Acostado en mi cama y mientras intento conciliar el sueño, los sombríos pensamientos hacen que mis párpados se cierren solos. En mis caóticos sueños donde la oscuridad reina y lo absurdo prevalece, estoy sentado en un columpio. El gélido viento me ayuda a mecer.
¿Cuántas horas faltan para que termine este sueño?
Normalmente veo sombras, las edificaciones colapsan y los murmullos incesantes agobian mi estadía en este mundo onírico. Este sueño es distinto.
El viento se interrumpe abruptamente, el columpio pierde impulso y poco a poco se detiene. Miro a mi alrededor esperando que no sea esa cosa que me hace sentir triste. A veces no quisiera dormir.
Un sonido burbujeante detrás de mí confirma mi sospecha. Todo lo que hay cerca se va congelando, una capa de escarcha comienza a cubrir la superficie de lo que hay en el entorno.
Algo más oscuro que la propia ausencia de la luz engulle todo a su paso. En un impulso intento bajarme del columpio y huir, pero mis manos y piernas están pegadas al metal. Esto es un sueño, murmullo.
Cuando la total oscuridad se cierne sobre mí, cierro los ojos esperando, de alguna manera, despertar. A través de los párpados aprecio un haz de luz. Al abrir los ojos con un poco de dificultad, un deslumbrante rostro femenino que no logro reconocer acerca sus manos a mis mejillas. Por primera vez en mi vida sentí paz y un calor agradable. Cerré mis ojos nuevamente, las lágrimas brotaron.
Al abrir los ojos, la oscuridad de la habitación y el murmullo de la ciudad me indicaban que me había despertado. Sentí una gota de agua deslizándose hacia la oreja y con sorpresa me sequé las lágrimas. Justo en ese instante el reloj despertador sonó. El regreso a la realidad me hizo exhalar un suspiro de resignación. Antes de ponerme de pie aun sentía ese calor recorriendo mi cuerpo.