonzando a tu hermano… el día de su boda —susurró.
—¿Lo estoy avergonzando? —dijo, todavía con el micrófono cerca de sus labios, miró a su padre y se acercó a él—. ¡Genial! —le gritó—. Porque ese hombre me avergonzó toda mi infancia… —continuó con los gritos, Xavier cerró los ojos, todavía en su asiento, parecía desesperado por hacer algo—. ¡Tú arruinaste mi niñez, hermano mayor! ¡Eres el culpable de todo lo que está pasando! ¡Todo está cayendo sobre ti, todo! —fue entonces cuando comenzó a llorar, Michael Thompson tomó a su hijo menor de los brazos, intentando hacerlo bajar del escenario y uno de los amigos de Xavier trataba de quitarle el micrófono, pero Alex hacía todo lo posible por resistir—. ¡Sé que me odias desde el día que nací, Xavier! ¡Pero te tengo nuevas noticias! ¡Yo te odio más!
Las lágrimas de Alex bajaban de su rostro como si de un río se tratara y su voz no podía estar más rota. Xavier no mostró otra emoción en su rostro más que enojo y fue en ese momento en que lograron quitarle el micrófono y su padre, alejarlo del escenario, mientras le susurraba cosas para tranquilizarlo. Aunque Alex no dejó de resistirse y decir cosas.