Seth Cook: La Historia Jamás Contada

33: Sé cuánto lo quieres.

23 de diciembre, 2004.

La vida de Matt no había sido muy diferente a la de Alex, después de su graduación también se enfocó en su trabajo, más que todo para ayudar a sus padres. Aunque ellos estaban bien con el control del periódico. Si no estaba resolviendo casos o ayudando a alguien en el edificio, se encontraba con sus hermanos en casa. Ya fuese cuidándolos o pasando el tiempo con ellos fuera. También se dedicaba a observar recuerdos, todavía conservaba aquella cámara de video que no soltaba y la cámara polaroid. Tenía un álbum de fotos y una caja con la colección de cintas que había hecho —y todavía hacía— durante los años.

Le gustaba eso, recordar. Plasmar un momento ideal, aunque proviniera de un día normal. Su vídeo favorito era el que había grabado durante el viaje hacia el lugar de la boda de Isabelle y Bob Jones. La cinta consistía en algunas tomas hacia el paisaje que había desde Chicago hasta Riverside, lo mismo que en algunas partes donde aparecían sus amigos, como la espalda de Alex mientras conducía y los tres cantaban canciones de The Rolling Stones, también cuando apuntaba la cámara hacia Seth mientras le daba de comer a Cassandra.

—¡Eh! Así es como sabes que eres un gran padre, cuando no riegan la comida mientras van en auto —había dicho Matt, riendo.

—¿Qué? —dijo el pelinegro, mirando a su amigo y riéndose cuando se había fijado en la cámara—. Bien, estoy seguro de que soy pésimo haciendo esto, no es un recuerdo que deberías quedarte.

Mientras Seth hablaba, Matt aumentaba y alejaba el rostro de su amigo desde la cámara, todavía grabando.

—Matt, detente, ¡deja de grabar! —decía el hombre de gafas, poniendo su mano en el lente mientras reía junto con el rubio.

—Vamos, sólo hagamos de este día menos tenso —murmuró Matt, volviendo a grabar el rostro de Seth, quien observaba directamente a su amigo y no al lente—. Necesitas relajarte un poco, hermano.

—Sí —Seth se acomodó las gafas, sonrió y miró a la cámara—. Gracias por ayudarme a relajar, Matthew.

Cassandra aplaudió, acompañada de una carcajada, a la cual los tres respondieron con muchas más.

Además de todo eso, Matt se dedicó a la investigación de ciertas cosas que le habían llamado la atención desde hacía mucho tiempo atrás. Incluso, le pidió mucha ayuda a Rose desde que se enteró que ella estaba de vuelta en Chicago y había comenzado a vivir con Alex. También salía, a beber con amigos e incluso intentó tener citas, pero al final nada resultaba. Quizá Matt no tenía el mismo don que Seth o Alex. Sus hermanos, Christian y Brad, eran las personas con quién más estaba. Y desde su nacimiento, Matt tuvo una fuerte conexión con el primer niño, quizá era por su parecido o simplemente porque Brad siempre fue un poco más independiente de lo que aparentaba. No podía amarlos más a los dos, estaba agradecido con aquellos dos niños, porque junto a sus padres, eran la razón de por qué tenía tanto amor en su corazón.

Un año después de la muerte de Alex, Matt continuaba luchando contra eso. Aunque quizás no como Seth, durante los cinco primeros meses él no se comunicaba, ni siquiera respondía a sus llamados. Sabía que debía darle su espacio, pero él también quería saber de su mejor amigo, porque, aunque tenía claro que no iba a cometer lo mismo que Alex, el rubio sentía que lo estaba perdiendo. Matt encontró el máximo consuelo en Rose, porque era la única que lo entendía y porque apenas y podía comunicarse con el agente Davis o con Lady. Ambos, Matt y Rose, superaron muchas cosas juntos en el momento del luto, incluso veían todos los recuerdos que él guardaba de Alex. Todos eran muy graciosos. Fue tanto así, que Rose se volvió una persona confidente para él, Matt le contó millones de secretos, cosas que ni siquiera sus padres tenían ideas, le contaba cuán confundido se sentía a veces y el por qué. Rose era su único conforte.

Cuando llegó diciembre del 2004, Matt se sentía completamente como él. La tristeza no lo invadía de la nada y ya no tenía que fingir que se sentía feliz frente a otras personas. Meses atrás había escuchado de Seth, él lo había llamado y por alguna razón, esa fue la primera vez que Matt sintió alivio en todos aquellos eternos días. Incluso se lo dijo a Rose y ella se alegró por él.

Claramente, toda su felicidad terminó en la noche a vísperas de navidad.

La noche del veintitrés de diciembre, Matt se quedó cuidando a sus hermanos porque sus padres tuvieron que viajar a Orlando por una fiesta prenavideña que había organizado el trabajo. Así que aquel día, antes de que Robert y Naomi partieran, los cinco comieron galletas luego de un buen juego de Mario Bros. Llevó a sus hermanos a visitar el acuario Shedd y allí se gastaron todo el día. Los dos niños regresaron muy cansados a casa. Mientras comían la cena que Matt había preparado, el rubio se encargó de unas cuantas cosas en el árbol, revisando el cofre que resultaba ser el regalo de Christian; lo abrió y revisó lo que había debajo de la base de este, notando que sus papeles de investigación seguían allí, por lo que se sintió calmado. Volvió al lado de sus hermanos y luego de una breve discusión acerca de ver televisión y dormir, Matt los llevó a la cama.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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