En la mitad de agosto, el plan de Seth se salió de control. Su máxima predicción era delatarse así mismo para que la agencia descubriera la verdad justo a finales del año. Pero, al parecer, el destino o como le llamen, quería algo diferente.
Todo comenzó con un día soleado, donde Seth creyó que iba a ser tan corriente como cualquier otro; tazas de café, trabajar en la oficina, pasar tiempo con su hija y así, como tenía memorizada su rutina. Parte del día ocurrió así, pero un par de horas antes del almuerzo, tocaron a su oficina.
—Adelante.
—Agente Cook —Madison Carter, una de las secretarias del edificio, fue la que apareció detrás de la puerta—. El agente Davis quiere verlo en su oficina.
—Por supuesto. Iré en un segundo —respondió.
La mujer se dio la vuelta para abandonar el lugar.
—Carter —la llamó el hombre cuando notó que en su escritorio faltaba algo—. ¿Podrías traerme más café, por favor? Es probable que lo necesite cuando regrese.
—Por supuesto, agente.
Seth asintió con una breve sonrisa y se apresuró a salir y caminar hacia el elevador para subir a la oficina del agente Davis. Pensó en todo en el recorrido sobre qué querría hablarle, aunque sin mucha preocupación. Sólo tenía la picadura de la duda.
—Hola, Ben —finalmente, Seth entró luego de que el agente Davis le diera su permiso, cerrando la puerta detrás de él—. Carter me comentó que querías verme.
Benjamin Davis no respondió nada. Se mantuvo en la misma postura con la que le había recibido; las manos juntas, pegadas a los labios, como si rezara. Miraba a Seth con cierta preocupación y una parte de él no pudo evitar pensar en el día que Lady había desaparecido y el agente Davis se encontraba con la misma expresión en sus ojos porque lo sabía todo.
—He visto esa expresión antes —confesó el pelinegro, caminando sigilosamente por la oficina hasta sentarse frente a su amigo—. ¿Qué ocurre, Ben?
El hombre, de aspecto cansado y melancólico, se removió en el asiento y sin decir nada por unos segundos, sacó algunas carpetas del cajón de su escritorio, abriéndolas mientras se aclaraba la garganta.
—¿Confías en mí, Seth? —dijo, levantando los ojos de las carpetas abiertas hasta él.
—Ciegamente —no tardó en responder, tomando una postura recta—. Como un hijo confiaría en su padre.
Seth notó que la mandíbula de Benjamin se tensaba.
—Entonces… si algo sucede, sea lo que sea… —los ojos del hombre de cabello blanco analizaron el rostro de Seth en aquellos segundos de silencio—. ¿Me lo dirías? ¿No es así?
—Por supuesto —respondió.
Benjamin volvió a mirar las carpetas abiertas en su escritorio. Seth finalmente se atrevió a observarlas y reconoció todo en un instante.
—¿Quién asesinó a Alex Thompson? —preguntó el agente Davis de repente, dejando a Seth paralizado en su asiento.
—¿Qué…?
—¿Quién asesinó a Matthew Morgan? —lo interrumpió de golpe, antes de que pudiese terminar la oración.
—Ben. Eso fue un acci…
—¿Quién asesinó a tu hijo y a Bob Jones? —volvió a sorprenderlo con una nueva interrupción, Seth apretó los dientes, inhalando profundamente—. No me mientas.
—¿Qué te hace pensar que estoy mintiendo? —preguntó de vuelta.
—¿Dónde está Michael Jones? —continuó con aquel interrogatorio y Seth se relamió los labios.
—No tengo idea.
—¡No me mientas! —el agente Davis levantó la voz y Seth se sobresaltó—. Tú sabes algo, Seth. Debes saberlo… todas estas personas están conectadas a ti. Todas.
—Por muy conectadas que estén, no puede significar que te estoy mintiendo, Benjamin —la voz de Seth se quebró y se tomó unos momentos para seguir—. Me ha tomado mucho tiempo superar este tipo de cosas. Alex se suicidó, Matt tuvo un accidente, mi hijo fue asesinado… demonios, mi esposa también fue asesinada. ¿Y sabes qué? No estaba ahí para detenerlos. No estaba ahí para salvarlos… —los labios le temblaron, sentía un quemón en la garganta y las lágrimas escociéndole los ojos—. No estaba allí —marcó cada una de las palabras, demostrándole su dolor a Benjamin Davis.