Soledad absurda

Parte 3

Sentado en mi cubículo recordé lo sucedido en el sueño. Esbocé una leve sonrisa, hasta yo mismo me sorprendí con ese gesto. Alguien como yo que trabaja solo para sobrevivir, sin amigos, sin familia, sin amor y sin una razón para estar vivo, no merece sonreír. No hay motivos que me den felicidad.  

Al dirigirme al baño noté que el cubículo al lado mío estaba ocupado. Un aroma dulce atrapó mi olfato. La curiosidad me hizo mirar hacia allá. Me encontré con la mirada que tres días atrás chocó con mis ojos. Sus cejas se arquearon hacia arriba saludándome amistosamente y dedicándome una sonrisa. No fui capaz de mirarla más.  

¿Por qué es tan amable conmigo?  

Aceleré el paso.  

Cuando alguien le comente lo poco sociable que soy, esa linda sonrisa se desdibujará y su rostro será irreconocible para mí.  

¿Por qué los demás tienen que influir en mi vida? 

Ahora que lo pienso, caigo en la cuenta que muchas personas que se han cruzado en mi camino han tenido efectos adversos en mi vida y afectan la percepción que los demás tienen de mí. Cuando descubren que soy débil para enfrentarlos y que prefiero callar y huir, se aprovechan e influyen negativamente en mis cosas. Para evitar que se repita he decido alejarme de la gente y no dirigirle la palabra a nadie, aunque por obligación debo hacer algunas excepciones. 

Perdí la confianza en los demás, la soledad hizo que descuidara mi imagen y desde mi silencio comencé a mirar el mundo de otra manera, ver lo malo en cualquier cosa. Así fue que todo a mi alrededor se tornó gris, monótono, sofocante y sin sentido. He llegado a pensar en escribir mi último renglón, pero hasta ese punto no me ha alcanzado la debilidad. 

Al terminar la extenuante jornada laboral no quise ir a mi apartamento, me dirigí al parque más cercano para despejar la mente, por fortuna el parque estaba solo. Me senté en una silla debajo de un gran árbol que me protegía de la cansina luz led del alumbrado público. 

 - ¿Vienes a menudo a este sitio? 

Salí de mi ensimismamiento, al comienzo no reconocí la mujer que había frente a mí. 

 - Eres muy callado, pero lindo a la vez. 

¿Lindo? Soy una ruina, ¿qué de lindo tiene eso? No soy capaz de decir lo que pienso, nunca he sido capaz. 

 - ¿Puedo sentarme? 

Antes de hacerle espacio para que ella se sentara, un aroma dulce envolvió mis sentidos, inmediatamente supe quién era. Se sentó junto a mí y descargó una bolsa en medio de los dos. 

 - Compré algo para cenar. Al salir del minimercado te vi y quise aprovechar la oportunidad para conversar contigo. 

¿Conversar conmigo?, ¿alguien de tan excelsa belleza qué tiene que conversar conmigo? Giré mi rostro hacia ella solo para encontrarme con esa cautivadora mirada. 



#7421 en Novela romántica
#3463 en Otros
#906 en Relatos cortos

En el texto hay: soledad, aceptacion, sentimiento

Editado: 09.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.