Seth se encontraba sentado en la mesa, un lapicero en mano. Tap, tap. Lo hacía sonar contra la madera, esperando. La siguiente fase de su plan estaba siendo ejecutada.
Habían pasado horas, Seth no había despegado la vista del reloj. Cuando la aguja señaló las dos de la mañana, la puerta de la bodega se abrió. Philip y Gabriel traían consigo a dos personas con los rostros cubiertos y las manos atadas. Seth hizo una seña para que los esposaran en las columnas y sus compañeros le obedecieron. Las personas se quejaron y forcejearon, pero ninguno era más fuerte que Gabriel o Philip.
—Gracias, muchachos —dijo el pelinegro, acomodándose las gafas y levantándose. Sus manos jugaban con el lapicero—. Pueden dejarme a solas.
Gabriel y Philip asintieron y sin decir o hacer nada más, salieron. Seth se acercó a los muchachos sentados en el suelo, se arrodilló frente a ellos y le quitó las bolsas del rostro.
Josh Blair y Sebastian Muller.
—Oh —miró a los chicos con detenimiento. Josh no tardó en darle una mirada de odio cuando superó la sorpresa que se llevó, mientras que Sebastian sólo continuó temblando y parpadeando para espantar sus lágrimas—. Entonces ustedes son la carnada que Alaric terminó escogiendo, después de todo.
Hubo confusión en cada expresión, Seth les dio una suave sonrisa.
—Para ser sincero con ustedes, señoritos Blair y Muller, no los esperaba a ustedes —Seth fulminó los ojos, examinando cada facción de los rostros de los jóvenes frente a él—. El señorito Williams hubiera sido perfecto, junto con la señorita Thompson —Josh pareció enfurecerse ante el comentario—. La pareja perfecta para asustar a Christian, ¿no lo creen?
—Usted… es… —Sebastian hacía lo posible por hablar, pero la voz temblorosa apenas le dejaba— usted… es él…
—Soy Seth Cook, sí —el pelinegro sonrió de forma cortés—. Mucho gusto.
—Le juro que le partiré el rostro cuando logre liberarme —finalmente, Josh habló y la ira parecía extendérsele desde la garganta hasta que las palabras finalizaban—. Lo juro.
—Wow, wow. Calma, pequeña fiera —Seth les hablaba con toda la serenidad posible. Levantó sus manos como si estuviera rindiéndose frente a ellos—. Desde ahora, su bienestar es mi responsabilidad. Alaric los escogió por algo y hasta que llegue el momento por el que han estado entrenando, los libraré de mí. Y estarán por su cuenta.
—¿Alaric… ha estado de su lado durante todo este tiempo? —preguntó Sebastian.
Seth le sonrió.
—Es un chico muy inteligente, señorito Muller —respondió y se levantó con cierto cuidado—. Alaric no es nadie más que la identidad secreta del chico que conocen como Angel Jones —hizo una pausa, dejó que la confusión y la sorpresa atravesara las expresiones de los muchachos—. Mi hijo.
—¿Qué?
—Pero el plan de Alaric termina con usted muerto —refutó Josh, no había dejado de fruncir el ceño ni por un segundo—. Y Angel murió años atrás. ¡Usted lo asesinó!
—¿Lo hice? —atacó Seth. El chico de piel oscura se quedó callado—. No sería capaz de tal atrocidad.
Josh gruñó.
—Entonces… si usted dice la verdad, y Angel está vivo, todo quiere decir que el plan… —los ojos se Sebastian exploraron el suelo, como si pudiera encontrar todas sus respuestas allí— el plan es su suicidio. Usted lo creó. Usted ayudó a Angel a fingir su muerte… usted… quiere morir, pero no puede hacerlo por sí mismo.
Finalmente, miró a Seth, quien sonreía como si estuviera orgulloso. Eso contagió al muchacho y también le sonrió como si fuera el alumno que acertó en la respuesta más complicada del examen, dos hoyuelos se revelaron en sus mejillas cuando lo hizo. La risa irónica de Josh los distrajo y Seth cambió su expresión, una vez más, a una serena.
—Vamos, Sebastian. No puedes estar creyendo las locuras de este tipo, ¿no es así?
—Si no desea creerme, señorito Blair, tiene todo el derecho. Pero no le quite eso a su amigo —se subió las gafas y se giró para caminar hacia la salida—. De todos modos, nunca es fácil creerle a un psicópata, ¿cierto?
Y en medio del silencio, Seth se marchó de la bodega.