Sofia

Capítulo Diez

Sofía

Capítulo Diez: Entre Pensamientos

La campana sonó, indicando el inicio del receso. Solté un suspiro mientras guardaba mis cuadernos y libros en la mochila. Las clases de matemáticas siempre me parecían eternas, pero hoy, todo lo que sucedía a mi alrededor era un ruido distante.
Mi mente estaba atrapada en los eventos de ayer.
Sofía. No podía dejar de pensar en ella.

Desde que la dejé en su casa, no he podido sacármela de la cabeza. Hay algo en sus ojos, en la manera en que me mira, como si cargara con un peso que no me atrevo a preguntar. Nunca había visto esa expresión en su rostro, y me inquietaba. Sabía que algo pasaba, pero no tenía idea de cómo hablarle de eso sin parecer invasivo.

Mis amigos me esperaban en la cafetería, como siempre, pero en lugar de caminar hacia allí, decidí irme al patio. Necesitaba despejarme. Tomé mi mochila y salí al aire fresco, buscando un lugar apartado donde pudiera pensar en paz.

Me senté bajo un árbol, alejándome del bullicio de los demás estudiantes que reían y hablaban sin preocupaciones.

Sofía y yo estudiamos en diferentes escuelas, y aunque no la veo todos los días, cuando lo hago, siempre siento esa conexión entre nosotros. Algo que no puedo describir con palabras. Pero ayer… todo se sintió diferente. No sé si fue la forma en que habló o simplemente la sensación de que me estaba ocultando algo. Tal vez, estoy exagerando.

Apoyé la espalda contra el tronco del árbol y cerré los ojos por un momento. Los sonidos del receso me rodeaban, pero seguían siendo solo eso: ruido de fondo. Mi mente seguía viajando de vuelta a Sofía, a lo que podría estar pasándole. Lo último que quiero es presionarla, pero tampoco puedo quedarme al margen y fingir que todo está bien.

Abrí los ojos y miré mi teléfono. Dudé por unos segundos antes de abrir la conversación con Sofía. No suelo escribirle durante el día porque sé que está en clases, pero algo dentro de mí me decía que debía hacerlo. Quizá solo necesitaba escucharla, saber que está bien.

Finalmente, tecleé un mensaje breve:
"¿Cómo va todo?"

Lo envié antes de que pudiera arrepentirme.

Mientras esperaba su respuesta, miré alrededor, observando a los grupos de estudiantes dispersos por el patio.

Algunos jugaban, otros simplemente hablaban y se reían. A veces, me preguntaba si todos llevaban algo en su interior que ocultaban de los demás, como Sofía parece hacerlo. Tal vez, todos teníamos nuestras propias sombras.

Mi teléfono vibró. Miré la pantalla de inmediato.

"Todo bien, Max. Solo un poco ocupada con la escuela. ¿Y tú?"

Solté un suspiro. Su respuesta no me decía mucho, pero al menos había contestado. No quería presionarla, así que decidí dejarlo ahí.

"Todo tranquilo por acá también. Nos vemos pronto."

Guardé el teléfono de nuevo en mi bolsillo y miré al cielo, notando cómo algunas nubes se deslizaban lentamente.

No sabía cuándo volveríamos a vernos, pero algo en mí me decía que, cuando lo hiciéramos, necesitaba encontrar la manera de hablar con ella de verdad, sin rodeos. Sofía siempre ha sido fuerte, pero incluso los más fuertes necesitan desahogarse de vez en cuando.

El timbre sonó de nuevo, marcando el final del receso. Me levanté lentamente y volví a la rutina de la escuela, pero mis pensamientos seguían en otro lugar, con otra persona.

Sofía

El resto del día transcurrió en un suspiro, y al salir de la última clase, revisé mi teléfono como de costumbre. Había varias notificaciones, pero una en particular hizo que mi corazón se detuviera.

Era un mensaje de mi madre. Todo el texto estaba en mayúsculas, algo que nunca hace. Con manos temblorosas, abrí el mensaje.

"Max, tu hermana ha tenido un accidente. Estoy en el hospital con ella. Ven lo antes posible."

Sentí como si el suelo desapareciera bajo mis pies. Mi hermana, mi pequeña hermana. No perdí un segundo y salí corriendo de la escuela, ignorando los gritos de los maestros que me veían irme sin permiso.

El trayecto al hospital se me hizo eterno. Tomé el primer autobús que pasó, y mientras avanzaba, los pensamientos me golpeaban uno tras otro. No sabía qué había pasado ni la gravedad del accidente, pero lo único que podía hacer era rezar para que ella estuviera bien.

Al llegar, corrí por los pasillos del hospital hasta que encontré a mi madre en la sala de espera. Tenía los ojos rojos y las manos temblorosas, como si estuviera conteniendo una explosión de emociones. Cuando me vio, se levantó y me abrazó con fuerza.

—¿Cómo está? —pregunté, con la voz entrecortada.

—Están evaluándola, Max —respondió mi madre, tratando de mantenerse firme—. Tiene varias fracturas y están preocupados por una lesión en la cabeza. No nos han dado más detalles.

Sentí que me faltaba el aire. Mi hermana era mi todo, la que siempre me hacía reír, la que me daba fuerzas cuando más lo necesitaba. El simple hecho de imaginarla sufriendo en una cama de hospital me partía el alma.

Nos sentamos en silencio, esperando, sin atrevernos a movernos ni un milímetro

Cada vez que alguien salía por esa puerta, el corazón me latía con fuerza, esperando escuchar alguna noticia.
Pasaron los minutos, que se sentían como horas eternas en aquella sala de espera. Las manos de mamá temblaban entrelazadas con las mías, y por más que intentaba calmarme, mis pensamientos iban a mil por hora. Imaginaba a mi hermana, a esa niña alegre y siempre risueña, en una situación que parecía tan ajena y desgarradora.

Finalmente, la puerta se abrió y un doctor se acercó a nosotros. Su expresión era seria, pero su mirada tenía un toque de comprensión, como si entendiera el peso que llevábamos encima.

—Señora, joven —dijo suavemente—. La cirugía fue complicada, pero logramos estabilizarla. Su hermana ha sufrido múltiples fracturas y una contusión en la cabeza. Afortunadamente, no hay signos de daño cerebral significativo, pero necesitamos monitorearla de cerca en las próximas horas para asegurarnos de que no haya complicaciones.



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Editado: 11.11.2024

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