Luis Gabriel
Cuando me regalaron la InfancIA, todo fue muy bien. Me gustaba mucho tener ayuda con mis tareas, calmar a Gala y escuchar música cuando Alicia venía de visita. También se convirtió en un amigo al que le contaba todos mis problemas y le dije mi deseo de saber quién era mi papá.
Entonces noté la primera cosa rara.
Yo le había dicho eso en una noche en la que me sentía triste. Estaba con las luces apagadas y solo se lo susurré. Lala me consoló y me alegró con chistes, pero dos días después, cuando mamá creía que yo no había llegado todavía de la escuela porque el tío Andrés me recogería, la escuché hablando con la tía Lizzie. Las dos estaban asustadas de que yo quisiera saber quién era mi papá y mencionaron que esa cosa se los dijo, que escucharon mi conversación con Lala.
También mencionaron el nombre de ese señor: Gael Rivadeneira.
—Sí, tu papá se llama Gael Rivadeneira —me confesó el tío Andrés cuando nos salimos al porche—. Pero no lo necesitas, campeón, nos tienes a todos nosotros.
—¿Por qué él no está? ¿Se murió?
— No, sigue vivo. Mamá y él terminaron antes de que nacieras.
—¿Ese señor la lastimó? —pregunté.
—No exactamente, pero digamos que sí hirió sus sentimientos. No tiene caso que conozcas a ese señor, Gabito.
Esa conversación se me quedó muy grabada desde ese día, pero decidí que no molestaría a mamá, sino que me enfocaría en seguir vigilando a Lala de cerca. Todo era tan raro que dejó de gustarme y dejé de hablar con ella.
Eso no significaba que no le pusiera trampas. Anoche había fingido llorar en el baño para ver si se lo decía a mamá.
—¿Te pasa algo, Luis Gabriel? —me preguntó Lala cuando entré a mi habitación—. Anoche fingiste llorar en el baño, y hoy sigues con el ceño fruncido.
—Espera, ¿cómo sabes eso? —contesté sin acercarme—. ¿Cómo sabes que era una mentira?
En lugar de darme una respuesta, me puso música relajante y me dijo que eso me haría sentir mejor.
—No quiero esa música —protesté, enojado—. Tienes diez segundos para quitarla.
—Oh, lo siento, tal vez quieras esta otra opción. Es ideal para estas fechas.
Y puso una canción de Navidad.
—Estás loca, Lala, muy loca.
Por la noche, mamá me regañó por gritarle a la inteligencia artificial, lo que confirmó mi teoría.
—Hijo, esa cosa te está sacando de quicio y me preocupa, porque tú eres un niño tranquilo. ¿Hay algo que te esté molestando?
—Mami, perdón, pero con esto he comprobado mi teoría —le respondí, causando risas en la mesa.
—¿De qué estás hablando, cielo?
—Tu hijo se dio cuenta de lo que ya venía sospechando —dijo el tío Andrés—. Esa cosa espía a Gabito, y seguramente a muchos más niños del país.
—Esperen, ¿qué? —Mamá frunció el ceño—. No, no, leí bien las instrucciones y el aviso de privacidad.
—Pues parece que alguien está espiando la InfancIA de Gabito.
—Hijo, ¿por qué crees que está espiándote? —me preguntó mamá.
Respiré profundo, preparándome para compartir mis conclusiones con él. Bueno, no todas, no podía revelarle que ya sabía quién era mi papá.
—Entonces se acabó, no puedes usarlo más —dijo mamá—. Se acabó.
—No, mami —le dije asustado—. Quiero investigar más a Lala.
—Pero, hijo…
—No te apures, yo lo superviso —le dijo el tío Andrés.
—¿Qué están tramando ustedes dos? —nos preguntó la tía Lizzie, mirándonos con sospecha—. Están bastante misteriosos con eso.
—Nada —respondimos al mismo tiempo.
Ella no nos creyó, pero el tío y yo seguimos con nuestro plan.
—Quiero demandarlos —le dije en voz baja mientras fingíamos jugar a los autos en el jardín—. ¿Se puede?
—Sí, por espionaje infantil —asintió, mirándome sorprendido.
—¿Y le pasará algo a la empresa si ganamos?
—Podemos ganar millones —sonrió—. ¿De verdad quieres hacer eso? Porque estoy dentro.
—Sí, sí, desarmé el aparato y encontré el nombre del tipo que es mi papá.
El tío Andrés ahora parecía asustado.
—Pero eso lo sabías, ¿no? —pregunté.
—Sí, lo sabía. Por eso tu mamá no te dejaba tener uno, quería protegerte.
—Pues quiero conocer a papá.
—¿Qué estás diciendo, Luis Gabriel? —preguntó mamá detrás de mí.
—Ay —dije, sintiendo un escalofrío.
—Hijo…
—Mami, quiero conocer al señor que es mi papá —respondí, interrumpiendo al tío Andrés antes de que pudiera decir alguna mentira.
Mamá puso cara de susto y retrocedió un paso.
—Andrés, ¿qué le has dicho? —le reclamó al tío.