2005.
Seth se la pasaba horas y horas fuera del mundo. La muerte de Matt le había afectado más de lo que incluso él mismo esperaba. A veces, durante la continuación de diciembre, sólo se quedaba allí… observando hacia la nada, ya fuese en su cama o en el sofá y un par de veces le ocurrió en el auto. Siempre mirando hacia el vacío, moviendo los dedos con rapidez, tenso.
Alex se había suicidado.
Matt murió en un accidente.
Eran las dos oraciones que pasaban alrededor de la cabeza de Seth, siempre, a cada segundo. Y por supuesto no ayudaba, el dolor era cada vez más y más terrible. Seth temía que, aunque Simone lo consolaba y lo mismo Cassandra, estaba en máximo riesgo de dejarlo abandonado si no se levantaba y decidía seguir adelante. Pero era mucho para él.
Nada iba bien, nada se sentía correcto cada vez que Seth se miraba al espejo o se miraba las manos. Había algo y él estaba desesperado por recordar las horas que había olvidado del quince de mayo y el veintitrés de diciembre. ¿Qué hizo, qué hizo, qué hizo? ¿Acaso él tenía que ver algo en todo eso? ¿Estaba poco o demasiado involucrado?
«¿Acaso fui el responsable de sus muertes?».
La pregunta se había mostrado en su mente durante la primera semana de enero, mientras observaba hacia al techo por haberse levantado de la nada. Las lágrimas invadieron sus ojos, no podía ser posible. Pero entre más lo pensaba, había cosas que realmente concordaban. La ropa mojada por la lluvia, aunque no llegaba a rescatar el por qué no había nada en las cámaras de la recepción del hotel. También el día de la fiesta prenavideña con los del trabajo, mientras mercaba, Seth se encontró con Hayes y este le dio el pésame, acompañado de un: «Te extrañamos a ti y a Simone en la fiesta», estaba claro que él no había asistido. Seth intentaba pensar, buscando algo, ir a algún rincón de sus recuerdos, pero no hallaba nada. Se sentía frustrado.
«¿Asesiné a mis amigos?».
Era ilógico que alguien como Alex Thompson cometiese suicidio. Tenía a su hermana, Andrea, tenía a Rose, que no podía hacerlo más feliz, le iba excelente en su trabajo y, a pesar de la mala relación con su hermano, nunca deseó cometer tal atrocidad por esas razones. Matt había salido más allá de los suburbios de Chicago mientras estaba cuidando de sus hermanos y allí sufrió un accidente por la tormenta que hubo en la ciudad, fue tan grave que hasta el tanque de combustible se rompió y en el auto se esparcieron las llamas. ¿Por qué Matt habría ido más allá de los suburbios? ¿Era una trampa de un viejo caso en el que trabajaba? ¿Tenía nuevos secretos? Seth recordaba perfectamente cómo al día siguiente el cuerpo de dolía y tenía diferentes golpes, en el pómulo izquierdo y otros en la espalda, el pecho y los brazos. ¿Quién había causado eso?
Estaba tan inquieto.
—¿Amor? —la voz de Simone lo apartó de sus pensamientos, parecía adormilada y se movió en la cama—. ¿Estás despierto?
—S… sí —parpadeó y se apartó las lágrimas rápidamente, girándose para ver a la pelirroja frente a él—. Buenos días.
—¿Cómo dormiste? —preguntó y le sonrió, levantándose un poquito para subirse en el pecho del pelinegro.
—He tenido mejores noches —amagó una sonrisa y besó brevemente los labios de Simone—. Aunque verte suele mejorar mis días.
—Sí, por supuesto —se rio y volvió a besar a su esposo, acariciándole la mejilla antes de levantarse completamente de la cama—. Haré algo de desayuno.
—Yo me daré un baño —le avisó, también levantándose.
Simone bajó las escaleras para ir a la cocina luego de salir de la habitación, Seth tomó su toalla, la ansiedad estaba por todo su cuerpo y mente, entró al baño y entrecerró la puerta, comenzando a quitarse la ropa.
«¿Les hice daño? ¿Fui el responsable de lo que les pasó?».
Las preguntas no abandonaban sus pensamientos, Seth colgó la toalla cerca de él y llenó la tina que había en el baño. Cuando lo estuvo, se metió y se quedó sentado, mirando hacia la nada luego de haber soltado un suspiro.
—Tienes muchas ganas de descubrir si puedes tener la razón o no, ¿cierto? —Seth lo escuchó, estaba en la tina, desnudo, justo frente a él.