Si no tuviera miedo

Capítulo 2

Gael

Intenté sostener el vaso, que todavía seguía lleno, pero era el octavo que me servía. ¿O era el noveno? No lo sabía, había perdido la cuenta después del primero.

—¿De verdad la vas a dejar? —me preguntó Walter—. ¿No piensas investigar un poco?

No respondí. Sus palabras me sonaban incomprensibles. Solo quería que todo fuera una pesadilla, despertar y que mi boda con Alizah siguiera siendo real.

¿Cómo había podido traicionarme después de que me enfrenté a mi familia por ella? Si no hubiera tenido mi propia empresa de antemano, habría quedado en la miseria, ya que mis padres fueron bastante claros al respecto.

—La amo, la amo tanto —susurré, derrumbándome sobre la barra—. No quiero que muera, no quiero verlo.

Walter me dio una fuerte palmada en la espalda, pero no reaccioné. Nada más que ella podría hacerme reaccionar.

—Te estás equivocando y mucho, Gael —respondió, decepcionado—. Busca una solución, no te quedes solo con…

Aquellas palabras me llenaron de tanta ira que terminé explotando y corriendo a mi mejor amigo del lugar. Él me respondió enojado que me fuera al demonio y me advirtió que lucharía por averiguar la verdad y por ella.

—Solo me hice a un lado porque ella te amaba a ti, pero ahora tengo el camino libre.

—¡Jamás vas a tenerla! —le grité, intentando avanzar hacia él, pero terminé cayendo.

Unos brazos delgados me ayudaron a incorporarme. Walter ya se había ido y todos a mi alrededor se reían de aquel altercado.

—Basta, mi amor, no puedes sufrir así por ella —me dijo la mujer, a quien trataba de ver el rostro porque su voz me parecía conocida—. Sí, soy yo, Kendra.

—Lamento haberte dejado por ella —balbuceé—. Tú sí me amabas.

—Y siempre lo haré, cielo.

—Haz que la olvide —rogué desesperado.

—¿Estás seguro?

—Completamente.

Aquella noche, todo fue confuso y caótico. Los labios de Kendra no me causaban ninguna emoción, pero me perdí en los recuerdos de Alizah, la mujer que tanto amaba y a quien seguiría amando hasta el día de mi muerte. Supongo que así fue como terminé amaneciendo entre los brazos de mi ex, quien me miraba como si hubiese vuelto a amarla.

—Tú y yo pasamos la noche juntos —murmuré, sintiendo un fuerte dolor de cabeza.

—Sí, mi amor, y creo que no puedes jugar conmigo —me respondió.

El asco y el horror me invadieron, pero estos sentimientos no superaban a la inmensa decepción que sentía por Alizah, a quien no le había importado engañarme con otro hombre.

Y seguramente Walter era ese hombre.

—No, retomaremos lo que perdimos. Te lo cumpliré —le dije, tomándola del mentón.

Kendra intentó que volviéramos a estar juntos, pero simplemente me levanté y entré al baño.

—La boda no se cancela —le dije en voz alta—. Pero sí va a cambiar la novia.

—Por supuesto, mi amor —me respondió ella desde afuera—. Estaré encantada de ser tu esposa y darte todo el amor que mereces.




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