Si no tuviera miedo

Capítulo 4

Gael

Tenía mi decisión tomada, pero no podía evitar que el dolor me atravesara constantemente, recordándome a la mujer con la que de verdad quería casarme y pasar el resto de mis días. Kendra era amorosa y amable conmigo, pero no me sentía capaz de mantener conversaciones prolongadas con ella, ya que no podía entenderlas.

Yo tampoco era capaz de pensar en otra cosa que no fuera Alizah, aunque tratara de ocultarlo. A pesar de haber regresado sus cosas a la casa donde antes vivía, su aroma permanecía en el departamento y no había sido capaz de deshacerme de ciertas prendas, las cuales tenía bien resguardadas para que Kendra jamás se sintiera herida.

—Tomaste la mejor decisión, hijo —me felicitó mi madre cuando le entregué la invitación a la boda—. No te preocupes por los medios, yo me haré cargo. No debes explicar nada.

—No quiero que se anuncie a los medios —le dije, y ella frunció el ceño.

—Hijo, pero es una boda grande.

—¿Grande? Kendra y yo acordamos que sería algo íntimo.

—Pues tus suegros la han convencido —se encogió de hombros.

—¿Mis suegros o tú? —La fulminé con la mirada—. Que yo sepa, tú eres la principal interesada en que me una a su familia.

—Kendra no solo es hermosa, hijo, tu suegro es un hombre respetable. Seguro que con la fusión de…

—Espera, ¿qué fusión? No hemos hablado nada al respecto —la interrumpí—. Olvídalo, eso no sucederá. El día en que papá me desheredó, fui claro al decir que no les permitiría meterse en mis negocios.

—¿Por qué no, cielo? El programa de Ricardo es muy bueno y está funcionando en las escuelas para la regulación emocional de sus alumnos. Hay demasiadas empresas interesadas en eso, no puedes rechazar una fusión.

—Es un programa incipiente, que solo se ha probado en dos colegios —repliqué—. Sí, estoy pensando en hacer algunas pruebas piloto, pero una fusión no es posible de momento.

—Está bien, está bien —asintió.

—Entonces quieren una boda por todo lo alto —murmuré, notando cómo se me contraía el estómago.

Alizah iba a verlo, sin duda. Ella era activa en sus redes sociales. O tal vez no, tal vez el cáncer era tan agresivo que…

—¿Qué te pasa? —me preguntó mamá cuando me levanté rápidamente porque tenía náuseas.

Solo de pensar que le quedaba poco tiempo de vida, sentía una angustia ardiente recorrerme el cuerpo. Había seguido el consejo de Walter y tomé el expediente para tratar de pedir una segunda opinión. Sin embargo, fue en vano, ya que todos los médicos coincidieron en que el cáncer de Alizah ya era metástasis y que era cuestión de tiempo para que dejara este mundo.

Por eso y por mucho más, no leía sus correos desesperados y terminé bloqueándola de todos los sitios posibles. Aunque la amaba más que a mi vida, ella simplemente no se lo merecía, y yo tampoco me sentía capaz de verla irse.

El día de la boda por fin había llegado. Me sentía aprisionado dentro de mi propio cuerpo, con la mente completamente ajena al altar donde esperaba a Kendra. No era una boda religiosa, por supuesto, no había accedido a tal cosa, pero sí había muchos invitados y la ceremonia sería transmitida.

Nadie me había hecho caso en mi idea de una boda íntima, pero era tarde para arrepentimientos. Además, Kendra merecía que diera lo mejor de mí por haber soportado tanto. Nunca la había amado, pero ahora sabía que debí esforzarme más por cultivar ese sentimiento y no enamorarme locamente de Alizah.

Mientras esperaba, mis recuerdos viajaron a ese día en el restaurante playero, donde me sirvieron un postre que me fascinó. Por absurdo que fuera, quise conocer de inmediato a la persona que lo había preparado. Resultó ser la mujer más hermosa que había visto en mi vida. Sus ojos grises me hechizaron de inmediato, así como la forma en que se mordía el labio inferior. No lo hacía de forma provocativa, sino que simplemente lo retraía hacia atrás, volviéndola adorable.

Nuestras diferencias eran notables: ella tenía dieciocho años y yo veintiocho, pero nunca me había sentido tan conectado con alguien, así que eso dejó de importarme. Escudándome en mi admiración por sus postres, la busqué en varias ocasiones hasta que me di cuenta de que realmente estaba enamorado y que debía terminar mi relación con Kendra. Esas conversaciones fuera de sus horarios de salida, las miradas y sonrisas me envolvieron y me dieron la certeza de que era ella con quien quería compartir mi vida.

Su talento la llevó a emprender su propio negocio, en el que nunca me permitió tener más participación que la de probar sus postres y recomendarlos a mis conocidos. Aunque me molestaba que no me dejara ayudarla, siempre lograba convencerme de olvidar el tema, y no solo con los postres.

Solo con ella había sido pleno en todos los sentidos. Esos tres años quedaban ahora sepultados por la mujer que caminaba hacia mí, temblando de emoción e ilusionada ante la idea de que la amara.

Kendra era indiscutiblemente hermosa, una mujer que cualquier hombre habría deseado, pero no era ella, no era mi preciosa Alizah.

Aun así, la tomé de la mano y continué con la ceremonia. Ella quería una boda religiosa, pero jamás se la daría. Ese nivel de compromiso exigía un amor tan infinito como el que sentía por Alizah, quien se enteraría tarde o temprano.




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