Si no tuviera miedo

Capítulo 14

Alizah

A mi pequeño jamás le habían gustado las fiestas de cumpleaños. Siempre decía que prefería pasarla haciendo algo que realmente le gustara. Sin embargo, desde que su hermana llegó al mundo y se dio cuenta de que le fascinaban las fiestas, me las pedía.

Era por eso que ahora estaba fatigada, pero feliz de ver todas las decoraciones en el jardín para el cumpleaños número seis de mi precioso niño. No sabía si vendrían todos sus amigos, pero sí que sería feliz de ver a Gala y a Alicia jugar felices con los globos y las serpentinas.

—¡Ay, por fin terminamos! —se rio Lizzie mientras terminaba de armar el arco de globos detrás de la mesa principal—. Deberíamos ampliar nuestros servicios y montar una empresa de eventos, ¡tenemos talento!

Solo me eché a reír, pero por dentro lo consideraba. Mi marca de postres no era precisamente famosa, pero sí bastante solicitada para eventos en La Ciénaga y ciudades cercanas. Lizzie incluso había renunciado a su aburrido trabajo como contadora para dedicarse a esto.

—Mientras no me digas que es para que seas animadora, no me opongo —le dijo Andrés, abrazándola por la cintura—. Te amo, bebé.

—Y yo a ti, precioso. Vamos a la cocina, quiero más pastel.

—Creo que no, mi amor. Le hará daño a nuestra otra pequeñita —replicó Andrés, acariciando su vientre—. No quiero que te enfermes de nuevo.

—Mis pasteles no enferman a nadie —gruñí—. El día que se enfermó fue porque me fueron infieles con ese restaurante.

—Ay, ya perdóname, sufrí el karma —dijo Lizzie, haciendo un puchero.

—Oye, yo no te fui infiel —gruñó mi cuñado—. Fue Lizzie la que se antojó, yo no comí ni un pedacito.

—Porque no te di —se carcajeó mi hermana—. Pero lo deseaste, pecaste de pensamiento. Le fuiste infiel a Ali.

—Traidor —mascullé, haciéndome la indignada.

—Ya, no te enojes, hermanita —me dijo él apretándome las mejillas—. Regálame una linda sonrisa. Soy fiel hasta que la muerte o la diabetes nos separe.

Hice ademán de escupirle y él se alejó.

—No, ya, ya, perdón.

—Esperen, ¿y los niños? Está todo muy silencioso —dije, entrecerrando los ojos.

—Me parece que están en su cuarto abriendo un regalo —sonrió Andrés—. Su amiguita millonaria no pudo venir, pero le dejó un regalo un poco pesado.

Fruncí el ceño ante esas palabras, pero no respondí. En cambio, me dirigí a la casa, donde mi madrina me interceptó para que probara la comida que íbamos a repartir.

—Está deliciosa —les dije, aunque en realidad no me había concentrado mucho en el sabor—. Quiero ir a ver a los niños.

—Están en la habitación de Gabito abriendo algo, no pudimos detenerlos —dijo Marissa, que estaba amasando algo—. Parece ser que lo mandó su amiga.

—Iré a verlos, no quiero que se lastimen.

—Está bien, cariño —me contestó mi madrina—. Cuando bajes, podrás probar mejor la comida.

Su sonrisa me hizo ruborizar. Ella sabía perfectamente cuándo le mentía.

—Perdón —me disculpé—. Es que me preocupan.

Me dirigí rápidamente hacia el piso de arriba, pero decidí ser sigilosa para asegurarme de que todo estuviera bien. Luis Gabriel, aunque me amaba con locura como yo a él, solía poner los ojos en blanco cuando me aparecía en medio de sus juegos.

—Mmm… Esto es un artefacto muy interesante —les explicaba a Gala y a Alicia—. Se llama InfancIA, sí, con la i y la a mayúsculas, porque es inteligencia artificial. Mis compañeros lo usan mucho, pero a mamá no le gusta.

Me llevé una mano a la boca para no gritar. Esa cosa redonda que mi hijo tenía en las manos era nada más y nada menos que aquel artefacto que muchos padres usaban para criar a sus hijos. Me habría gustado de no ser por el hecho de que pertenecía a la empresa de Gael.

¿Cómo había podido la pequeña Helena regalarle algo así?

—Alexa, pon Potito pío —pidió Alicia.

—No, no es Alexa —gruñó Luis—. Es InfancIA. Bueno, pero dice que le podemos poner el nombre que queramos.

—Lala —dijo mi bebita.

—Sí, Lala —pidió Alicia.

—No, es mío, así que se llamará Gabo —les contestó Luis Gabriel—. Cuando tengan el suyo, le ponen el que… Ay, está bien, se llamará Lala.

—Chicos, ¿qué hacen? —pregunté, entrando como si hubiera sido casualmente.

Alicia me sonrió, mientras que Gala se levantó de inmediato para acercarse a mí. Mi hijo, al ver esto, dejó lo que hacía y se levantó también.

—Mami, estaba abriendo un regalo. Es un InfancIA, pero te prometo que no lo usaré mal. ¿Me dejas tenerlo? Me gusta mucho, siempre quise uno.

Le di un beso a Gala y asentí. No tenía por qué enterarse de que esa cosa provenía de la empresa de su padre.

—Está bien, mi amor, puedes usarlo, pero con responsabilidad.

—Gracias, mami, te amo —dijo contento mientras se acercaba para abrazarme.




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