Si no tuviera miedo

1-1

Alizah

—Todo tiene que salir bien, todo tiene que salir bien —susurré.

Gael me apretó la mano con fuerza, aunque no dijo nada. Estaba aún más nervioso que yo, lo cual no me tranquilizaba. Mi único consuelo era saber que me amaba profundamente y que siempre me cuidaría, pase lo que pase. Nuestro amor podía superar cualquier obstáculo, incluso la enfermedad que sospechaban que tenía debido a mis extraños resultados en los análisis prenupciales.

—Bien, traje los resultados —dijo el doctor.

—Díganos qué está pasando, doctor. ¿Qué es lo que tiene mi mujer? —preguntó Gael antes de que pudiera decir algo.

El rostro serio del doctor presagiaba desgracia, pero yo siempre había sido una mujer positiva. Estaba segura de que esos síntomas, que parecían tan graves, en realidad no lo eran. Tal vez no estaba embarazada, como sospechábamos en un principio, pero debía ser algo que, con tratamiento y paciencia, podría resolverse.

—Los exámenes realizados indicaron cáncer cervicouterino. Está muy avanzado y no hay nada que hacer.

Aquellas palabras resonaron en mi cabeza como un eco sin sentido, como si lo que me decía ese médico con años de experiencia fuera solo un disparate.

Pero entonces, la mano de Gael me soltó. Primero pensé que lo hacía para frotarse el rostro, pero su mirada, llena de pánico y reproche, me atravesó.

—Ese tipo de cáncer es por…

Me desconecté de la conversación, casi desplomándome sobre mi asiento. El doctor Gonzáles, a quien creía un aliado en nuestra relación, ahora insinuaba que mi enfermedad se debía a un virus que evidentemente Gael no tenía, y que lo había contraído por estar con otra persona.

—No, no, yo no…

—No puedo con esto —dijo mi prometido, levantándose—. No podré verte morir, y mucho menos saber que lo haces por…

—No me dejes, Gael, te necesito —le dije llorando mientras trataba de ponerme en pie—. No me puedes hacer esto.

Me aferré a su brazo, esperanzada de que me creyera, pero él se apartó.

—No puedo, no puedo hacer esto contigo. Las pruebas son contundentes.

Sus ojos verdes, llenos de lágrimas, me hacían saber lo mucho que sufría por esto.

—Pasamos por mucho, mi amor —le rogué una vez más, sin desear dejarlo ir.

Mi destino me preocupaba, por supuesto, pero no tanto como la idea de que él pensara lo peor de mí.

—Mi amor, te juro que no lo hice.

—No te creo ni una sola palabra, Alizah —contestó, negando con la cabeza—. No puedo con esto, lo siento, pero no.

Intenté sujetarlo de nuevo, pero salió corriendo del consultorio. Ignorando los llamados del doctor, salí a perseguir a Gael, pero un fuerte mareo me dejó tendida en el suelo del pasillo del hospital.

Dos semanas después, él se casaba con su exnovia, mientras yo dejaba mi certificado falso de defunción en manos de mi madrina.




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