2009.
Había perdido mucha sangre. La bala ardía en su bajo abdomen y su mano estaba repleta de aquel líquido escarlata. Un pañuelo le ayudaba a retenerla, pero ya estaba lo suficientemente empapado como para resistir un poco más. Fred Densmore llegó al hospital en tiempo récord y ayudó al muchacho a bajar del auto, soltando gritos de socorro antes de entrar por las puertas del lugar. Algunos doctores salieron y fue cuestión de segundos, cuando una camilla se aproximó con rapidez. Angel comenzó a sentir que sus ojos se cerraban y las personas se movían con lentitud, veía mosaicos a su alrededor y se quejó cuando lo subieron a la camilla.
—¡Por favor! ¡Sálvenlo, es mi hijo! ¡Sálvenlo! —escuchaba al compañero de su padre y una sonrisa involuntaria se le asomó en el rostro. Estaba impresionado de lo bien que actuaba, Angel notó que hasta tenía lágrimas incluidas, era increíble cómo se mantenía en el personaje sin ni siquiera pestañear—. Por favor…
El eco de la voz de Fred y el murmullo de los doctores fue desapareciendo, junto con la brillante luz blanca que recorría los pasillos con prisa.
Un pitido constante llegó a sus oídos, daba una pausa y volvía a sonar, era lo único que parecía escucharse en el lugar donde Angel se encontraba. Abrió los ojos y sintió un pequeño dolor de cabeza cuando la radiante luz le dio la bienvenida al mundo real.
—Buenos días, pequeño soldado —la voz ya reconocible de Fred Densmore retumbó en sus oídos y Angel giró su rostro a la derecha, donde estaba el hombre, sonriéndole ligeramente. Tenía pequeñas vendas de microporo a lo largo de su corte en la mejilla y lo mismo en su brazo—. Lo hiciste muy bien.
—Gracias —dijo, sentía su garganta seca y eso se reflejó en su voz. Fred le acercó un vaso con agua y le dio de beber—. Usted también lo hizo… muy creíble.
—Por favor, no me trates con tal respecto. Mantengamos la confianza —Fred le sonrió y volvió a poner el vaso en la mesa donde se encontraba—. Recuerda que soy tu padre desde ahora, Alaric.
—Cierto —el pelinegro intentó reírse—. Tienes razón, papá.
Ambos carcajearon, Angel con más dificultad que Fred.
—Te darán de alta hoy mismo, así que esta noche partiremos a tu nuevo hogar. ¿Cómo te sientes?
Angel se sentó en la camilla, quejándose ante los pequeños pinchones de dolor debajo de la venda que ocultaba su herida. Soltó un suspiro y los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente.
—Aliviado —respondió finalmente, llevando sus ojos hacia el agente Densmore—. Pero asustado a la misma vez.
—Lo entiendo. Así me sentía cuando fui reclutado en el proyecto del agente Benjamin Davis, apuesto a que tu padre te habló de eso —Angel asintió, muy atento—. Mi juventud no fue la mejor, en cierto caso, era similar a la tuya. Ser reclutado me hizo sentir aliviado por tener algo de que escapar de mi familia, pero también estaba aterrorizado por lo que iba a enfrentar. Con el tiempo me di cuenta de que todo resultó para bien.
—Mi padre morirá cuando todo esto termine —dijo el chico de ojos azules, desesperanzado, preocupado—. ¿Cómo es que esto será para bien? Al final lo perderé.
—No lo sé, jovencito —Fred frunció los labios y se peinó el cabello negro hacia atrás—. Muchas cosas podrían cambiar. Seth es un hombre muy tradicional y organizado, pero podrá llegar un día en que él se canse de todo esto y se le quite la loca idea de seguir con este plan. Estoy ayudándolo porque es mi trabajo, él me contrató… y así mismo lo hacen mis aliados. Así que el poder aquí no lo tengo yo.
—Tal vez tengas razón —culminó Angel con cierta nostalgia—. Creo… creo que volveré a dormir, si no te molesta.
—Claro que no, necesitas descansar. Una nueva fase está por llegar.
Angel se tomó un tiempo para cerrar los ojos e intentó que el sueño lo tomara para olvidarse, al menos por unas horas, de lo que estaba enfrentando en su vida.
El agente Densmore despertó a Angel a horas de la noche cuando tenía todo listo para el viaje y así marcharse al aeropuerto y partir hacia Alemania. Llevaba ropa que Fred había comprado mientras él dormía —porque, por supuesto, él había perdido de algún modo todas sus prendas—, acompañado de un gorro de lana y gafas cuadradas, justo como las llevaba en su identificación falsa. Se sintió algo nervioso, en su mente pasaba la cuestión de si alguien lo reconocía. La noticia de su muerte, la de su «padre» Bob y la desaparición de su hermano podía haber sido emitida varias veces durante aquel día y alguien podía reconocerlo… pero nadie lo hizo.