Seth Cook: La Historia Jamás Contada

54: Mi tiempo ha llegado… ¿o tal vez no?

La luz del día se había ido en un solo parpadeo. Los hombres que Fred y Philip habían contratado llegaban uno a uno, a medida que la noche avanzaba y sólo se dedicaban a preparar las armas y otras cosas —como granadas— a las que Seth no les vio ningún sentido.

Luego de un tiempo, cuando estaban todos los hombres, Seth les pidió que salieran mientras él se alistaba. Se dio una ducha en el baño improvisado que Philip había construido en la bodega. Se vistió con el equipo que le había enviado Fred, aunque más ligero que los demás. Al salir, se encontró con Josh y Sebastian atados dónde siempre los había visto, en una de las esquinas de la bodega, dónde había una entrada secreta; salió y se encontró con los hombres, Seth sabía que la mayoría de ellos eran criminales, o al menos, tenían algo de eso. Así que, como Fred le aseguró en medio de la preparación del plan, ellos harían todo por dinero.

—Muy bien, ustedes cuatro serán guardias de las dos puertas —comenzó a dar indicaciones, cuando estuvo consciente de que la hora se acercaba—. No van a disparar a menos que haya disparos. De resto, eso queda prohibido —los miró fijamente, muy serio—. Recuerden por quién están trabajando. Su recompensa será buena.

Hubo algunos vítores.

«Si morir es una buena recompensa…», pensó el pelinegro mientras se acomodaba las gafas.

Decidió ir detrás de la bodega, para tener unos momentos a solas. De pronto, después de tanto desear que su día finalmente llegara, en ese momento, le dio miedo morir. Por un instante, quiso realmente seguir respirando, quiso seguir escuchando su corazón, quiso seguir viendo la luz. Pero entre más hacia eso, más malos recuerdos aparecían en su mente y… no podía.

—Blah, blah, blah —escuchó aquella voz familiar, más oscura y más siniestra, cómo la última vez que se encontraron. Seth sintió escalofríos—. ¿No te cansas de hablar? Es irritante.

Seth levantó la mirada y vio por encima de sus gafas. Apareció entre las sombras, con aquella típica aura tétrica. Su rostro estaba limpio, como la última vez, excepto por la herida en su labio, que todavía cicatrizaba. Seth se quedó quieto, dispuesto a enfrentarlo.

—¿Vienes a contemplar cómo ambos morimos? —preguntó, sonriéndole con serenidad. Aunque comenzó a sentir un terrible dolor de cabeza.

—Para nada. Perfectamente recuerdo que no iba a dejar que te salieras con la tuya —rio y se peinó el cabello hacia atrás. El pelinegro cerró los ojos levemente cuando el dolor se intensificó—. No hay nada que puedas hacer Seth. Estás acabado.

—No… estoy ganando —dijo, con toda la seguridad que tuvo en su voz y la fuerza que pudo recuperar. El dolor comenzaba a taladrarle el cráneo.

Él volvió a reírse.

—Me necesitas para ganar. Te lo dije… te lo advertí —estaba muy cerca de su rostro—. No. Puedes. Matarme.

—¡Aléjate de mí! —chilló. El dolor de cabeza estaba hasta el límite. Seth cerró los ojos, jalándose el cabello con fuerza, su respiración se agitó, su cuerpo tembló—. ¡Aléjate, aléjate, aléj…!

—Charles… ¡hey, hey, hey! —Philip había corrido hacia Seth y estaba frente a él, tratando de calmarlo. Lo había tomado de los brazos con fuerza para evitar los golpes y lo miraba fijamente para saber qué sucedía con él—. ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¿Estás bien?

Se quedó quieto y Seth abrió los ojos, cuando vio a Philip frente a él, lo miró con desprecio. El pelirrojo transformó su rostro en una expresión confundida. Seth le apartó las manos de sus brazos con brusquedad y le empujó.

—Nadie me dice qué hacer, Palmer —su voz era grave y siniestra. El pelirrojo estuvo muchísimo más confundido y estuvo a punto de hablar, pero Seth le interrumpió con una pequeña risita irónica, dando pasos hacia él—. Muchísimo menos tú. Engendro. Me das asco.

—¿Qué se metió en ti, Charles? —Philip estaba asustado y Seth disfrutaba su temor. Tropezó con una piedra y cayó al suelo. El pelinegro sacó una daga de su cinturón y jugó con ella mientras se acercaba más a aquel hombre—. ¿Qué estás haciendo?

—No. ¿Qué estás haciendo tú? —sonrió ampliamente, Philip estaba levantándose—. Corre.

Empezó a correr. Seth se rio y tomó un camino corto por el bosque que escondía a la bodega, cuando menos se lo esperó, había aventajado a Philip y se lo encontró frente a frente de sorpresa.



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En el texto hay: doblepersonalidad, secretos, tid

Editado: 04.01.2019

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