Seth Cook: La Historia Jamás Contada

47: Escape.

No había nadie en la casa cuando llegó. Dejó el auto estacionado una calle atrás e hizo lo posible por parecer corriente mientras caminaba hasta la puerta de su hogar. Se sentía mareado y con dolor de cabeza, también sentía frío y a la misma vez un calor del infierno. El sol se estaba poniendo.

—Seth —había dicho Él cuando entraron y el hombre dejaba las llaves en un mueble cercano a la puerta. Seth se miró en uno de los espejos del pasillo, viendo sudor en toda su frente y ojeras muy marcadas—. No quisieras… al menos, ¿descansar un poco?

—No… no puedo —respondió casi de inmediato, apartando la vista y caminando apresurado hasta las escaleras—. No podemos. Tenemos que salir de aquí.

—¿E ir a dónde?

Seth entró en la habitación de su hija y buscó desesperadamente entre los cajones y el clóset, hasta que encontró una pequeña cajita que contenía horquillas. Sacó una y expertamente usó el objeto como llave para liberarla de su muñeca derecha. Un suspiro involuntario salió de sus labios y miró a Él con seriedad.

—No eres de los que hacen preguntas —dijo, saliendo de la habitación y dirigiéndose a la suya, Él pisándole los talones—. Siempre me has dicho que vamos a estar bien en cualquier mala situación. Hemos sobrevivido hasta ahora, hoy no será diferente.

Una sonrisita de satisfacción apareció por su rostro.

—Dios mío. Te he enseñado bien, mi amigo —se acercó a Seth con cierta serenidad y le tomó de ambas mejillas, todavía sonriendo—. Vamos a estar bien. Lograremos salir de esta.

Seth levantó la barbilla y sonrió. Había mordido en anzuelo.

—Por supuesto que sí, mi querido compañero —respondió.

Empacó todo lo que necesitaba, tomó toda la ropa, zapatos y productos de higiene que pudo contener el maletín, también guardó los casetes de Matt que guardaba en una caja en su armario y de último, la foto de su cumpleaños número veintitrés, donde se encontraba él, Matt y Alex, como un recuerdo de por qué motivo estaba haciendo esas cosas. Luego tomó una mochila y abrió la caja fuerte que había instalado en la habitación, sacando primero los paquetes de billetes que había guardado allí durante un buen tiempo, luego, guardó cámaras con sus respectivos cables y un arma extra, además de la suya, que yacía en la cartuchera de su cinturón.

Cuando todo estuvo listo, Seth buscó una escalera y la estabilizó directamente desde la ventana del cuarto de su hija, dónde podía escapar sin que le vieran y llegar al auto con más facilidad. El sol había desaparecido.

Escuchó voces acercándose y se alertó. Buscó rápidamente un lugar para esconderse y antes de que la puerta se abriera, Seth estuvo dentro del armario, manteniéndose quieto y en silencio. Su hija entró a la habitación, junto con alguien más.

—Mi madre no nos distraerá si estamos aquí —escuchó la voz de Cassandra y por los orificios del armario, vio que estaba con Jeffrey Williams, un amigo de Christian—. Podemos comenzar con el acto que ensayamos en la escuela para perfeccionarlo y practicar un poco del siguiente.

—Muy bien, me gusta esa idea —respondió el muchacho de cabello rubio y ojos verdes mientras buscaba entre las páginas del libreto de la obra—. Comencemos con la línea de…

Y entonces sonó un teléfono. Seth dejó de respirar, por un segundo había pensado que era el suyo y su hija descubriría que estaba escondido y le haría muchas preguntas y él no sabría cómo responderlas. Pero el sonido cesó y la voz de Jeffrey volvió a escucharse.

—¿Aló? —Seth soltó aire en silencio y observó a Cassandra sentada en la cama, entretenida entre las hojas del libreto de la obra—. Vale, Brad. Tranquilízate… respira, ¿está bien? Excelente. Ahora, cuéntalo con más calma —notó como Jeffrey asentía después de terminar de hablar y en cuestión de segundos, su rostro se transformó y su expresión fue de terror profundo—. ¿Qué? No, no. No puede ser… —Cassandra levantó la mirada y se encontró con la de su compañero, ambas igual de asustadas—. Sí, estoy con ella. Brad, el señor Morgan llegará pronto, no te… está bien, estás solo y asustado, lo comprendo. No te preocupes, iremos enseguida, ¿vale? —y colgó.

—¿Qué ocurrió? —preguntó su hija, el tono de preocupación era obvio—. ¿Brad está bien?



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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