2008.
Seth llevaba tres años formando su plan y para eso hizo muchas investigaciones. Las veces que era llamado a Chicago para ayudar en algún caso, aprovechaba el tiempo requerido para extender lo que tenía por investigar. La hermana de Alex, Andrea Thompson, había sido internada varias veces por Trastorno de Estrés Postraumático e incluso fue transferida a París durante un año para recuperarse completamente. Era el momento de vigilar a Christian y Brad Morgan, lo mismo que a su hijo, Angel Jones. Era algo riesgoso, pero todo en el plan de Seth debía encajar perfectamente, por lo que era importante ser sigiloso con todo.
Se encontraba haciendo compras en un supermercado, cosas que necesitaba antes de su viaje de vuelta a Houston. Llevaba unos jeans oscuros, una camisa y sobre ella, un buzo color azul oscuro y su sombrero Gatsby favorito. Empezó a buscar algunas frutas y entonces, inesperadamente, vio a Christian junto a su hijo, buscando algo en la sección de dulces. Era claro que Angel no era el mismo bebé que vio muchos años atrás, con el cabello ondulado y muy negro, los ojos azul claro y una sonrisa muy característica, dejó asombrado a Seth. Era idéntico a él.
—A Mike le gusta el chocolate blanco, pero no creo que a mi madre le sirva ese chocolate —pudo escucharlo.
—Podremos llevar los dos. Uno para el pastel, otro para sólo nosotros —le respondió Christian. Él también había cambiado mucho desde la última vez que le vio, tenía un poco más de Matt en él.
Seth los observó de reojo y entreabrió los labios, dándose cuenta de lo que estaba frente a sí mismo. Angel y Christian se conocían y parecían muy amigos.
Angel, su hijo y Christian, el hermano de Matt.
«Es como si los Cook y los Morgan estuvieran destinados a confiar uno del otro —recordó que había dicho su madre, sonriendo, mientras era ayudada por Seth para bajar del auto. Era la vez en que cenarían con Lady para conocerle por primera vez—. ¿Te lo imaginas hijo? Serían dos grandes familias con un bonito vínculo amistoso».
—Mierda, esto sólo se ha vuelto un poco más fácil de lo que pensaba —susurró para sí y se acercó más a los adolescentes, para seguir escuchando lo que hablaban.
Angel miró a su amigo, tenía ojos preocupados y tristes. Christian sólo observaba los chocolates, pensando en cuál de ellos escoger.
—¿Has estado mejor? —preguntó.
—Sí, eso creo —murmuró en forma de respuesta, aunque podía escucharse su nostalgia incluso desde kilómetros—. Ya lo sabes, Matt y yo éramos inseparables. No sé cómo… umm, dejar de pensar en él y en lo bueno que era.
Seth tragó en seco.
—Yo tampoco, muchacho —susurró para sí, bajando la mirada mientras fingía tomar algunas galletas de soda.
—Eso es cierto —Angel volvió a hablarle y tomó una bolsa de malvaviscos—. Pero has cambiado desde su muerte.
Aquello despertó el interés de Seth.
—Hablabas más —continuó luego de su pequeña pausa—. ¿Tus encuentros con la doctora Barnes van bien? ¿Has tomado tus medicamentos?
—¿Tu padre dejó de odiarte? —preguntó a la defensiva, dejando a Angel sin palabras.
Seth levantó la mirada, observando a los dos chicos. Hubo un momento de tensión entre ambos y el pelinegro quiso intervenir, pero entonces Christian volvió a hablar.
—Lo lamento… lo lamento —finalmente tomó las barras de chocolate necesarias y miró con arrepentimiento al muchacho de ojos azules—. No me refería…
—No fue un tema para traer a la luz. Por parte de ninguno —Angel posó una mano en el hombro de Christian, sonriendo—. También lo siento.
El castaño asintió, también dándole una sonrisa a Angel.
—Olvidémoslo y busquemos a mi madre, ¿vale?
—Vale.
Seth esbozó una sonrisa y les dio la espalda, comenzando a dirigirse hacia otro pasillo del supermercado. Se distrajo en sus pensamientos, empezando a analizar toda la situación que había visto recientemente. Hasta que, sin ni siquiera notarlo, se chocó con alguien.
—¡Oh! ¡Cuánto lo siento! —la voz le fue familiar mientras recogía las cosas que habían caído al suelo y las ponía de vuelta en su canasta.
—No, yo lo siento —respondió, comenzando a levantarse—. Es mi culpa por ser tan distraído.